Sevilla, Altar de la Fe : La Magna que unió devociones
El pasado 8 de diciembre, Sevilla volvió a ser el centro espiritual y cultural del mundo católico con la procesión magna que clausuró el II Congreso Internacional de Hermandades y Piedad Popular. Este evento extraordinario reunió a ocho de las imágenes más veneradas de la fe sevillana y su entorno, convirtiéndose en un ejemplo de la riqueza de la piedad popular y la devoción mariana.
La procesión contó con imágenes icónicas de la capital hispalense: el Gran Poder, la Esperanza de Triana, la Esperanza Macarena y el Cachorro, a las que se sumaron la Virgen de los Reyes, patrona de Sevilla, y las devociones foráneas de la Virgen de Valme (Dos Hermanas), Consolación (Utrera) y Setefilla (Lora del Río). Estas últimas se presentaron en Sevilla de manera inédita, atrayendo a miles de fieles desde sus respectivas localidades.
La procesión comenzó en la Catedral de Sevilla y recorrió el centro histórico, pasando por lugares emblemáticos como la Plaza Virgen de los Reyes y el Paseo de Colón. Las imágenes desfilaron en pasos especialmente engalanados para la ocasión, destacando los exquisitos exornos florales y el cuidadoso diseño de sus vestimentas. El Gran Poder, por ejemplo, lució su célebre túnica persa, mientras que las Esperanzas se adornaron en un despliegue de delicadeza y tradición apropiado para la ocasión.
El evento congregó a más de 270,000 asistentes, incluyendo miles de turistas nacionales e internacionales, quienes llenaron los hoteles y restaurantes de la ciudad, alcanzando una ocupación hotelera cercana al 95%. Sevilla se convirtió en un testimonio de fe, donde el fervor religioso se unió al dinamismo cultural, generando un impacto económico significativo.
La planificación involucró a más de 600 agentes de seguridad, apoyados por voluntarios y equipos de emergencias. Se establecieron controles de acceso y puntos de observación privilegiados, con sillas en gran parte del recorrido , cuya venta que se agotó muy rápidamente.
Más allá de la espectacularidad, esta procesión Magna reflejó la esencia de la piedad popular, descrita por el Arzobispo de Sevilla como “una fuerza evangelizadora”. Este evento, con sus siglos de tradición, recordó el papel central de las hermandades en la espiritualidad sevillana y su capacidad de unir a comunidades en torno a su fe.
La Magna de Sevilla no solo clausuró un congreso, sino que reafirmó el alma cristiana y mariana de una ciudad que sigue siendo faro de devoción para el mundo.