La estrofa 1607 del Libro de buen amor. Reconstrucción del arquetipo
Por Alberto González Fernández de ValderramaEsta estrofa pertenece a un episodio titulado por un copista «De las propiedades que las dueña chicas an», que engloba doce cuartetas a lo largo de las cuales el Arcipreste hace un encendido elogio de las mujeres pequeñas (las dueñas chicas) frente a las grandes. Comienza el episodio en la estrofa 1606 exponiendo su preferencia por todo lo breve en general, pues siempre se aficionó a las mujeres pequeñas y a hablar poco, «ca lo poco e bien dicho finca [queda] en el coraçón» (v.1606d). Esto le dará pie a comenzar la siguiente estrofa criticando al que habla mucho, por ser objeto de las risas de los demás, y también al que ríe mucho, al que califica de ‘loco’, palabra con la que remata el primer verso, lo cual no es más que un recurso poético para poder utilizar la palabra ‘poco’ -concepto esencial de todo el episodio- como terminación del segundo verso de la estrofa. Pero el poeta necesita buscar otras dos palabras que tengan esa misma terminación para completar correctamente los versos tercero y cuarto, y parece que no ha encontrado más que una, ‘troco’, con la que remata ambos. Y es precisamente en este cuarto verso donde se encuentra el gran enigma filológico que vamos a tratar de desentrañar, una vez que comprendamos que su texto está corrompido por la acción negligente de algunos copistas.
Analizaremos la estrofa 1607 en los dos únicos manuscritos en los que nos ha llegado: uno de ellos el ms. T, y otro el ms. S, al que tantas veces hemos calificado como una burda manipulación de su manuscrito de base, efectuada de mala fe para obtener un producto de hermosa grafía y fácil lectura, aun totalmente infiel a su original. El ms. T, por el contrario, con su grafía descuidada y tosca, sigue de cerca al manuscrito más fidedigno que recoge parcialmente la obra del Arcipreste, el ms. G, con el que desgraciadamente no podemos contar ahora porque no recoge este episodio.
Añadiéndole signos de puntuación y eliminando sus abreviaturas para hacer más comprensible su texto, esto es lo que aparentemente se lee en cada manuscrito:
En el ms. T:
Del que mucho fabla rríen, mucho rreír es de loco,
tyene la dueña pequeña amor grande e non de poco;
dueñas dy grandes por chicas, por grandes chicas non troco,
e las chicas por las grandes non se arrepiente[n] del troco.
En el ms S:
Del que mucho fabla ryen, quien mucho rríe es loco,
es en la dueña chica amor et non poco;
dueñas ay muy grandes que por chicas non troco,
más las chicas e las grandes se rrepienden del troco.
El primer verso ya lo hemos comentado y no ofrece ninguna duda acerca de su interpretación, aunque la redacción de su segundo hemistiquio es diferente en cada manuscrito. No obstante, en base a lo ya explicado, daremos preferencia a la lectura de del ms. T. Pero debemos fijarnos también que la estrofa reseñada en la primera versión, a pesar de no cumplir el canon estricto de la cuaderna vía, que exige hemistiquios heptasilábicos, al menos dota a todos los suyos de una métrica uniforme al hacerlos octosilábicos sin excepción. No ocurre lo mismo con la versión del ms. S, totalmente irregular, que contiene hemistiquios desde seis, siete u ocho sílabas métricas, lo que constituye un indicio más, si no una contundente prueba, de su carácter falsario.
