Gerard Bellalta.- Hace apenas dos telediarios, el ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, nos informaba en rueda de prensa de la detención de 8 terroristas ceutíes que venían reclutando desde hace algún tiempo a candidatos a la yihad en Siria. La operación no estaba cerrada y todo indica de que se trata de la punta de un iceberg de considerable dimensiones. Teniendo en cuenta el millón y medio largo de musulmanes que soportamos actualmente en España, nos podemos hacer una idea de la parte del témpano submergido. Digamóslo así: si usted se ha cruzado hoy con una docena (o dos) de moros, puede sospechar que por lo menos uno de ellos es un potencial candidato a la guerra santa que está esperando una orden o que se le despierte la vocación en cualquier momento. También podemos ser más pesimistas, y no estaríamos muy desencaminados.

Por cierto, hace un par de semanas, el hermano de este Jorge Fernández Díaz, el presidente del PP catalán, fue atacado en Barcelona por un islamista pakistaní a los gritos de ¡Allah Akbar!, que como todos sabemos no es una petición de autógrafo en urdú de un admirador. Se habló obviamente, de manera automática e instantánea, de un perturbado, de un hecho aislado, casi de un malentendido. ¡Cuanto nos alegramos! (entiéndase: de que fuera un incidente banal).

Hace pocos días el Ministro español de Asuntos Exteriores, José Manuel García-Margallo, se reunía con unos representantes autoproclamados de la oposición siria levantada en armas contra el gobierno de Bachar al-Assad. Al concluir su reunión con esos indocumentados, el ministro habló de la posibilidad de apoyar con algo más que palabras y buenos sentimientos a la rebelión siria. En otros términos: darle a los terroristas islamistas que están poniendo Siria a sangre y fuego los elementos bélicos necesarios para que puedan seguir con sus criminales actividades contra el gobierno legítimo de una nación soberana que no nos ha hecho nada y contra un pueblo que apoya al 70% a su actual presidente.

El señor ministro tal vez considera que los salvajes que ejecutan a sus prisioneros, que degüellan a sus oponentes, que se comen las visceras de los soldados del régimen o asan sus cabezas sobre parrillas improvisadas, merecen ser ayudados en sus nobles actividades consistentes, como nos dicen los pequeños paniaguados de la prensa del régimen y las presentadoras estúpidas de los programas matinales, en imponer la democracia y los derechos humanos, tan maltratados por el actual gobierno sirio.

En síntesis, estos son los hechos comentados.

Aprecio a primera vista una cierta descoordinación entre los ministerios mencionados, una falta de sintonía, un desencuentro de objetivos. Por una parte tenemos a un ministro que trabaja en la detención de los islamistas que pululan por España (cuyos objetivos no son la cría del caracol precisamente), algunos de los cuales ya han declamado en la plaza pública su objetivo de hacer la yihad en España, y cuanto antes mejor. Se trata de recuperar el paraíso perdido de Al-Ándalus. Lo menciono para los despistados. Y si queremos hacernos una idea de lo que significa eso de la yihad, pues podemos echar una ojeada a lo que está pasando en Siria actualmente (con degollamientos, ejecuciones, canibalismo y demás crímenes bárbaros). Y al final, un Estado teocrático con la sharia por ley y todo el mundo bajo la bota (la babucha) islámica.

Bien, eso es lo que aparentemente combaten las fuerzas del orden en España, a las órdenes del señor ministro del ramo. Digo aparentemente, porque, claro, uno tiene sus dudas respecto de la sinceridad de esa lucha contra el islamismo en una España en la que se ha dejado echar raíces ese mal que nadie está tratando de cortar sin contemplaciones, sólo apenas controlar sus manifestaciones más amenazante y sus secuaces más peligrosos.

Por el otro lado, vemos que el ministro de Asuntos Exteriores, del mismo gobierno que el anterior (insisto en ello) al tiempo que su colega de Interior lanza a sus hombres contra los islamistas colaboradores de los yihadistas terroristas de Siria, se reúne con los compañeros de terror de la llamada rebelión siria para tomar juntos un té verde a la menta y hablar de la ayuda de España a estos “democráticos” terroristas yihadistas.

Llegados a este punto, uno empieza a perderse. El mismo gobierno persigue al terrorismo islamista en casa (o hace como que lo combate, ya no estoy seguro de nada), al mismo tiempo se sienta a hablar con los representantes de los terroristas islamistas de Siria para prometerles ayuda de carácter bélico para que puedan llevar a cabo la yihad sin preocuparse por la falta de municiones.

Como no pensamos realmente en descoordinación alguna entre los distintos ministerios españoles, debemos sospechar lo peor. ¿Será acaso que éste gobierno ha elegido el campo del islamismo radical, el de los yihadistas cortadores de cabeza? Como todavía es pronto para que los terroristas islámicos empiecen la yihad en España, entonces se los frena, ya que es demasiado pronto todavía para que estos bárbaros empiecen con los tiros en las calles españolas. Pero eso llegará, seguro que llegará, es inevitable. Y para asegurarse que eso llegará y que para cuando eso llegue los yihadistas estén ya rodados y experimentados, entonces se les va a dar armas y todo el apoyo necesario para que adquieran los conocimientos que más adelante van a aplicar en España. Pero aún no ha sonado la hora de permitir ciertos desborde tempranos en nuestro país. De ahí que de vez en cuando nos anuncian una redada de unos cuantos elementos de los más nerviosos e impacientes.

Otra cosa es pensar que estos ministros beben o tienen vicios peores. O incluso que incurren en una forma de discriminación positiva que beneficia al extranjero frente al autóctono al que se relega. Si no, ¿como se explica que se reprima a los yihadistas españoles y se está por financiar a los yihadistas sirios? No sería más sensato empezar por los de casa? ¿No sería incluso más barato? Estamos en crisis, no lo olvidemos, y no hay ahorro pequeño, todo cuenta.

En las medidas anunciadas hace un par de días por la portavoz del gobierno y el ministro de Economía se han dado a conocer los distintos cambios destinados al recorte del gasto público. ¿Nadie ha pensado en el ahorro que supondría armar directamente a nuestros yihadistas en lugar de gastarnos ese dinero en yihadistas mostrencos? ¿Son acaso nuestros terroristas islámicos yihadistas de segunda? Y si la finalidad es que los yihadistas internacionales que ahora están desangrando a Siria acaban algún día no muy lejano haciendo otro tanto en Al-Ándalus, para hacer de nuestro país una provincia más del califato mundial en marcha, ¿no sería más sensato armarlos ya aquí y ahora? No sería más corto, más barato, incluso más justo? Eso en lugar de perder el tiempo y andar dando vueltas alrededor del asunto? Armar directamente a los yihadistas españoles ya, sin rodeos ni mariconadas: ¿no es esa la solución, lo que dicta el sentido común y la economía de tiempo y medios?

Y por último: ¿Por qué se le llama gobierno a esta mierda? Es una pregunta retórica, claro.

*Presidente del Partit Espanyol de Catalunya (PEC).