La estrofa 869 del Libro de buen amor. Reconstrucción del arquetipo
Por Alberto González Fernández de Valderrama.- Esta estrofa se encuentra incluida entre los episodios del Libro que relatan la imaginada historia de los intentos de seducción a la hermosa viuda Doña Endrina por parte de un amante apasionado, que no sabemos bien si es el propio Arcipreste que habla en primera persona o su alter ego D. Melón de la Huerta/Ortíz, tal como a veces se le nombra, y todo ello valiéndose de los servicios de una experimentada alcahueta. Pero lo que aquí nos interesa es adentrarnos en el misterio que acompaña a esta estrofa desde que fue publicada por primera vez a finales del Siglo XVIII, en una época histórica que llamamos “la Ilustración” y que, pese a su nombre, no consiguió arrojar luz alguna que aclarase el significado de la palabra que cierra su tercer verso. Nosotros lo haremos estudiando directamente los dos manuscritos (S y G) en que nos ha llegado.
Según la edición de Blecua, dice:
« Bien sé que diz verdat vuestro proverbio chico, (869)
que el romero fito sienpre saca çatico;
sed cras omne en todo, no vos tengan por teñico:
fablad, mas recabdat quando ý yo non finco »
Todas las palabras que acabamos de leer tienen un significado conocido a excepción de teñico, que no figura en ningún diccionario ni ha sido recogida por ningún otro documento que se conozca, razón por la que es considerada como un ejemplo típico de hápax, una palabra solo existente en la obra del Arcipreste y a cuyo desciframiento se consagraron varias generaciones de filólogos que no dieron con la clave para conseguirlo porque partieron de dos premisas absolutamente falsas:
1ª) Que el Arcipreste escribía para que nadie le entendiera.
2ª) Que la literalidad (aparente o presunta) de una palabra transcrita por el último eslabón de una cadena de copistas es un valor más importante que el propio sentido común.
Desterrando la anteriores ideas, que tanto daño han hecho al cabal entendimiento de esta obra magna de la literatura medieval española, trataremos de dar una respuesta definitiva a este misterio. Pero lo primero que debemos hacer es explicar el significado general de la estrofa y ponerla en su contexto.
En la inmediatamente anterior el Arcipreste-le consideraremos a él como protagonista a efectos prácticos- cuenta que la alcahueta, a la que apoda Trotaconventos le había preparado para el día siguiente una cita en su casa con su amada con la intención de dejarle a solas con ella en algún momento con cualquier excusa para que diera rienda suelta a su pasión incontenida. Y es en esta estrofa donde recoge las palabras que la alcahueta le da como consejo para tener asegurado su éxito.Pero esto lo veremos paso a paso, cotejando los dos manuscritos (S y G) en que nos ha llegado.
Ya hemos indicado y demostrado en otras ocasiones cómo el ms. G es mucho más fiel al texto original que el ms. S, lo que se aprecia claramente en la letra desaliñada del primero (como la del estudiante que intenta tomar apuntes al dictado de un maestro que habla con cierta rapidez intentando reflejar fielmente cuanto oye) frente a la letra exquisita y delicada del segundo, que más parece pretender ofrecer un bello producto a la vista y al oído a efectos de su mejor comercialización, con independencia de su veracidad allá donde el copista encuentra una lectura difícil. En esta estrofa existen diferencias entre ellos de escasa entidad, pero a la hora de escoger una nos inclinaremos, con salvedades, por la del ms. G.
1. Análisis del primer verso
Consecuentemente con lo dicho, frente a la lectura del ms. S, prefiero la del ms. G:
«Sé que bien dize verdat vuestro proverbio chico»
El verso cuenta con una métrica ajustada al canon de la cuaderna vía y su sentido es diáfano. La alcahueta recurre a un refrán o proverbio que «bien dice verdad» para que el ardoroso y frustrado amador consiga su objetivo. Cinco veces menciona el poeta en el Libro la palabra proverbio como testimonio de sabiduría popular que le servirá para ilustrar sus historias: en unaocasión lo adjetiva de viejo, en otra de antiguo y en otra de non mintroso(no mentiroso). En esta ocasión, por no repetirse, lo califica de chicoforzando la rima de los demás versos en -ico, lo que nos dará pie a realizar algunas observaciones que iremos desgranando.
