Así podría ser el futuro Parlamento de Cataluña.

Andrés Palomares (Reproducido).- La islamización de Cataluña camina a buen ritmo. Cosa que nos alegra la vida. De hecho ésa es una de nuestras mayores satisfacciones. Simplemente amamos a Cataluña y sólo deseamos su bien. ¿Y qué mayor bien que su islamización? ¿Su independencia, tal vez? No debemos caer en errores de apreciación ni confundirnos de prioridades. Es más urgente unirse a la ‘umma’ que separarse de España. España también está en camino de volver a ser lo que fue, y por lo tanto el emirato de Qataruña volverá tarde o temprano a ser parte de la renacida Al-Ándalus. ¿La independencia de Qataruña? Si, pero sólo como estrategia, no como un fin en sí mismo, sino como una etapa inicial para fortalecer las bases del proyecto mayor de la islamización de todo el Estado Español.

Tenemos motivos sobrados para mirar el presente con regocijo y el futuro con esperanza. En menos de 20 años, Cataluña se habrá llenado de musulmanes de toda procedencia: toda la geografía islámica se ha dado cita en el principado. Desde Marruecos hasta Pakistán, desde el corazón de África hasta los confines asiáticos, las más variopintas tribus, las más abigarradas etnias y las más relucientes barbas mahometanas han encontrado en Cataluña un nido acogedor y propicio. Algunas lenguas maledicentes suelen hacer la analogía entre esta inmigración y la práctica del cuco de poner sus huevos en nido ajeno, pero a estas ciegas palabras de odio e intolerancia hemos aprendido a responder con el desprecio y la indiferencia.

Todavía encontramos en la sociedad catalana ciertas suspicacias y rechazos contra la venturosa transformación islámica en curso. Es el fruto envenenado de la ignorancia y el prejuicio, son resabios de un pasado cerrado a la diversidad y moldeado en la intolerancia y la monocultura. Afortunadamente, este noble pueblo está cada día más abierta de mente y de corazón ante los cambios que experimenta. Incluso los esfínteres de la mejor ciudadanía catalana están cada día más flojos. El islam ha entrado y seguirá entrando hasta lo más profundo de la catalanidad.

La única sombra en este luminoso panorama preñado de venturas, son los todavía numerosos obstáculos y renuencias que se oponen a este entusiasmante proyecto. Pero Alá cuida los intereses de su rebaño elegido y Qatar pone los petrodólares necesarios para hacer avanzar la gran obra de la edificación del califato mundial que ya tiene en Cataluña un jardín privilegiado.

Alá es grande y su voluntad es omnipotente. Está escrito que Cataluña ha de entrar en el seno de la verdadera fe. No podemos oponernos a eso. Lo que está escrito será. La realidad confirma dia a dia la inevitabilidad del destino reservado para esta tierra. Las mezquitas surgen por doquier, los burkas proclaman con su triunfante negrura la conquista de esta recuperada provincia de la añorada Al-Ándalus.

AD es lugar de reunión de mentes esclarecidas y espíritus elevados que se precian de amar a Cataluña y de estar al servicio de su destino manifiesto. AD no puede ser, por lo tanto, ajeno al sentido de la Historia y menos indiferente ante la promesa de ese porvenir radiante que trae el islam en sus alforjas.

Tras maduras reflexiones y sesudas cavilaciones que nos honran como seres humanos modernos y como demócratas bien peinados, AD asume sus responsabilidades ante esta perspectiva histórica de enorme trascendencia y quiere sumarse a esta empresa de futuro poniéndose al servicio de la construcción de la Nueva Cataluña. AD servirá de aquí en adelante de acelerador de la islamización de Cataluña. La Cataluña que chochea y babea contra España debe dejar paso a la Cataluña que se agita y vocifera contra ella misma.

La desaparición del elemento autóctono está a la vuelta de la esquina. El catalán es la lengua menos hablada en la mayor parte del territorio. La natalidad catalana es puramente testimonial y nada es más seguro que la completa defunción de la etnia catalana a la vuelta de dos o tres generaciones más. AD apuesta por lo tanto por el futuro y no por el pasado, por la vida y no por la muerte. Y muerte es el nombre del pueblo catalán que vive sus últimos minutos históricos con la inconsciencia de los locos que se creen inmortales: cantando himnos de alegría y emitiendo partes de victoria camino de la puerta de salida de la Historia.

Cataluña será un bonito cadáver envuelto en la mortaja de sus fantasias esteladas y blaugranas. La vieja Cataluña claro, pues la nueva que está naciendo en este prometedor umbral histórico está llena de vitalidad, desbordante de savia y vigor. Allí donde acaba la primera, reseca y agotada, impotente y caduca, nace vigorosa y pletórica la del mañana que ya es hoy.

La vieja nación catalana y el naciente emirato se han de fundir en un abrazo de hermanos para dar vida a la nueva realidad. ¿Acaso no es una señal cargada de significación la cósmica coincidencia de nuestras respectivas fechas de fundación y renacimiento? El 11 de Setembre catalán y el 11-S islámico? Los pueblos elegidos se reconocen entre sí y se buscan instintivamente.

Toda persona con el corazón bien puesto debe apoyar y trabajar en pos de la voluntad soberana de Cataluña. Si Cataluña quiere ser mora antes que española, y se esfuerza tanto para conseguirlo, ¿cómo podemos oponernos a esa voluntad y deseo? AD no tiene vocación de frustrar los sueños y las ansias islamófilas de los catalanes ni puede reclamar autoridad alguna para interponerse en el camino de la felicidad nacional de Cataluña.

El carácter vanguardista de Cataluña se verifica aquí una vez más: se adelanta una vez más a la Meseta, y llegará primera a la soñada islamización antes que nadie en el retrógrado Estado español. El pueblo que inventó el “pá amb tomaca” siempre estará por delante en la vía del progreso y la modernidad.

En el umbral de esta moderna etapa de su singladura histórica, henchida de promesas y proyectos ilusionantes, le decimos al pueblo catalán: ¡Suerte y al moro!

¡Adiós Cataluña, bienvenida Qataruña!