Begoña sin toga
Mayte Alcaraz.- La profesional independiente más famosa de España ya no tiene toga. Tiene Falcon, Superpuma, Mareta, Doñana, asesora monclovita, coche oficial; pero el peso de la excelencia universitaria, el compromiso con el pensamiento universal, la labor ecuménica que otorga una cátedra de conocimiento, es ya solo un recuerdo del pasado, una triste memoria destrozada por una recua de fachas, conductores todos de lamborghinis, alérgicos a las bicicletas, comedores compulsivos de chuletones, aficionados a Las Ventas, espectadores de El Hormiguero y, lo que es peor, enfermos de envidia de que una curranta como Begoña consiguiera evolucionar, en tan solo unos meses, de pedir a las puertas de El Corte Inglés dinero para las ONG a ostentar un magisterio solo alcanzable para las mentes más preclaras de la sociedad.
Una autoridad como ella en captación de fondos, que ha revolucionado el sector, cuya docencia ha representado un antes y un después en la historia del pensamiento europeo, va a dejar de impartir su conocimiento en las aulas de la Complutense. Un mazazo difícil de asimilar. Tengo para mí que los alumnos de la primera universidad española acusarán durante largos años esa privación traumática de una disciplina motriz en el progreso de la humanidad. Y todo por el empeño de un juez en meter sus derechistas narices en la vida laboral de una ciudadana normal, que jamás ha disfrutado de un euro público, ni vive ni ha vivido de las arcas de todos, ni ha pisado un palacio de Patrimonio ni comido en vajilla oficial.
«Tanto todo para nada» blasonará grabado con Hierro en su escudo junto a la fuente donde Guiomar era cortejada por Machado y Sánchez sedujo al independentismo. De poco ha servido que su marido, otro faro del pensamiento y honesto ciudadano, estuviera a punto de tirar por la borda su carrera, su limpia ejecutoria al frente del Gobierno español, para defender el amor, sí, el amor de verdad, no el que se compra y se vende por un puñado de votos, el amor con mayúsculas. Es muy injusto que nadie le creyera en aquellos dolorosos cinco días, cuando juró amor eterno a la brillante captadora de fondos. Ni que haya servido para nada que decenas de compañeros socialistas tuvieran que perder la vergüenza y el pudor para ir a manifestarse a la calle Ferraz en favor de la esposa imputada y para animar al depresivo Líder. Todo, para que al final la Complutense, esa desagradecida institución cuyo rector corría solícito cual corderito cada vez que la catedrática le llamaba a Moncloa, la despoje ahora de sus dignidades.
No hay derecho. Ahora todos miran hacia otro lado. Hasta el fraternal amigo Javier Hidalgo dice que no recuerda nada de reuniones con Begoña ni de ayudas públicas para salvar su empresa. Todos han perdido la memoria. Nadie quiere recordar esas fotos con la presidenta —según el feliz lapsus de Patxi López—, esos días de vino y rosas —Bego, a ver si tu marido mira lo mío—, esas visitas a Moncloa para rendir tributo a los Kennedy de Pozuelo —no te preocupes, Pedro tendrá en cuenta lo que estás haciendo por mí—.
Y lo peor es que esos viejos tiempos no volverán. Habrá una generación perdida de universitarios a los que les faltarán herramientas para enfrentarse al mercado laboral, que no recibirán en primera persona esos parlamentos begoñiles difíciles de calificar, pero tan preñados de luz progresista. Ahora será complicado levantar cabeza. De qué le valdrá a la excatedrática tanta ciencia infusa si no la va a poder propagar por el mundo, compartir con los menos favorecidos, con todos aquellos que van en las Cercanías del camarada Óscar y por eso llegan tarde a la Universidad. No hay derecho.
Siempre puede la catedrática sin carrera vender en Vinted la toga que tantos sudores le costó tener. Ah, no, que Marisú Montero vigila las ventas de segunda mano. Es que cuando todo se pone en contra…