2. Análisis del segundo verso
Se recoge aquí un refrán suficientemente documentado en la literatura medieval, con alguna variante (Berceo sustituye çatico por raçión). El copista del ms S no debió conocer ese refrán, o no prestó atención a lo que escribía y convirtió el segundo hemistiquio en hipermétrico añadiéndole (mediante abreviatura) el pronombre relativo que (que siempre saca çatico / […]) como si creyera que este verso no contuviera una oración completa y tuviera continuación en el siguiente. Aparte de ello, escribe fyto frente a hito del ms. G, lo que es indicio de no tratarse de la grafía original sino obra de un copista leonés. Optaré, por tanto, por la lectura del ms. G:
«que el romero hito siempre saca çatico»;
El romero al que se refiere el refrán es el devoto que acudía en peregrinación a algún lugar santo y que se sustentaba de las limosnas que conseguía por el camino. Fito/afito (hito/ahito) significaba «fijo, firme» y también «tenaz, porfiado». Y se llamaba çatico o zatico a un mendrugo de pan, que en sentido figurado valía como «limosna», como podemos advertir en el Tesoro de Covarrubias, que menciona y comenta este refrán en sus entradas ahito y çatico. En resumen: que el hombre que ansía algo, inamovible al desánimo e insistente hasta ser importuno, lo acaba consiguiendo.
3. Análisis del tercer verso
Este es el que presenta mayor dificultad. Aclararemos previamente que cras es un adverbio temporal equivalente a «mañana». El ms. S contiene un primer hemistiquio excesivamente hipométrico, ya que cuenta tan solo con cuatro sílabas en vez de siete: sed cras omne (sed mañana hombre), mientras que al segundo le sobra una sílaba: non vos tengan por […]ñico. Volvemos por lo tanto a admitir como más cercano al original el texto del ms. G: ya que si su primer hemistiquio tiene seis sílabas haciendo uso de la sinalefa (set cras omne en todo) ese defecto de medida lo compensa justamente con el exceso de una sílaba en el segundo: non vos tenga por [..]ñico, de forma que en su conjunto el verso resulta alejandrino. Obsérvese, a mayor abundamiento, que en este último manuscrito la forma empleada del verbo tener (tercera persona del singular) es la correcta, pues la única persona que en ese encuentro íntimo podría poner en duda la hombría del amante es Doña Endrina y no la gente en general.
Nos queda ahora entrar de lleno en el estudio de esta misteriosa palabra, de la cual podemos partir de la base de que termina en -ñico pues la tilde de la eñe, común en ambos manuscritos y trazada por sus respectivos copistas con trazo firme y seguro parece corroborarlo. De hecho, si comparamos este signo diacrítico con la tilde de la palabra niño del verso 131b del ms. G, escrita por la mano del mismo copista, no hay duda de que éste reproducía la virgulilla propia de una eñe y no un signo abreviativo que elidiera parte alguna de una palabra más larga. No obstante, esta precisión no ha sido cuestión pacífica, y lo comprobaremos examinando con detalle lo que los distintos editores y críticos del Libro han propuesto a lo largo de la historia para dotar de significado a esta problemática palabra.
