La estrofa 881 del Libro de buen amor. Reconstrucción del arquetipo
Por Alberto González Fernández de Valderrama.- Esta estrofa pertenece al episodio titulado (no por el propio autor) «De cómo Doña Endrina fue a casa de la vieja e el Arçipreste acabó lo que quiso»y contiene en su tercer verso una ininteligible palabra cuyainterpretación ha suscitado una gran controversia a lo largo de la historia. En este trabajo trataremos de arrojar luz sobre ella ala vista de los dos manuscritos en que nos ha llegado (ms. S y ms. G).
Según la edición de Blecua, dice:
« Si non parlase la picaça más que la codorniz, (881)
non la colgarién en plaça, nin reirian de lo que diz:
castigadvos, ¡ya amiga!, de otra tal contratriz,
que todos los omnes fazen como Don Melón Ortiz. »
¿Contratriz?..Esta es la palabra que, con gran esfuerzo, parece leerse en el ms. G. Sin embargo, en el ms. S la lectura no admite discusión: « contra yz». Pero ni una ni otra palabra significan realmente nada, y esto ha desconcertado a todos los editoresy críticos que quisieron desentrañar un misterio que sigue desafiando al tiempo, pues ninguna de sus arriesgadas propuestas ha obtenido el respaldo únanime de la comunidad filológica.
El episodio narra en primera persona la fantasiosa historia de la obsesión amorosa de un personaje -que al principio parece ser el propio Arcipreste, aunque luego se muestra con el hilarante nombre de Don Melón Ortiz- hacia una hermosa viuda llamada Doña Endrina, a la que pretende conquistar con la ayuda de una vieja mensajera, corredera o trotaconventos, como el poeta llama a las alcahuetas. Esta, con sus buenos oficios consigue hacerse amiga y confidente de Doña Endrina y la invita a su casa, donde le tiene preparada una encerrona, pues ha avisado al ardoroso amante para que a esa hora se presente allí y pueda, con cualquier excusa, dejarlo a solas con ella. Este, totalmente arrebatado, llega a la casa y aporrea la puerta con fuertes aldabonazos que parece que van a quebrarla. La vieja, como para evitar el escándalo, corre a abrirle la puerta y le deja pasar dejando que se acerque a su amada. Pero existe en este punto un paréntesis narrativo debido a que algún censor celoso de la moral consideró el texto demasiado escabroso y lo mutiló para la posteridad, de forma que solo podemos reconstruir su contenido comparándolo con la obra que el Arciprete parafraseó para componerlo, la comedia latina anónima del siglo XII, Pamphilus, a la que el propio poeta alude, entre otras, en la estrofa 891 que remata el relato, reconociendo haberse extralimitado en algunos pasajes:
«si villanía he dicho, aya de vos perdón,
que lo feo de la estoria, diz Pánfilo e Nasón»
Sin entrar en detalles respecto de esta fuente de inspiración del poeta, solo comentaremos que esta obra fue en el medievo atribuida falsamente al poeta romano Publio Ovidio Nasón, autor del Ars Amatoria, razón por la cual el Arcipreste lo menciona junto al nombre del protagonista de dicha comedia.
El caso es que podemos colegir que la vieja -como en el Pamphilus- finge que debe salir urgentemente porque alguien la está llamando y los deja solos, momento que aprovecha Don Melón para forzar a su amada. El poema continúa con el regreso de la alcahueta y la situación desoladora que se encuentra en su casa, viendo a Doña Endrina lamentándose por haber sido forzada y culpándola de lo sucedido. Pero aquí lo que nos interesa es centrarnos en el consejo que la alcahueta da a Doña Endrina para ayudarla a proteger su honra y que dará pie a la estrofa que ahora estudiamos: «¡Callad! Guardad la fama, no salga de su techo».
Los dos primeros versos dejan bien claro el mensaje de la vieja cuando alude a la picaza (urraca), que puede imitar la voz humana: si este ave no hablase más que la codorniz, no la colgarían en la plaza, ni se reirían de lo que dice. Pero es ahora, en el tercer verso, donde se encuentra el misterio y donde nos emplearemos a fondo. Aclararemos previamente que la palabra «castigar» significaba tanto «aprender» como «enseñar» ; y que en este caso tiene la primera acepción, desprovista de toda connotación punitiva: «castigadvos» significaría simplemente «aprended» . Comencemos, pues, el análisis de la extraña palabra que condiciona el significado del segundo hemistiquio de este verso.
