¿La ultraderecha aceptable?
Vicente Vallés.- A finales de mayo de 2023, el PSOE fue barrido del poder en buena parte de las comunidades y ayuntamientos más importantes. Aquellas elecciones supusieron un descalabro para Pedro Sánchez, pero quienes sufrieron la patada en su trasero fueron los presidentes autonómicos y los alcaldes de su partido. Sin embargo, los pactos del PP con Vox para gobernar en buena parte de esas instituciones facilitaron la campaña de Sánchez en las inmediatas elecciones generales, convocadas espasmódicamente por el presiente apenas doce horas después de confirmarse su derrota en las municipales y autonómicas: el líder socialista se podemizó para lanzar una «alerta antifascista», que evitara un gobierno con Santiago Abascal como vicepresidente. El PSOE perdió, pero reunió una mayoría falsamente autodenominada progresista, en la que participan hasta los muy derechistas de Junts y PNV. Sin embargo, la alerta antifascista puede matizarse cuando conviene.
En 2021, Vox salvó a Sánchez de una grave derrota parlamentaria. Abascal decidió que sus diputados se abstuvieran en el Congreso, cuando el PP votó contra un decreto de Moncloa sobre gestión de fondos europeos. Y el presidente alabó la «responsabilidad de país y el sentido de Estado» de la ultraderecha.
Hace apenas unos días, también se estableció una pausa temporal en la alerta antifascista, cuando el socialismo español no hizo ascos a que la exvicepresidenta del Gobierno, Teresa Ribera, comparta asiento en la Comisión Europea con comisarios de extrema derecha elegidos por los gobiernos de Italia y Hungría.
Y, más allá del socialismo español, la izquierda y la extrema izquierda francesas han aceptado dejar de lado la alerta antifascista, para aceptar con gusto los votos de la ultraderechista Marine Le Pen, para derribar al gobierno de centro derecha de Michel Barnier.
Nada de esto evita que los partidos de izquierda sigan dando sermones periódicos sobre el peligroso avance de la extrema derecha, y pongan a caldo –con razón– a la derecha, cuando se deja llevar por peligrosas derivas populistas. Pero las razones se pierden cuando los hechos y las palabras cuadran mal. Y cuadra muy mal que para la izquierda, en algunas ocasiones, la ultraderecha sea aceptable.