La primera edición (T. Sánchez, 1790) transcribe zenico anotando: «Parece cobarde». Janer (1846) copia la lectura anterior sin hacer comentarios. Ducamin (1901) parece escribir tenico, bajo una amplia lineta horizontal que imita la tilde que la palabra lleva en los manuscritos; pero su aparente i latina no es sino una línea vertical que divide su palabra en dos bloques de letras, lo que denota que no comprendía lo que estaba transcribiendo y que se abstenía de pronunciarse al respecto, razón por la que tampoco incluía nota aclaratoria al pie de su texto. Cejador (1913) renuncia a la prudencia de Ducamin e inicia, como es habitual en él, una carrera de despropósitos en la inteligencia de este texto que ya no cesará. Transcribe çenico, palabra inexistente a la que atribuye el significado de cínico, vocablo esdrújulo que destruye la rima de la estrofa y que, en cualquier caso, desencaja por completo del contexto. Consciente de ello propone una alternativa, más disparatada aún: «Çen-ico pudiera también ser lo mismo que çestilla, como cen-acho y cen-eque;[…]». Pero con una çestilla ya se compara al narrador en la estrofa siguiente en otro contexto distinto, y sería un dislate repetirla deformándola gráficamente solo para que rimara con -ico, como si el poeta no tuviera imaginación para encontrar una palabra común y corriente que llevara esa terminación. J. M. Aguado, en su Glosario sobre Juan Ruiz (1929) tiene una entrada para la voz tenico, que remite a este verso, pero no propone ningún significado para ella, limitándose a sustituir su definición por dos signos de interrogación. Margherita Morreale, en un artículo publicado en 1956, aporta su particular tesis que admite dos posibles lecturas: la primera de ellas sería otra palabra inexistente, ceñico, que para ella podría ser una variante desconocida de ceñudo (disgustado, enojado) que en cualquier caso tampoco encajaría en el contexto. Consciente de la debilidad de esta primera propuesta hace hincapié en otra aún más extravagante, ennico, que ella supone más verosímil por el hecho de estar documentada en un códice bíblico conservado en la biblioteca del monasterio de El Escorial que la transcribe como traducción al castellano romance de la palabra latina (de origen griego) ethnicus en referencia a los étnicos (gentiles) a los que alude en tono despectivo en el Evangelio de San Mateo. Convierte, por tanto, a la vieja alcahueta en una docta latinista y supone que los lectores de la estrofa lo serían igualmente para poder entender el verso. En cuanto al tránsito de esta palabra esdrújula a una llana comenta que si no se produjo de un modo natural en el habla coloquial (?) debió de ser el propio poeta el que la deformó para forzar su rima con los demás versos. Tatiana Fotitch, en su artículo Libro de Buen Amor, 869c (1958) presupone que la palabra original es çenico y que procede de una raíz cen-, que explora hasta la saciedad en el vocabulario latino y griego para acabar diciendo que « debe ser un término popular, una palabra que huele a tierra » y proponer -con todas sus reservas- que se trata de un diminutivo de cieno, con un sentido figurado de avergonzado por su poca hombría. Chiarini (1964), recoge tenico anotando que del contexto se infiere algo así como «desprovisto de iniciativa»; pero no debe de estar muy convencido de su lectura cuando a continuación dedica los mayores elogios a la de T. Fotitch, anotando que a ella se le debe «el último intento encomiable de circunscribir y atacar decididamente con las más feroces armas de la exégesis lo irreductiblemente enigmático de esta extraña palabra ».
Corominas (1967) merece un párrafo aparte por su gran inventiva. Opta también por la lectura tenico y acierta al rechazar categóricamente las propuestas de Cejador y de M. Morreale que suponen poner en boca de una alcahueta «dos helenismos cultísimos y de fecha tardía », aparte de que transforman una palabra esdrújula en otra llana para que rime con los demás versos; pero comete otro error del mismo o igual calibre al proponer una palabra no documentada presuponiendo -eso sí, con muchas reservas- que un tenico debía de ser algo así como una cesta o un harnero (tamiz o colador), recipientes que no sirven para contener el agua. La vieja le estaría diciendo al Arcipreste: «no os tengan por alguien que suelta lo que coge, por persona sin carácter, incapaz de conservar lo que le han proporcionado otros». Y para justificar su tesis comenta que acaso tenico sea un derivado de capotenico (palabra documentada dos siglos más tarde como variante de capote). En cualquier caso, apunta, subsidiariamente y con mucha cautela, hacia la palabra enico (inicuo, malo), documentada en castellano a partir del S. XV, que no encaja en el contexto, impropia del lenguaje coloquial y a la que le falta una consonante en su primera sílaba.
