“El capitalismo artista” de Gilles Lipovetsky
Por Alicia Roffé Gómez.- En la conferencia impartida con ese título en el Centro Georges Pompidou de Málaga el 11 de octubre pasado, el profesor, filósofo y sociólogo francés, célebre por sus estudios sobre la sociedad actual posmoderna, el consumismo y el individualismo, reflexiona sobre el capitalismo artístico o estético, es decir el triunfo del diseño y del gusto por lo bello, que forma parte del consumismo moderno. Este investigador considera que todo objeto está sujeto al diseño estético y está inmerso en la moda. Se llega incluso a incluir en ella los olores y las sensaciones táctiles. Afirma el mismo catedrático que el capitalismo artístico dio pie a una política de seducción cuya belleza sirve como reclamo publicitario.
Para Lipovetsky y Serroy, autores de La estetización del mundo, hemos llegado a la era de lo que denominan ‘transestética’, lo que significa que el capitalismo ha engullido el arte, convirtiendo su estética en algo comercial, vendible, que margina su faceta ética, pedagógica, cultural o política, que conduciría a la mejora de la humanidad. La era transestética mezcla diseño y arte como espectáculo, cultura como entretenimiento democrático sin conocimiento y vanguardia-moda.
Marinetti, en su Manifiesto del Futurismo, ya profetizó que el arte dejaría de ser elevado para ser comercial. Lipovetsky y Serroy consideran que el arte y la cultura elevados ya no existen en las sociedades hipermodernas, sino el capitalismo artístico de los grandes almacenes, organizado por marcas y empresas, que han desplazado a las instituciones culturales, auditorios, museos, bibliotecas, cines, teatros e incluso a las catedrales e iglesias. Al mismo tiempo, tanto el apoyo del Estado a la cultura como el mecenazgo privado se han reducido, lo que favorece los hechos mencionados. Como todo está unido, lo que tiene calidad y lo que carece de valor, para Lipovetsky y Serroy no se forma ni se educa al consumidor, porque cantidad no es sinónimo de calidad: «El capitalismo artístico no consigue ni democratizar la cultura “noble” ni homogeneizar los gustos del público masivo, ni siquiera entre los miembros de una misma clase».
Las características del capitalismo artístico.
De acuerdo con Lipovetsky:
1. El diseño es ahora universal, no existe ya un diseño escandinavo o italiano, sino planetario. Todos los coches llegan a parecerse y existen escuelas de diseño en todos lados. Se extiende un urbanismo uniforme que resulta estético, todos los productos que se crean poseen ese mismo componente estético para estimular el consumo y servir de distracción y entretenimiento, incluso si se trata de objetos útiles como relojes, aparatos de cocina o de deporte. Presenciamos una arquitectura publicitaria y del espectáculo, debida a unas estrategias de decoración de las fachadas, de los museos, aeropuertos, universidades y hospitales, pues la dimensión estética y también lúdica e incluso cultural -lo que no implica calidad en las creaciones- se ha convertido en un factor estimulante de la compra, y que atrae por provocar sensaciones positivas como la diversión.
2. La diversificación de los estilos. Ahí donde había un estilo dominante, surge una diversidad de estilos, ya sea el diseño decorativo, expresivo, neopop, conceptual, biomórfico o surrealista. Se multiplica la belleza, pues nadie decide cuál es la cultura más elevada, si la elitista o la popular, ya que el capitalismo valora y mercantiliza todos los estilos. Antes todo el mundo copiaba a Dior, ahora tenemos una estética plural, por ejemplo, en la música se resalta tanto el jazz como el rap, algo similar a lo que sucede en el cine. La escuela de arte más influyente del siglo XX, la Bauhaus de los años 20, que sentó las bases del diseño que conocemos hoy en día, propugna un diseño funcional que elimina lo superfluo del aspecto ornamental, se admira el diseño propio de los ingenieros, las máquinas, como sucede con Le Corbusier. Gropius, fundador de la escuela, pretende romper las fronteras consideradas clasistas entre artesanos y artistas, como sucede ahora. El diseño actual alternará con el diseño que trabaja con los sentimientos: Philippe Starck, el diseñador más célebre en nuestros días, indica que no se compra una cafetera sino las evocaciones poéticas y emocionales de la cafetera como el olor del café con leche o el recuerdo de la madre.
3. Se produce una escalada de la moda y de lo espectacular, una rápida evolución de las mercancías. Si en una semana las entradas vendidas para el cine no son las adecuadas, la película se cae de la cartelera. No como en los años 80, que se cambiaba la película al año si eso sucedía. Se acelera la aparición de la moda, del perfume, prevalece la economía de consumo. Hay un paralelismo entre arte y moda. Las bellas artes y las artes comerciales estetizan la vida cotidiana.
4. Desarrollo de la hibridación. Se desestabiliza la oposición clásica entre arte y moda, pues se mezcla todo. Desaparece la oposición entre diversión, alta cultura y cultura de masas. Karl Lagerfeld trabajará para una bebida gaseosa, Madonna para la moda, Fiat y Vuitton acuden a artistas de vanguardia para sus diseños.
5. La estetización de los deseos y comportamientos. El capitalismo realiza una depauperación estética en beneficio de la vulgaridad, por ejemplo la televisión presenta temas absurdos y resulta frustrante.
Mientras tanto, un gran consumidor de productos estéticos se va desarrollando, es el turista. Se buscan ambientes, emociones y el gusto por la expresión artística está siempre presente. Se democratiza el sentido estético y se desarrollan los oficios relacionados con el arte: director artístico, interiorista, arquitecto… El arte se convierte en una promesa de felicidad, de bienestar, pero en realidad la cantidad no se relaciona con la calidad.