Andrés Palomares.- Hace pocos días, con ocasión de la fiesta judía de Janucá el presidente de la muy masónica República Francesa, participó en una ceremonia religiosa celebrada en el Palacio del Elíseo, sede de la presidencia del gobierno, vulnerando la sacrosanta laicidad del Estado francés.

El Presidente Macron, junto al Gran Rabino de Francia, algunos clones menores y demás jerarcas comunitarios, encendió una vela en el candelabro ceremonial. La cosa no ha dejado de suscitar la polémica. Unos dicen que la soberbia y la arrogancia de la tribu les pierde a algunos impacientes que reprimen a duras penas sus ansias de exhibir el alcance de su influencia y la medida de su poder. Otros en cambio achacan la decisión de llevar a cabo este discutido acto en ese insólito escenario a las ganas de agradar a sus amos que suelen tener los caniches. Vaya uno a saber.

En todo caso, Paris bien vale una vela. Mientras que el cargo pase por las urnas, hace falta hacer méritos hasta la próxima convocatoria electoral. Nada cae del cielo.

Al margen de este episodio, se discute (se ha propuesto) en estos días la prohibición de la crítica del sionismo. El antisionismo sería equiparado al antisemitismo y pasaría a ser delito en Francia.

Hay que recordar que la campaña anticatólica arrecia cada día más en Francia (como en otras partes en Europa), donde se ha cambiado el nombres de las fiestas cristianas de la Navidad por el aséptico nombre de Fiestas de Invierno, donde se prohíben los belenes y decoraciones alusivas a la Natividad en casi todas partes (no ya en edificios públicos, sino hasta en ámbitos meramente privados), donde se arrancan cruces y vírgenes de lugares donde han estado durante siglos (sin que nadie se sintiera escandalizado u ofendido por esos testimonios de que estamos en un país cristiano desde hace cerca de dos mil años), donde se derriban iglesias a diario, invocando un sinfín de motivos y razones…

En este contexto, el Presidente Macron (un ex cargo de la Banca Rothschild, sionista devoto y entusiasta, como la élite gobernante y algunos despistados sueltos más) ha tenido la feliz idea de homenajear a sus amados y venerados maestros encendiendo una vela por Janucá.

Para los distraídos, se recuerda que Janucá (la Fiesta de las Luces) celebra una victoria judía contra los griegos (Imperio Seléucida), o sea nuestros padres históricos, filosóficos y espirituales. Todo un símbolo.

Quizás habría que pensar, después de haber consumado hace tiempo la separación de la Iglesia y el Estado francés (ley del 9 de diciembre de 1905) en proceder a la separación de la Sinagoga y el Estado francés. La polémica ceremonia ha tenido lugar un día antes del 9 de diciembre. Que no se diga que no han tenido el detalle de no hacer coincidir las fechas.

Para quitarnos el ceniciento sabor de boca, nos queda el consuelo (cargado de esperanza) de que no todos comulgan con ruedas de molino.

Ante la colocación de un candelabro judío por Janucá en la sede del Parlamento polaco (esta gente está frenética por someter a todo el mundo la preeminencia de su presencia y su voluntad de imponerse, hambrientos insaciables de homenajes y de reconocimiento) el diputado Grzegorz Michał Braun, del partido Confederación de la Corona Polaca (calificado por Wikipedia de antiamericano, anti-ucraniano, anti-Lgtb, antisemita, prorruso, alineado con el ultra nacionalismo polaco y el catolicismo tradicionalista) ha procedido de manera decidida y enérgica a cortar por lo sano con lo que ha calificado de “ritual racista, satánico y salvaje”. Y ha añadido: “No puede tener lugar en el parlamento de la República de Polonia un acto de adoración del culto talmúdico. La gente que participa en este culto satánico debería avergonzarse”.

Braun fue excluido de la sesión en curso del Sejm (parlamento) y ha sido castigado con la retención de su asignación como diputado durante seis meses. El presidente del Sejm, ha anunciado que presentará una denuncia penal ante los fiscales. Braun ha negado tener motivos racistas y describió sus acciones como una respuesta a lo que percibe como “triunfalismo satánico y talmudista” de las festividades judías. ¿De dónde sacará eso?