Por Pascual Uceda Piqueras.- En aquella mesa redonda de colorido tapete, la partida decisiva del casino ya daba señales de querer terminarse. El señor con la tez salpicada de moscas negras enseñaba orgulloso su última jugada. Los allí sentados, convidados de piedra en esa amañada partida, drogados los unos y atemorizados los otros, ni siquiera advirtieron cómo el as de copas caía de la manga del ladino jugador, ni la doblez en la esquina de los reyes triunfadores, ni la mancha que delataba a los naipes subalternos, caballos y sotas.

Uno a uno, se irían levantando los jugadores de la mesa de juego, mientras las anchas mangas del tramposo nigromante barrían como un sunami los oros de la infamia. Retomamos, como pueden comprobar, el argumento ficcional que empleábamos en nuestro primer artículo sobre la Agenda 2030, aunque en esta ocasión solo para referirnos al desenlace final de esta oscura narración.

¡Adiós, señores! –se levantó el primer jugador.

A finales del próximo mes de mayo tendremos una nueva Asamblea Mundial de la Salud, donde se pretende aprobar dos medidas fundamentales: primero, la modificación del articulado del reglamento sanitario internacional, con la finalidad de que todas las competencias de los Estados sean transferidas a la Organización Mundial de la Salud (OMS) en caso de una “situación pandémica”; y, segundo, aprobar un pacto con relación a las “pandemias”, en el sentido de cambiar el propio concepto de pandemia. Esta última medida supondría ampliar el ámbito de intervención en materia sanitaria de la OMS, que ahora pasaría a tener competencias en un contexto mucho más extenso y difuso, regulado bajo la nueva denominación de “situación pandémica”. Es decir, un nuevo ardid –en este caso etimológico– con el que el fullero embaucador pretende hacer creer al confiado ciudadano que se encuentra ante una gravísima situación de alarma sanitaria provocada por un virus, cuando, en realidad, tan solo se trata de una amenaza menor o posibilidad de que esto llegue a suceder. Estos nuevos poderes facultarían a la OMS a erigirse en “Príncipe de este Mundo” con jurisdicción sobre todas las almas –léase decretar protocolos de muerte, confinamientos, triajes y sanciones–. Una aberración bien conocida por todos los que ya padecimos, en el pasado reciente, las consecuencias de esta orgía globalista, y sobre la que impera en el presente, sin embargo, la ley del silencio y la consigna del olvido.

Para más inri, el nuevo tocomocho etimológico (“situación pandémica”) incluye en su ámbito de competencias a la emergencia climática ¡Todo un ciclón tropical! Es decir, que donde dice virus digo que “fai un sol de carallo”. Esto raya en un absurdo que asusta ¿En verdad nos toman por completos enajenados mentales? Todo apunta a que sí, y a que la intención que se deduce de todo ello es que nos pretenden aplicar los mismos protocolos de restricción de derechos y libertades que en un hipotético estado de pandemia. Ya se escuchan los sones del nuevo aquelarre “pandemita”: ¡Que llueva, que llueva, la virgen de la cueva…!

¡Con Dios, señores! –se despiden al unísono de la mesa un grupo de quince jugadores.

La delegación de soberanías de los Estados miembros de la OMS, en materia de “pandemias”, entraría en vigor en junio de 2025, siempre que la Asamblea General la apruebe el próximo mes de mayo por mayoría simple. Unos meses después, en noviembre, se haría efectiva la sustitución de la denominación “pandemia” por el de “situación pandémica”, con todo lo que conlleva la nueva “denominación de origen”. ¿Acaso nos toman por “Ternasco de Aragón” o “Lechazo de Castilla”? De este modo, la partida estaría prácticamente sentenciada y todas las ovejas en el corral a la espera de su ineludible cita con el matarife.

¡Vade retro, Satana! –entona el último jugador, mientras se agacha a recoger la única moneda que quedaba del espolio.

Pero antes de llegar al 2025 tenemos una cita harto significativa a la par que simbólica. Nos referimos a la cumbre del Futuro que tendrá lugar en septiembre de este año, y cuya referencia al tiempo nos remite a ese fabuloso “devorador universal” que es Cronos/Saturno: aquel titán que se convirtió en el primer rey del mundo. Quizás, por ello, en esta cumbre de evidentes resonancias mitológicas, los objetivos que se persiguen lleguen a confundirse con la figura de ese oscuro monarca universal. A saber: sentar los pilares de un sistema de gobernanza mundial bajo la premisa de “a problemas globales gobierno único”, teniendo como referencia la experiencia en materia de “pandemias” que tan buenos réditos reportó –con su pelotazo de mascarillas– a las huestes de lo oscuro. El resto, y hasta que el reloj marque definitivamente las 20.30, no es difícil de imaginar: extender su poder efectivo a las áreas fundamentales de gobierno de los Estados miembros a través de organizaciones globales internacionales.

Un pequeño rayo de luz se filtra en el antro oscuro donde se está decidiendo la partida. La moneda recuperada por el último jugador presenta en su anverso la imagen de unas cadenas rotas y en el reverso la leyenda “novus ordo seclorum” (NOM). En su mano la posibilidad de emplearla en un sentido o en otro.

¿Creen ustedes en el libre albedrío?

*Doctor en Filología, especialista en Cervantes y escritor