La primera edición (T. Sánchez, 1790) transcribe « contrais » y anota: « Parece desgracia, infortunio ». Janer (1849) sigue la misma lectura. Ducamin (1901), opta por « contra yz », y Cejador (1913) le sigue, entendiendo la expresión como « aprended e id contra la tal (picaza) » ; pero ello implica, aparte de la incorreción sintáctica de la oración, que el poeta cometiera una burda falta de ortografía para forzar la rima del verso escribiendo « yz » en vez de « id » o « it », que son las dos únicas formas que utiliza a lo largo de su obra, no solo para esta forma del verbo « ir » sino en general como sufijo de la segunda persona del imperativo de cualquier verbo terminado en «-ir ». J. María Aguado, en su Glosario sobre Juan Ruiz (1929) cree que la palabra original es «cantatriz» (cantante), pero no la documenta en ningún texto medieval, aparte de que el Arcipreste cuando se refiere a las mujeres que cantan las llama en cuatro ocasiones «cantaderas » (vss. 470c, 471a, 841d, 1513d), palabra que aplica también a las ranas (vs. 408d) pero no a las picazas, a las que solo llama «parladeras » (vs. 920a) por su capacidad para imitar la voz humana, ya que no se les considera en ningún caso como aves canoras. De hecho, en el primer verso de la estrofa que comentamos dice «si parlase », no « si cantase ». M. Morreale (1963) cree que la lectura correcta debería ser « contradiz » con el sentido de ‘contradicción, contratiempo’, aunque confiesa no haber encontrado antecedentes de esa palabra en el castellano medieval. Chiarini (1964) escribe « contra iz », ya con i latina, pero en el mismo sentido que apuntaba Cejador: «Otra vez, en circunstancias similares, seguid la línea de conducta contraria». Corominas (1967), que considera disparate la lectura de Cejador, la sustituye por otro similar, « cocatriz », que es uno de los nombres con el que en el medievo se conocía al cocodrilo, derivado del latino «cocatrix », con el siguiente comentario: «Se trata del supuesto arrepentimiento tardío del cocodrilo después de sus fechorías devoradoras, revelado por las lágrimas que le provoca la digestión ». Pero no existe relación alguna entre la facultad fonológica de una urraca y la cualidad del cocodrilo que derrama lágrimas falsas cuando se alimenta. J. Jurado (1988) acepta «cocatriz » pero por otra razón, cuya fuente encuentra en el Cap. XIV del Libro VIII de la General Estoria, titulado «De la natura de la cocadriz e de la enemiztad del hicneomon con ella » , que a su vez cita como fuente a Plinio, y que explica que en Egipto existe un animal llamado « hicneomon » (mangosta) que se introduce subrepticiamente por la boca del cocodrilo y le devora las entrañas. Pero…¿acaso iba una vieja alcahueta a haberse leído la General Estoria de Alfonso X el Sabio o el octavo libro de los treinta y siete que componen la Naturalis Historia del autor latino? Y, más aún: ¿iban a entender esa comparación Doña Endrina y los propios lectores del poema?…La edición de Criado de Val-Naylor (1972) recoge «contra ys », complicando aún más la rima del conjunto y sin aclarar nada. Joset (1974) elige «contraiz » (sin acento) y anota: « de contrair de (no documentado hasta ahora), variante de ‘contraid’ imper[ativo].» Gybbon-Monnypeny (1987) escribe « contraíz » (acentuada) y anota que el sentido del hemistiquio parece ser: « id en dirección contraria a la tomada por otra tal ». Para terminar, Blecua (1998), como hemos visto, escoge « contratriz» suponiendo que significa «contrariedad », pero reconociendo que tal palabra no está documentada.
Ante toda esta serie de propuestas nos preguntamos: ¿Qué necesidad tenía el poeta de hablar para que nadie le entendiese?, ¿por qué no acudir al sentido común, al lenguaje coloquial y a la explicación que implique una menor intervención manipuladora del copista causante de este desaguisado?..
