Óscar López
Mayte Alcatraz.- Pues nada, los madrileños van a tener a un candidato socialista que está dispuesto a acabar con el trumpismo de Isabel Díaz Ayuso. Lo ha dicho Óscar López, que no sabemos si aplicará en la capital de España alguna de sus recetas preferidas. Tiene donde elegir: la deslealtad con que dejó tirado a su «amigo» Pedro Sánchez y se enroló en el equipo de Patxi López; su segunda vida como pelota número uno del «colega» al que abandonó; el fracaso enciclopédico que cosechó como candidato autonómico en Castilla y León en 2011, donde llevó al PSOE con 29 escaños al peor resultado de su historia hasta aquel momento; la irresponsabilidad con la que gestionó su papel de jefe de la oposición en aquella tierra, sin mudarse jamás a Valladolid, sin acudir a las Cortes y desentendiéndose de los problemas regionales; la galbana bien remunerada que cultivó como presidente de Paradores; o su más reciente aportación a la limpieza política: usar a su jefa de Gabinete para tender una trampa a Juan Lobato, al que ahora sustituye, con información reservada para perjudicar a la rival política contra la que Pedro Sánchez gasta una obsesión enfermiza.
Este nuevo paracaidista de Sánchez en Madrid, que se suma a precedentes como Pepu Hernández y Reyes Maroto en el Ayuntamiento, con un resultado desastroso, viene para ensuciar una Comunidad que, en contra de los designios de Moncloa, nunca ha tragado la quina socialista. De hecho, lleva 30 años sin otra determinación que impedir que un presidente de izquierdas ocupe la Puerta del Sol. Lo han intentado vicepresidentes, ministros, catedráticos de universidad, amigos de presidentes, y la respuesta del electorado madrileño ha sido la calabaza Ruperta. Desde la marcha de Leguina, al que ahora el Sumo Líder maltrata, la izquierda se ha dado unos piñazos en la villa y corte siderales. Los socialistas tocaron fondo cuando perdieron la segunda posición que les birló el Más Madrid de Errejón y Mónica García. Así de bajo cayeron. Solo Lobato consiguió rozar la recuperación, al quedarse a solo dos décimas del partido de Yolanda Díaz; y así le han pagado.
La corrupción que le rodea y la posibilidad de que su fin ya no esté tan lejos, han convertido a Su Sanchidad en un ser sediento de venganza y dispuesto a destrozar cuantas instituciones se resistan a su pulsión autocrática. Acaba de nombrar secretario de Estado de Comunicación a un killer de Ferraz y ahora manda a otro a Madrid, con el encargo de acabar con Isabel Díaz Ayuso. Por lo civil o por lo militar. Sabe desde que fue sin pena ni gloria concejalillo de la capital que sus vecinos madrileños no le quieren ni ver. Por eso no soporta que Ayuso le haya birlado la bandera del pueblo que él dice patrimonializar. La presidenta del PP solo necesitó poner la oreja en los bares donde se habla de los impagos, de la cuota de los autónomos o de las dificultades para llegar a fin de mes. Esos bares de barrio donde indigna que los separatistas se lleven el fruto de su trabajo como pago de Sánchez para que le mantengan en Moncloa. Esos bares de café y porras que no frecuentaban Ábalos o Koldo, más aficionados a otros establecimientos.
El 14 de julio de 2018, un largo mes después de que triunfara la moción de censura contra Rajoy, en la embajada francesa en Madrid el hoy ministro y aspirante a presidente madrileño dijo en un corrillo, refiriéndose a su entonces examigo Pedro: «Este tío nos llevará al desastre». No se equivocó nada. Ahora él intentará hacer lo propio con Madrid. Aunque quizá esta candidatura solo sirva para engrosar la larga lista de caídos por Pedro enterrados en el perímetro de la M-30.