Pero las propuestas del eminente etimologista siguen sin convencer a la comunidad filológica. Márquez Villanueva (1968) propone cenizo, que al menos existe, pero que tampoco rima. Criado de Val-Naylor (1972) eligen tenico sin proponer significado alguno. También Joset (1974), que parece inclinarse por el significado que a esa palabra le da Corominas. Gybbon-Monnypeny (1987) es el primero que escribe teñico, cree que debe tener un sentido como de «flojo e ineficaz» y lo deriva de tinea (oruga, gusano), que en aragonés derivó en tiña por lo que con el diminutivo -ico significaría gusanillo u oruguita, ya que Doña Endrina es de Calatayud (pero no la alcahueta que está hablando, ni el Arcipreste, ni sus lectores). Blecua (1998), como hemos visto, escribe teñico y comenta una obviedad, que «el contexto exige un campo semántico de valor negativo», recordando en sus notas finales haber apuntado sin convicción que pudiera tratarse de «un derivado del término jurídico latino tegna, ‘dolo, engaño’ (de un technosus o tegnosus)» para acabar reconociendo que no sabe lo que significa exactamente ese hápax ni su etimología.
La guinda a este pastel la puso Emilio Alarcos Llorach, en su estudio monográfico publicado en 2007, en el que afirma que la larga lineta que corona la palabra escrita por los dos copistas no es la tilde de una eñe sino un «claro trazo de abreviación»(no documentado, por cierto) que comporta no una sino dos abreviaciones sucesivas pero discontinuas, pues no se limita a elidir una simple letra de la primera sílaba de la palabra sino dos letras más de una segunda ahora desaparecida; práctica que atribuye no al propio poeta sino a algún primer copista del texto original. Así, propone como lectura correcta «te[r]n[er]ico». La alcahueta, en definitiva, habría contrapuesto a la hombría del amante la debilidad de un ternerito; en las propias palabras del prof. Alarcos, le estaría queriendo decir: «Pórtate mañana como un hombre; no te tome la dama por un mamoncillo inexperto». El problema de suplir la laguna del texto con una palabra tetrasílaba que lo hace aún más hipermétrico lo resuelve tomando como original la lectura del ms. S (solo en ese aspecto que le interesa), que no incluye el complemento en todo del ms. G, con la consecuencia de que desluce el verso, ya que, o bien queda el primer hemistiquio demasiado corto (sed cras omne) y el segundo muy largo (non vos tengan por ternerico) o descompone el verso en otros dos versos que serían heptasílabos según la métrica poética (como él realmente propone) aplicando la cesura requerida de un modo antinatural y cacofónico, defecto del que el poeta no necesitaba servirse: «Sed cras omne; non vos / tenga(n) por ternerico». Si quisiera recurrir al mundo animal para buscar su palabra habría podido utilizar la palabra “mico”, que no le producía problemas de hipermetría y, en el peor de los casos a cualquier otro animal designado por una palabra inicialmente bisílaba a la que añadiera el sufijo -ico para que su rima encajara en la estrofa: pollico, perrico, cerdico, etc.
Pero no podemos aceptar ninguna de estas propuestas por las razones al principio indicadas, ya que el sentido común más elemental nos conduce por otro cauce. Si lo que buscamos es una palabra del habla coloquial que se ajuste plenamente al contexto con un sentido claramente contrastivo al de hombre, no tenemos que recurrir a palabras inexistentes, extravagantes, latinismos, helenismos o conceptos ajenos al campo semántico del ser humano. Si no hubiera utilizado el poeta la palabra “chico” en el primer verso, ésta sería la que emplearía con toda seguridad para rematar el tercer verso. Pero le quedaba otra, ampliamente utilizada en el habla popular, y que acaso le puso vino al pensamiento tras escribir la palabra romero en el verso anterior, si es que existía en su época alguna romería como las que se celebran anualmente en Zarra (Valencia) conocida como «Romería del Niñico», o la llamada «Romería del Niñico de las Uvas» de Jumilla (Murcia), entre otras. ¿Por qué nadie propuesto para solucionar este enigma filológico la palabra niñico, de uso tan común en el habla popular?
