Andrés Palomares / Abdel Bari Atwan.- Hemos traducido este artículo porque es interesante, entre tantos otros. Su mayor “inconveniente” es que está escrito por un árabe, concretamente un palestino (nacionalizado británico) nacido en un campo de refugiados. ¿Pero acaso por ser palestino habría que ser descartado? ¿Acaso los palestinos serían los únicos que no tienen derecho a opinar sobre sus asuntos? Por lo demás es un reputado y respetado analista y escritor especializado en cuestiones del Oriente Medio.

En este artículo queda patente su simpatía y/o sintonía con la resistencia palestina, sin hacerle ascos a las distintas siglas que la componen. ¿Pero acaso durante la resistencia francesa por ejemplo contra el ocupante alemán, había buenos y malos resistentes? ¿Acaso los comunistas eran malos resistentes y los patriotas de derecha eran buenos resistentes? ¿O al revés? ¿O acaso unos y otros eran terroristas?

Es por eso que las siglas carecen de significación para cualificar la bondad o maldad de una resistencia. La resistencia a la opresión se inscribe en el terreno sagrado de los derechos inalienables del ser humano. No hay excepción posible. Cuando luchas contra el enemigo de tu patria eso basta para hacer de cualquiera un patriota, un resistente, un ser humano entero.

La resistencia es legítima sin discusión alguna y en la condena de la resistencia palestina (el mensaje único de todo el espectro político de un Occidente podrido hasta la médula, sin distinción apreciable entre la izquierda y la derecha) tenemos que ver el reflejo de la criminalización de nuestra propia resistencia contra el orden criminal que nos quieren imponer. Son campos de batalla distintos pero el enemigo es común, y los roles son los mismos. Los buenos son los opresores disfrazados de benefactores y seres de luz y los malos son los que no se dejan avasallar y exigen ser respetados. Este es el cínico estribillo repetido machaconamente por nuestros medios a sueldo de la satánica dictadura de la inversión de roles y valores dominantes.

LA RESISTENCIA PALESTINA LE DA AL MUNDO UNA LECCIÓN DE CORAJE Y DE PERSEVERANCIA

Ahora sabemos por qué Mohammad Daif, el líder del ala militar de Hamás en la Franja de Gaza, desapareció de la vista del público hace casi dos años, desde la campaña “La Espada de Jerusalén”. Estaba planeando y preparando un contraataque.

El sábado compareció, junto con el portavoz “Abu-Obaida”, para anunciarlo.

Declararon el inicio de la Operación “Diluvio de Al-Aqsa”, describiéndola como una batalla para poner fin a la ocupación más larga del planeta. Se lanzaron miles de cohetes en cuestión de minutos, desconcertando los tan alalabados sistemas de defensa aérea de Israel, y los combatientes abandonaron el territorio asediado para atacar los asentamientos israelíes en la franja de Gaza.

Las imágenes de la operación difundidas en las redes sociales son impactantes: tanques Merkava en llamas, sus tripulaciones arrastradas afuera y suplicando clemencia y colonos huyendo presas del pánico.

Mientras escribimos estas líneas, varios cientos de israelíes habrían sido muertos y docenas capturados para servir como moneda de cambio para la liberación de prisioneros palestinos retenidos por Israel.

El impacto en la moral de las elites israelíes y del público ha sido enorme. Sus instituciones políticas, militares y de seguridad han sufrido el golpe más duro en 50 años, es decir, desde la guerra de octubre de 1973.

Cuando el ejército, clasificado como el cuarto más poderoso del mundo, no puede prevenir o responder a los ataques contra los colonos que se supone están seguros en el “verdadero” Israel, es una señal de un grave declive.

Independientemente de cómo se desarrollen los acontecimientos en los días y semanas venideros, la resistencia ha obtenido una gran victoria.

Esta es una guerra a largo plazo. Israel puede causar muerte y destrucción a escala gigantesca, pero no saldrá ileso. Y si esta guerra se convierte en una guerra regional en múltiples frentes, la señal estará clara en la pared.

El pensamiento, la planificación y la gestión que se pusieron en práctica en esta operación son comparables a todo lo que se enseña en las mejores academias militares del mundo.

Cuando se publicaron en las redes sociales vídeos de combatientes entrenándose para la operación, Israel y sus aliados árabes normalizadores los ridiculizaron.

Hasta aquí los graduados de Sandhurst y West Point. Daif nunca ha reclamado un título militar, pero merece el rango de “general” mucho más que cualquiera de los comandantes del ejército árabe, obesos y condecorados, que no hacen más que organizar desfiles y recibir comisiones corruptas sobre contratos de armas.

Recuerden esta fecha, el 7 de octubre… Podría marcar un punto de inflexión histórico en el mundo árabe, de un período de sumisión, rendición, normalización e ilusiones sobre el enemigo como protector, a un período de dignidad y liberación: la liberación total de Palestina.

Netanyahu declaró el estado de guerra, amenazó con una respuesta devastadora y llamó a los reservistas de su ejército. ¿Pero qué más puede hacer además de lo que ya ha hecho? ¿Matar a cientos de personas inocentes más en Gaza? No sería la primera vez. Y podría desencadenar una reacción devastadora hasta Tel Aviv, Haifa y Jerusalén.

La Jihad Islámica se ha unido a Hamás en esta batalla, al igual que todas las ramas de la resistencia armada de las principales facciones palestinas. Las brigadas de resistencia de Cisjordania –en Jenin, Nablus, Tulkarem y quizás Hebrón– se inspiraron y, con un fuerte apoyo popular, comenzaron a unirse a la lucha.

Y no se excluye que los componentes del eje de la resistencia en el Líbano y Siria, incluso en Yemen e Irak, hagan lo mismo en un futuro próximo, si no antes.

Abdel Bari Atwan