En el segundo verso vemos claramente esa superioridad del ms. T, ya que en el ms. S el primer hemistiquio tiene siete sílabas y el segundo seis. No obstante, la expresión “e non de poco” no deja de ser extraña; pero debemos admitir su probable fidelidad al original ya que se encuentra documentada, al menos, en un verso de Fernán Sánchez de Calavera incluido en el Cancionero de Baena: «piadosso e non de poco» [fol. 180v]. Mª Rosa Lida (Notas para la interpretación…,1940) citó este verso y otro más del mismo autor [fol. 181v] como reminiscencias de la expresión que comentamos en el citado Cancionero, ejemplos ambos que posteriormente tomaría Corominas en su edición del Libro asumiendo tal propuesta. Pero no creemos que este segundo ejemplo de «e no de poco» sea representativo de lo que, en palabras de este editor, es una «locución intensiva del concepto de grande» y una «frase usual y consagrada». Veamos los primeros cinco versos de esta estrofa del Cancionero, a la que añadimos los signos de puntuación que consideramos conveniente, ya que el manuscrito carece de ellos. Se trata de una conversación mantenida entre un hombre y una dama con la que trata de galantear:
-En seguir aquesta rrama
paresceme que soy loco”.
-¡Ay, amigo! e no de poco
amar a quien non vos ama
farta soy de mala fama.
Tanto Lida (poniendo una coma) como Corominas (poniendo dos puntos) separan el verso «-¡Ay, amigo! e no de poco» del siguiente, entendiendo que ‘e no de poco’ concuerda con ‘loco’, significando ‘en alto grado’. Corominas, incluso, reseña el verso siguiente entre signos de exclamación: «¡amar a quien no vos ama!» para independizarlo totalmente del anterior. Pero ni Lida ni Corominas incluyen en sus citas el quinto de los versos arriba reseñados. Y si los ponemos todos en relación (ya que carecen de verdadera autonomía propia para tener sentido como oraciones independientes) llegaríamos fácilmente a la conclusión de que el tercero de estos versos no contiene una oración completa sino un enunciado que se encabalga sobre el verso siguiente: «[…] e no de poco amar a quien non vos ama…», que forma parte de una oración compuesta que se completa en el siguiente verso: «farta soy de mala fama». En definitiva, estos tres versos significarían: “Amigo: no por amarme poco (a mí, que os desdeño) tengo yo harta mala fama: la tengo porque me amáis mucho y creen que me he dejado seducir por vos”.
No obstante, cabría otra posibilidad: que la preposición de del verso 1607b fuera una deturpación de la forma verbal da. En tal caso lo que el verso querría decir es que la mujer de pequeña complexión tiene en su corazón mucho amor y no se lo reserva para ella, porque da mucho amor a quien se lo pide; o sea: «tiene la dueña pequeña amor grande y no da poco».
El tercer verso en el ms. T es también más correcto desde el punto de vista métrico que su correlativo del ms. S, que contiene un hemistiquio de seis silabas y otro de siete. Aparte de ello, la redacción del verso en este manuscrito es tan confusa que parece contener una flagrante contradicción con lo que se afirma de modo rotundo en los demás versos tanto de esta estrofa como del resto del episodio, pues podría entenderse, o bien que hay mujeres muy grandes que le gustan tanto que no las cambiaría por otras pequeñas que pudieran estar a su alcance, o que hay mujeres que por no ser simplemente grandes sino excesivamente grandes no las aceptaría a cambio de mujeres pequeñas. Por todo ello, creemos que la versión del ms. T es la original, y que, en definitiva, el verso completo quiere decir: “desdeñé a mujeres grandes porque prefería a otras pequeñas; yo no cambio a las pequeñas por las grandes”.
El problema fundamental viene a la hora de enfrentarse al verso cuarto, que, como habíamos indicado, repite extrañamente la palabra ‘troco’ del verso anterior, si bien ahora como sustantivo. Esta palabra, con sus variantes medievales ‘troca’ y ‘troque’, acabará derivando en el siglo XV a las formas diptongadas ‘trueco’ y ‘trueque’, únicas que recogerá el Vocabulario español-latino de Nebrija (1494) y el posterior Tesoro de Covarrubias (1611). Pero no podemos admitir que el Arcipreste haya utilizado la forma ‘troco’ en dos versos consecutivos aun teniendo en ellos distinta categoría gramatical, pues el resultado es malsonante y el defecto no puede compensarse con la gracia que podría tener si la repetición se fundase en la polisemia de la palabra. Además, mientras la versión del ms. T contiene una oración negativa al incluir el adverbio ‘non’, la del ms. S contiene una afirmativa. Por último, tenemos que fijarnos en la forma verbal ‘arrepienten’ del ms. T -que el copista escribe ‘arrepiẽte’- y su variante ‘rrepienden’, del ms. S, formas tan distintas que de por sí son un indicio de que nos encontramos con la corrupción de otra palabra que los copistas no entendieron. Aparte de ello, nos parece que el uso del verbo pronominal ‘arrepentirse’ en este verso carece de sentido. Se trata de un verbo que designa un sentimiento que solo puede recaer en el sujeto que ha realizado o dejado de realizar una acción y nunca en la persona u objeto sobre los que recae tal acción o inactividad. El mismo Covarrubias lo define como «pesarle a uno de lo que ha dicho o hecho». Por lo tanto, el único que podría sentir arrepentimiento por preferir a una clase de mujeres en vez de a otras, o no sentirlo, sería el propio Arcipreste narrador, o -si se considera que está hablando en general- cualquier otro hombre; pero nunca las mujeres objeto de tal elección, ya se entienda que el verso se refiere solo a las mujeres pequeñas, según la lectura del ms. T, o tanto a las pequeñas como a las grandes, según la del ms. S.
En definitiva, las dos lecturas del cuarto verso que nos han llegado son tan dispares y tan ininteligibles que los editores y críticos no han podido encontrarle una interpretación satisfactoria de común aceptación. De todos los consultados, solo dos lo transcriben según la versión afirmativa del ms. S: Sánchez (1790) y Janer (1864); Chiarini (1964) lo hace según la versión negativa del ms. T ; Ducamin (1901) incluye las dos versiones, a pesar de que su obra es una edición paleográfica del ms. S; los demás crean textos híbridos entre ambas lecturas y se distribuyen entre los que aceptan la oración negativa, como Cejador (1913), Corominas (1967), Joset (1974) y Blecua (1983 y 1998), y los que se decantan por la oración afirmativa, como Lida (1940) y Gybbon-Monnypeny (1988).
Trataremos de desentrañar este misterio reconociendo la mayor fidelidad del ms. T sobre el ms. S, por lo que consideraremos como original el texto que encontramos en el primero en todo aquello que no ofrezca un problema interpretativo en sí mismo; es decir, supondremos que solo debemos encontrar sustitutos para ‘arrepienten’ y ‘troco’.
En el verso tercero el Arcipreste está hablando de sí mismo en cada uno de sus dos hemistiquios expresando su propio gusto; pero creemos que en el cuarto lo que pretende es generalizar, extendiendo su inclinación a un sujeto abstracto para justificar que su apetencia es la normal, la esperable de cualquier otro hombre con dotes naturales de seductor, ya que en todo el episodio no hace más que dar razones y ejemplos extraídos de la naturaleza para justificar el mayor valor de lo pequeño sobre lo grande. Y ese sujeto genérico en el que descargar la preferencia de las mujeres chicas por las grandes no puede ser otro que un ‘proco’, cultismo poco conocido en la época del Arcipreste, que ya utilizó en la estrofa 729 -que hemos reconstruido en un reciente trabajo- y que definirá cuatro siglos después el Diccionario de Autoridades (Tomo V, 1737): «PROCO. s. m. El que pide con repetidas ansias a una mujer para poseerla en el matrimonio, y más propiamente fuera de él. Es voz Latina y de poco uso. Latín. Procus» (hemos actualizado su