El porno «soft» de Íñigo Errejón y Elisa Mouliaá
Pedro Narváez.- Esta historia es muy cutre. Es una película porno en el que él no se quita el reloj y ella lleva las bragas por la rodilla. Si el polvo de cada borrachera se retransmitiera en directo habría que pedir una excedencia o la baja por depresión. Elisa Mouliaá dice que toma sertralina. Poco me parece. Hace tiempo que dejó de hacerme efecto. Uno decide con quién se acuesta pero no con quién se levanta, y eso es lo malo: que lo que hay por la mañana dista mucho de lo que había por la noche. Resulta que al día siguiente Errejón tenía un miembro viril y no era un eunuco que recitaba párrafos de Sartori o de Leo Strauss. Joder, y parecía un intelectual, y, sin embargo, la trataba como una muñeca hinchable de la Orquesta Mondragón. A los dos les daba morbo a una hora, pero a otra se presentaba el asco como esas manchas negras entre los azulejos blancos en un cuarto de baño en el que las luces parpadean.
Vamos por partes de la mandanga. Errejón se merece todo lo que le pueda venir por vía judicial. Me encanta escuchar a un ex podemita decir que confía en el juez. ¿No eran los jueces una pandilla de fachas que iban a por vosotros? Merece además el escarnio público porque compró hacia el exterior la teoría según la cual todo lo que él hacía era delito. O sea, que para él mismo era un delincuente. Si una chica señalaba a un hombre, ella tenía razón, ¿no era eso, Íñigo? No había que pasar por el juzgado. Un hombre señalado merecía que le cortaran los huevos. Claro, que ahora son tus huevos.
De ella, poco hay que decir. Vista en televisión, después de Bárbara Rey, uno no sabe qué pensar. La vedette se ha llamado a sí misma puta en sentido figurado. Habría que hacer un ensayo semántico. La Mouliaá nos contaba historias de «niñas» de diecinueve años a las que Errejón sacaba unas rayas de coca pero que no se atreven a denunciar, como si la coca fuera burundanga. Hay drogas más allá de la coca que los de diecinueve manejan con esmero. No les puedo contar porque no las he probado.
En fin, de la Mouliaá y de las demás que dice conocer mejor no opinar por falta de pruebas y porque hay mujeres que lo pasan mal, mujeres que son violadas, humilladas y que ante este mamarrachismo pierden fuerza y respeto. Todo mi apoyo a las que lo pasan mal de verdad y no entran en el espectáculo de la basura. Mouliaá quiere dar por saco a Errejón (y se lo merece por hipócrita), pero a la vez ningunea la causa de las mujeres agredidas sin remisión, no como ella, que se tomó no sé cuántas copas y para cuando quiso recordar supo que su hija pequeña tenía fiebre.
Ay, sí, , la orquesta Mondragon, con Javier Gurruchaga cantando : “Caperucita feroz ” Para morirse,,,¿ de risa o de miedo ?