Socialistas, ¿a qué esperáis?
Escribo estas líneas desde la distancia ideológica más evidente. No comparto el proyecto socialista, ni su visión del Estado, ni su política económica, ni su concepto de nación. Y sin embargo, hay algo mucho más profundo que sí comparto con muchos votantes y militantes del PSOE: el respeto por la democracia, la honestidad personal y el amor a España.
Este editorial no va dirigido al aparato del partido. Va a esos socialistas de base, a esos militantes de corazón limpio, a esos gestores públicos que creen en servir y no en servirse, a quienes todavía se emocionan con la palabra “justicia social” y sienten orgullo cuando ven ondear una bandera constitucional. Existen. Los hay. Y no merecen el PSOE que tienen hoy.
Porque lo que queda del PSOE de Pedro Sánchez no es un partido. Es un mecanismo de poder personalista, blindado, sin autocrítica ni límites. Un aparato entregado al culto a un “número uno” cuya prioridad no es el interés general, sino su supervivencia política. Hoy el PSOE ha dejado de ser una organización plural, democrática y coherente, para convertirse en una estructura al servicio del sanchismo.
Y el precio ya no es solo político: es ético, judicial y moral.
El escándalo ya no es una sospecha: es una cadena de hechos documentados. Está el caso Koldo, con mordidas millonarias en la compra de mascarillas, pisos pagados en efectivo, viajes y favores a mujeres relacionadas con la trama. Está Ábalos, ministro de Transportes en pleno corazón del caso, convertido ahora en figura residual a la que intentan aislar como si nada supiera. Y está Santos Cerdán, actual número tres del PSOE, señalado por la Guardia Civil como el presunto receptor de mordidas de más de 600.000 euros, beneficiario de coches de alta gama y regalos pagados por comisionistas, y conectado a sociedades pantalla creadas para desviar fondos públicos. Todo esto no es un montaje mediático: está en informes oficiales de la UCO.
Mientras tanto, los tentáculos judiciales se acercan al propio entorno de Sánchez. Su hermano, investigado por fraude, malversación y tráfico de influencias. Su esposa, vinculada a contratos públicos concedidos a empresas afines. Y ante esto, el PSOE calla. O peor aún: ataca a los jueces, desprecia al periodismo crítico y convierte el Boletín Oficial del Estado en una barricada.
Pero no todo vale. No se puede justificar lo injustificable solo por mantenerse en el poder. Y es ahí donde vuelvo a dirigirme, con respeto, a los socialistas honrados. Los hay. Los que creen en la redistribución, en la justicia social, en un Estado fuerte pero limpio. Los que llevan años trabajando desde alcaldías, diputaciones, comunidades, barrios y sindicatos. No merecéis este lodazal.
Por eso os pregunto:
¿A qué esperáis?
¿A qué esperáis para limpiar vuestra casa?
¿A qué esperáis para decir basta, aunque duela?
¿A qué esperáis para recuperar un PSOE digno, constitucional, de centroizquierda, moderno, creíble?
Porque lo que está en juego no es solo la reputación de un líder.
Lo que está en juego es el alma de vuestro partido y el respeto por la democracia en este país.
Ferraz, vuestra sede socialista, debería estar cercada por vosotros primero. Y luego, por el resto de los españoles.