El primer diccionario que recoge esta palabra es el Lexicón Ecclesiasticum Latinohispanicum de Diego Ximénez Arias, publicado en 1569, dentro de su entrada Infans,tis, que toma niñico como equivalente a infantulus, término del latín tardío que no se aplicaba a los bebés sino a los niños preadolescentes, y que podía tener incluso el sentido de «inmaduro». En cambio, niñito lo encontramos en la literatura medieval como equivalente a «bebé» y referido exclusivamente al Niño Jesús.
No obstante, no podemos dejar de mencionar que, si bien el diminutivo habitual en la literatura medieval para niño es niñito, el portugués Gil Vicente (1465-1536?), que escribió en castellano varias obras de temática religiosa recoge en dos ocasiones la variante neñito. Esto nos hace pensar que tal vez el primer copista que deformó el texto original del Arcipreste, optara por transformar niñico en neñico, siendo este el origen de la confusión que esta palabra ha provocado a tantos filólogos a lo largo de la historia.
4. Análisis del cuarto verso
Las lecturas de los dos manuscritos son muy similares. Explicaremos su significado general -no discutido- partiendo de la lectura de Blecua: «fablad, mas recabdat[recaudad, conseguid lo que querais] quando ý [allí] yo non finco [no estoy presente]». No obstante, haremos algunas precisiones:
Sobre el primer hemistiquio: La única diferencia en los manuscritos es que el S recoge la forma verbal fablad y el G fablat, siendo el primero incoherente al registrar el siguiente verbo como recabdat y no como recabdad (escrito en cualquier caso en ambos manuscritos con doble erre inicial). Sorprendentemente, la edición de T. Sánchez sustituye enteramente este hemistiquio por otro (se supone que por motivos morales): «Tratad vuestro casamiento» (copiado, como siempre, por Janer). El resto de editores respeta el texto de alguno de los manuscritos. En cuanto al significado del verbo recabdar, el Tesoro de Covarrubias contiene dos acepciones para su variante gráfica recavdar (pronunciado «recaudar»): «cobrar» y «alcançar alguna cosa que pedimos». Sin embargo, dentro de esa misma entrada se define recavdo en los siguientes términos: «vale mensaje porque ha de cobrar respuesta el que le lleva»; de lo que se infiere una tercera a acepción de este verbo referida al simple hecho de enviar un recado o mensaje a alguien, con independencia de su objeto, éxito o clase de respuesta que se reciba.
El propio Arcipreste emplea este verboen numerosas ocasiones dándole distintos matices: atraerse el favor de, valerse de (113b); alcanzar, conseguir (152d); triunfar (552a, 577d, 579ab) y conquistar, seducir a (1318d), entre otros posibles. En el verso que comentamos recabdat sería para Corominas «despachad, llegad al resultado final», para Joset«lograd el último propósito» y para Blecua «conseguid el fruto».
Sin descartar en este verso cualquiera de los anteriores matices, y conociendo la afición del arcipreste por los dobles sentidos y los juegos de palabras, me atrevería a conjeturar para esta ocasión una segunda significación de tipo jurídico-penal que podemos observar en las Siete Partidas de Alfonso X el Sabio y en muchos fueros de la época. Recabdar era capturar (poner a buen recaudo) a los culpables de delitos, lo que no solo era potestad exclusiva del rey o de un juez sino que, en algunos supuestos podía y debía llevarse a cabo por cualquier persona, como establece la Ley II de la Séptima Partida, por ejemplo, «cuando alguno forzase o llevase robada alguna mujer virgen o mujer religiosa que estuviese en algún monasterio para servir a Dios», sin perjuicio de tener que entregarlo al juzgador correspondiente. Con este acepción la alcahueta estaría enviando un mensaje especialmente cruel al amante: «apoderaos por la fuerza de su cuerpo». En el Fuero de Sanabria podemos encontrar un ejemplo de este significado de recabdar asociado a la palabra cuerpo, en un precepto en el que también se recoge el verbo ficar (quedar), que más adelante comentamos en detalle:
«[12]: Ningún morador de Sanabria, por ninguna calonna [ilícito] que faga, no dé fiador sino en cinco sueldos. Pero porque entendemos que por este fuero ficaríen muchos males sin pena, tenemos por bien que, si ficiere tal fecho por que deva recebir justicia, sea recabdado el cuerpo; […]».