Para empezar, tendríamos que considerar que la lectura del ms G -más fiable siempre que la del ms. S- tiene una particularidad: su amanuense acostumbraba a escribir la palabra «contra» -y sus derivadas- eludiendo la partícula « ra » mediante un signo abreviativo « ϭ » superpuesto a «cont». El problema es que si aceptamos que la palabra que estamos buscando empieza por «contra-»acabamos en un callejón sin salida. Por lo tanto tenemos que suponer que el primer copista que deformó el arquetipo encontró muy juntas dos palabras que no entendió y creyó que eran una sola: la primera era la preposición «con»-escrita abreviadamente « cõ»-y la segunda, bisílaba, terminaba en «-íz». Probablemente confundió la virgulilla de abreviatura superpuesta a la vocal con el trazo horizontal que corta el mástil de una letra «t», que bien podía consistir en una mera raya oblicua de separación que existiera entre esas palabras tan cercanas.
A la vista de todo ello, tenemos que reintegrar el texto original de una manera sencilla, que tenga pleno sentido y que pudiera en su tiempo ser entendida fácilmente por cualquier lector de la época que no supiera latín ni fuera erudito. Veamos:
La vieja alcahueta excusa su propia responsabilidad en lo sucedido y culpa a Doña Endrina de haberse dejado seducir; pero al mismo tiempo se ofrece a salvaguardar su honra con ese consejo de que guarde silencio, de que no se comporte como la picaza, que por abrir el pico es objeto de burlas. Y a continuación le dice que aprenda de las enseñanzas de quien le habla, que es otra « urraca » que en vez de pico tiene nariz: « de otra tal [picaça] con nariz». Y es que la propia alcahueta se llama Urraca, como el poeta la presenta en la estrofa 919, que aunque pertenece a otro episodio distinto bien pudiera ser la protagonista de éste, ya que no solo no nos ha llegado íntegro sino que parece ser un híbrido de varios textos compuestos en distintos momentos y con distintos protagonistas ficticios, pues no queda claro si se trata del propio Arcipreste que se hace llamar Don Melón en esta historia o de otro personaje distinto. Quizás el poeta se desvinculara de su historia una vez comenzada y decidiera cambiar de protagonista aprovechando los versos que ya tenía compuestos introduciendo en ella a otro personaje para no empañar demasiado su imagen en una historia que tenía poco de cómico.
Por tanto, ya podríamos reconstruir el arquetipo, teniendo en cuenta que en este caso el poeta no pudo respetar los estrictos cánones métricos que le imponía la cuaderna vía: las palabras picaza, parlase y codorniz del primer verso son trisílabas. Con esa dificultad, si aceptamos para éste la lectura del ms. S, que es la que sigue Blecua, el primer hemistiquio sería hipermétrico y el segundo sería perfecto. Pero si aceptamos la del ms. G, que desplaza a la izquierda el adverbio más ( « Si non parlase más / la picaça que la codorniz » ) el primer hemistiquio tendría su medida correcta y quedaría hipermétrico el segundo. También los versos segundo y cuarto se exceden de la medida que debieran tener; pero podemos admitir que la conveniencia del poeta de expresar exactamente lo que quería de un modo diáfano y coloquial le indujo a tomarse esta licencia. No obstante, para reconstruir el arquetipo tomaré como primer verso el del ms G; y del tercero eliminaré la expresión « ¡ya amiga! » que Blecua acepta procedente de este mismo manuscrito situándola entre signos de admiración, quedándome solo con el sustantivo. Los demás versos no difieren.
En cuanto al cuarto verso, no queda muy claro por qué la alcahueta, que va a proponer a doña Endrina el matrimonio con Don Melón parece desprestigiarlo diciéndole que actúa como el común de los hombres. ¿Seduciendo mujeres por capricho?, ¿alardeando públicamente de su hazaña?…En tal caso tanto el consejo de que guarde silencio sobre lo ocurrido como la proposición de matrimonio que a continuación le hará en su nombre (al fin y al cabo era su mensajera) serían inútiles. La explicación que salvaría esta aparente contradicción esque signifique «aprended de mis enseñanzas, que por mi experiencia conozco muy bien a los hombres, que son en el fondo iguales, y yo sabré aconsejaros cómo debeís actuar para que Don Melón acepte ser vuestro esposo y salvéis el honor».
Resumiendo, así quedaría mi reconstrucción del arquetipo:
«Si non parlase más la picaça que la codorniz,
non la colgarién en plaça, nin reirian de lo que diz:
castigadvos, amiga, de otra tal con nariz,
que todos los omnes fazen como Don Melón Ortiz. »
Dejo al lector que tome sus popias conclusiones a la vista de las imágenes de esta estrofa en cada uno de los manuscritos mencionados: