La casa en llamas
Maite Alcaraz.- En la película La casa en llamas, una familia catalana se descuaderna entre traiciones, mentiras y ambiciones. Te los crees -menos a Alberto San Juan, que es tan mal actor como sectario. Pero el problema de la familia sanchista es que emite siempre señales de impostura, de folletín escrito por el laboratorio de ideas de Moncloa, por lo que queda la duda de si no es todo un teatrillo. Esta semana las ministras del Consejo de Ministras de Pedro el Feminista se creyeron las protas y amenizaron con un sainete con poca sororidad la rueda de prensa tras la reunión del Gabinete, a cuenta de la imposición del IRPF al salario mínimo, ese que sube el Gobierno constantemente a costa de que lo paguen los empresarios y que por primera vez, gracias a unos reconocidos defensores del progresismo y la justicia social, va a tener que tributar porque excede el mínimo exento de 15.876 euros anuales: el Gobierno te lo ha dado -50 euros; el Gobierno te lo ha quitado -20 euros; alabado sea el jefe del Gobierno que se lleva gran parte de la subida que apoquina la patronal.
Aunque el autosabotaje del martes lo protagonizaron Yolanda Díaz y Pilar Alegría, una portavoz-bulería que no evita ningún charco que le permita tener una muesca más en su arma sanchista, la pelea era realmente de vicegatas, digo de vicepresidentas. Era la ausente María Jesús Montero —la misma que vive para lanzar promesas allende Despeñaperros— la que le había colocado a la líder de Sumar un sablazo fiscal a su subida del salario mínimo. Pero Díaz lo conocía desde que una comisión de expertos que ella había formado ya le había advertido de ello. Marisu tiene mucho gasto público y muchos estómagos a los que alimentar para que voten a su Pedro y a ella en Andalucía, y no está dispuesta a perder 1.000 millones y otorgar una baza a la reina de la mecha. Una reina que demoscópicamente está muerta y necesita marcar perfil, aunque sea afilando las uñas contra las protegidas de Sánchez. Ya lo hizo recientemente contra Carlos Cuerpo con la reducción de la jornada laboral y aparentemente le salió bien. Pero la todopoderosa segunda del PSOE es mucho toro y Pedro no puede dejarla en mal lugar.
Desde que Soraya y Cospedal no se saludaban en tiempos de Mariano, no se había visto una celada como la que le ha tendido la primera vice a la ministra de Trabajo. No tuvo clemencia Feijóo cuando recordó en la sesión de control del miércoles a su paisana que a Pablo Iglesias nunca le habrían hecho nada parecido. Es lo que tiene convertirse en marca blanca del PSOE y creer encima que te van a respetar. Hasta enferma Montero le ha merendado el chocolate a Díaz, entretenida besuqueando a Unai y Pepe, sus testaferros de la pancarta… contra el PP. Pero no está todo dicho. Precisamente es con ese partido de la derecha que ataca a los vulnerables —en palabras de Yoli— con el que Sumar va a hacer honor a su nombre por primera vez para desenmascarar el falaz escudo social del PSOE. Hay tres proposiciones para que a Marisu la febrícula que padece curse en neumonía política cuando se materialice una pinza que ríete tú de la de Aznar con Anguita. Pero siempre puede el jefe Sánchez tocar la corneta y cambiar de opinión. Quizá Patxi ya esté elaborando el argumentario contrario al que mantenía esta semana. Quién dijo pudor.
En la película dirigida por Dani de la Orden, la casa familiar de Cadaqués de los Codina termina devorada por las llamas. En el Gobierno lo de menos es que Pilar, María Jesús y Yolanda se mienten la madre —porque siempre estará papá Sánchez para aplicar el pegamento infalible de coche y despacho público—, lo peor es que el fuego de verdad, no las escaramuzas de las vicegatas, ya avanza hacia el despacho oval de Moncloa proveniente de focos en Badajoz, de las cercanas dependencias de la catedrática sin licenciatura y del Tribunal Supremo, donde un fiscal general está a punto de ser procesado mientras la UCO busca sin descanso quién reclamó y/o recibió los datos reservados de Alberto González Amador provenientes del correo electrónico de Álvaro García Ortiz, cuenta de Gmail borrada por el fiscal el mismo día que fue imputado, en una práctica de culpabilidad propia de un chorizo con abogado del turno de oficio.
Hay un bombero de nombre Félix cuyo tupé primorosamente despeinado empieza a oler a chamusquina.
“…en una práctica de culpabilidad propia de un chorizo con abogado del turno dde oficio.”
¿ A qué viene esa despreciativa referencia a los abogados del turno oficio, que ya tienen bastante con lo que llegan a aguantar ?