ortografía). De esta manera, encajaría en el contexto que el verso quisiera decir: «y las chicas por las grandes no son rechazadas por el proco [o no se rechazan del proco]». La cuestión es encontrar una forma verbal de parecida grafía a ‘arrepienten’ o ‘rrepienden’ que por su rareza u obsolescencia pudiera haber confundido a un primer copista causante de la alteración del texto original. Y esa alternativa la encontramos en ‘refieren/rehieren’, del verbo ‘referir/reherir’ que significaba ‘rechazar, repeler, refrenar’. El Arcipreste utiliza la forma verbal ‘rrehiere’ en la estrofa 399, pero solamente en el ms. G -no consta en el ms. T y en el ms. S se sustituye erróneamente por requiere- en una reprobación que el poeta hace al dios pagano Don Amor reprochándole los sufrimientos que causa a aquellos amantes a los que rechaza conceder sus favores: «das muchos enemigos al cuerpo que rehieres». Otro ejemplo de su uso lo encontramos en el ms. O del Libro de Alexandre, en cuyo verso 1483b, en relación con una piedra preciosa a la que supone propiedades mágicas, se dice que «rrefiere las tempestas que vienen en las nuves»; es decir, refrena o contiene las tempestades. Compararemos la grafía de la palabra rrehieres de la estrofa 399 con la del mencionado ms. O y con las respectivas formas verbales que recogen los manuscritos que comentamos para la estrofa 1607. Veremos cómo tanto la hache del ms. G como la efe del ms. O de la segunda sílaba se pueden confundir fácilmente con una letra pe. Así mismo, la letra erre de la tercera sílaba tanto en el ms. G como en el O son gráficamente muy similares a la letra te de arrepiẽte en el ms. T:
Por lo tanto, nuestra propuesta de reconstrucción del arquetipo perdido de esta estrofa, sin perjuicio de la duda que hemos manifestado anteriormente respecto del segundo hemistiquio del verso segundo, sería (actualizando su ortografía para una mejor lectura):
Del que mucho habla ríen, mucho reír es de loco;
tiene la dueña pequeña amor grande y no de poco.
Dueñas di grandes por chicas, por grandes chicas no troco,
y las chicas por las grandes no se refieren del proco.
A partir de aquí siguen dos estrofas en las que elogia con entusiasmo a las dueñas chicas, pues, entre otros halagos, dice que «son frías como la nieve pero arden como el fuego» y, en la casa son «donosas, sosegadas, bienfazientes». Y, tras éstas, despliega a lo largo de seis estrofas toda una inofensiva filosofía a favor de todo lo pequeño que nos ofrece la naturaleza, poniendo diversos ejemplos de cosas que a pesar de su escaso tamaño son muy apreciadas o producen algún gran efecto. Así, y tomando las lecturas del ms. T, en la girgonça (piedra preciosa conocida como ‘jacinto’) yace grand resplandor (1610a); en muy poco azúcar yace mucho dulçor (1610b); un grano de pimienta, más que la nuez conorta e más escalienta (1611ab); una pequeña rosa tiene mucha color (1612a); muy poco oro tiene grand preçio e grand valor (v. 1612b); en un poca cantidad de bálsamo está mucha olor (1612c); en un rubí hay mucho color, virtud e preçio, nobleza e claridad (1613b); la calandria y el ruiseñor más dulce cantan que otra ave mayor (1614b); por último -y tomando esta vez como referencia el ms. S para corregir un claro error del ms. T que duplica un verso anterior- el papagayo y el orior (‘oropéndola’) también son aves pequeñas, pero cualquiera de ellas es dulçe gritador (1615ab).
Pero esa aparente inocencia va a terminar al final del episodio, cuando el Arcipreste nos revela una razón de mayor peso para decantarse por las mujeres pequeñas en vez de por las grandes: del mal es mejor tomar la menor cantidad posible. Lo expresa en la estrofa 1617 con unas palabras que transcribimos del ms. T y cuya grafía modernizamos para su mejor comprensión:
Siempre quise mujer chica más que grande ni mayor:
no es desaguisado del gran mal ser huidor;
del mal tomar lo menos, dícelo el sabidor;
por ende, de las mujeres la menor es la mejor.
Siguiendo las enseñanzas del Arcipreste, trataremos de reírnos solo un poco con esta lectura, y reflejaremos únicamente las imágenes de la estrofa cuyo arquetipo hemos reconstruido en cada uno de los dos manuscritos mencionados.