Marcelo Duclos.- Hasta la revolución islámica de 1979, Irán era uno de los países más avanzados de Medio Oriente. Algo inimaginable para todos los que nacimos después y relacionamos a ese rincón del mundo con la tragedia en que se ha convertido: una desgracia para la región, una amenaza para Israel, pero también una terrible dictadura para los iraníes quienes, en su gran mayoría, quieren librarse de esta teocracia salvaje.

Por estas horas, muchos de ellos se animan incluso a instar a Israel para que vaya a fondo y termine de derrocar a un régimen que ya está prácticamente aniquilado. Ni hablar de los miles de iraníes en el exilio, que marchan con la antigua bandera del león, junto a la de Israel.

Por lo que ha trascendido, Ali Khamenei, ya escondido en algún túnel junto a su familia, habría planteado la necesidad de una rendición decorosa, pidiendo establecer comunicaciones con Israel y Estados Unidos. Afortunadamente, esta llamada no ha sido atendida y todo indica que ha comenzado una batalla contra el tiempo, donde el régimen teocrático islámico tiene todas las de perder.

No es ningún secreto que Israel, si manejara los códigos (o la falta de los mismos) de los terroristas iraníes ya hubiera terminado con todo el problema. Históricamente, desde su fundación, el Estado judío ha invertido fortunas en especializar su armamento, para causar el menor daño posible a las poblaciones civiles de los países que quieren la aniquilación de Israel. Mientras Irán tira va con todo sobre ciudades pobladas, su rival maneja estrategias más sofisticadas, que generan el daño directamente donde debe ir. En las últimas horas, la televisión del régimen fue bombardeada, lo que sin dudas será una clara señal para la población que debe estar pensando que este sería un buen momento para la rebelión.

Por su parte, el régimen ataca en el máximo de sus posibilidades, mientras Israel va consolidando alianzas directas e indirectas enfocadas en terminar de definir este asunto. Antes de que estalle este último conflicto, los analistas especulaban con la garantía de que Irán contaría con Rusia y China detrás. Más de uno especulaba que si Israel se metía con Teherán, el mundo estaría al borde de la Tercera Guerra Mundial, o incluso, un escenario de guerras nucleares.

Lo que no estaba dentro del análisis era la situación de todo o nada —en realidad, de vida o muerte— a la que se enfrentaba Israel. Si Irán conseguía su armamento nuclear, era el fin de la única democracia civilizada de la región. Ante el claro escenario de matar o morir, Israel salió a cortarle la cabeza a la serpiente que desestabiliza a la región y al mundo.

Aunque todo esto era predecible, muchos se sorprenden por los escenarios posibles en las próximas horas, días e incluso meses. Por ahora, el régimen terrorista está malherido y tiene que nombrar para sus altos mandos a sus exfuncionarios jubilados, ya que todas las principales figuras han sido aniquiladas por un Israel que ya opera libremente en territorio iraní.

Los aliados del Estado judío lo están garantizando. Más allá de lo que Estados Unidos pueda decir en voz alta o no, el despliegue de portaaviones y naves cisternas debe ser interpretado de forma más relevante de lo que pueda decir Donald Trump. El respaldo de Siria, que puso su espacio aéreo a disposición, evidencia que no todo el mundo islámico desea continuar con la larga historia de terrorismo exportada por Teherán.

Mientras tanto, Vladímir Putin, con muchas cosas para negociar con Estados Unidos como la guerra con Ucrania, lejos de estar amenazando con tirar una bomba atómica a Jerusalén o Tel Aviv, ya está retirando a sus ciudadanos de Irán. Lo mismo hicieron los rusos antes de la caída de Bashar al-Ásad en Siria. Con estos antecedentes, y por la dinámica que está tomando el conflicto, Alí Jamenei parecería tener más destino “frío” (ya sea la muerte o Moscú) que salir de su búnker para volver a gobernar.

Hasta la India, enfrentada al Pakistán proiraní, ya se manifestó en favor de Israel.

Israel sabe que esto termina solamente con un cambio de régimen. En el exilio, el heredero de la corona persa, Reza Pahlavi, ya se manifestó en favor del derrocamiento de la teocracia. Muchos iraníes hasta el día de hoy tienen el cuadro de su padre en sus casas. No necesariamente porque el Sha haya sido un excelente gobernante, sino que los bemoles de su reinado pasaron al recuerdo por algo más relevante: lo que era el país antes de su caída y lo que sucedió después con Khomeini y sus sucesores.

Es cuestión de tiempo y de minimizar los daños que pueda recibir Israel. Nada más.