-Sobre el segundo hemistiquio
El ms. S transcribe quando ý yo non fynco y el ms. G quando yo aý non finco. Aclarado en líneas anteriores que ý era una forma arcaica del adverbio demostrativo allí, entiendo que el copista de este último manuscrito quiso escribir la variante que hoy conocemos como «ahí», con la consecuencia de convertir el hemistiquio en hipermétrico, razón por la cual aceptaré su redacción sustituyendo aý por ý .
El verbo fincar significaba «quedar/quedarse» en un sentido muy amplio: radicarse en un lugar, permanecer en un sitio o condición, apropiarse de una cosa o derecho, devenir una persona o cosa a una determinada situación, cualidad o circunstancia, etc. Pero este verbo, como hemos visto en el Fuero de Sanabria, se escribía también, y más antiguamente, ficar, por lo que no puedo aceptar como original la forma fynco/finco recogida en los manuscritos, al no rimar con el resto de los versos. Curiosamente la forma ficar prevaleció en galaico-portugués y como tal nos ha llegado a la actualidad. Veamos cómo define este verbo, con una amplia gama de matices, el utilísimo diccionario on line de la lengua gallega del profesor Estraviz (la traducción al castellano es mía):
«Ficar
[O infinitivo é passível de ser usado como substantivo a indicar ação e efeito] (El infinitivo se puede utilizar como sustantivo para indicar acción y efecto).
VERBO INTRANSITIVO
(1) Estacionar, permanecer num sítio: ficou na escola. ≃ persistir (Quedarse en un lugar: se quedó en la escuela. ≃ permanecer)
(2) Estar situado: fica ao sul do país. (Estar situado: queda al sur del país.)
(3) Pernoitar. (Pernoctar, pasar la noche)
(4) Combinar em segredo: isto fica entre nós. (Acordar en secreto: esto queda entre nosotros).
(5) Ser retrasado ou transferido: a discussão ficou para a chegada do pai. (Retrasar o posponer: la discusión se retrasó, quedó pendiente, hasta la llegada del padre).
(6) Prometer, convir, concordar: ficou em que o levaria ele. (Decidir, convenir, pactar: quedaron en que él se lo llevaría).
(7) Proceder, provir: o nome de Charo ficou-lhe da mãe. (Proceder, provenir: el nombre de Charo provenía de su madre).
(8) Adquirir, comprar: ficou com a vaca. ([…] adquirió, se hizo con una vaca).
(9) Custar: os tomates ficaram em três euros. (Costar: los tomates costaron -se quedaron en- tres euros.[Connotación de haber bajado de precio]).
(10) Ajustar-se, coincidir: as calças ficam-lhe bem. (Ajustarse una cosa a la medida: los pantalones le quedan muy bien).
(11) Permanecer em determinada atitude espiritual ou situacional: desde a morte do pai ficou triste. (Quedarse en determinado estado de ánimo: desde la muerte del padre se encuentra triste).
(12) Manter-se através dos tempos: passaram os homens, mas a ciência ficará. ≃ sobreviver (Perdurar en el tempo, sobrevivir)
(13) Converter-se, tornar-se. (Convertirse, tornarse [una cosa en otra])
(14) fig. Morrer: deu-lhe uma trombose e ali ficou. (Morir: le dio una trombosis y allí se quedó)
VERBO PRONOMINAL
Permanecer, deter-se. ≃ repousar (Quedarse acostado, reposando)
Ficar com: apoderar-se. (Apoderarse de algo. Nótese aquí la pervivencia del sentido jurídic-penal que tenía este verbo en el derecho medieval).
Ficar com a boca aberta: pasmado. (Quedarse con la boca abierta: pasmado).
[lat. ficcare, de figere] »
A la vista de todo lo anterior, me atrevo a reconstruir el arquetipo de esta estrofa del siguiente modo:
«Sé que bien dizeverdat vuestro proverbio chico,
que el romero hito siempre saca çatico;
set cras omne en todo, no vos tengan por niñico:
fablat, mas recabdat quando yo ý non fico.»
El lector, a la vista de las imágenes que reproduzco, tendrá la última palabra.