AR.- Sorprende Macarena Olona en las distancias cortas por su extrema calidez. ¿Qué tiene que ver con la imagen que de ella deliberadamente se proyectó durante las elecciones andaluzas? Absolutamente nada. Los “estrategas” de Bambú dibujaron con trazos sinuosos el perfil amargo de una mujer cuyo única falta fue destellar entre la constelación de deformidades políticas e intelectuales de la cúpula de Vox. Macarena es tierna, extremadamente amable y propensa a condimentar cualquier conversación con una buena dosis de humor.

Esta alicantina de 43 años, casada y madre de un hijo, abogada del estado y ex diputada de Vox, se considera sobre todo una persona cordial y hecha a sí mismo. Dios, España y la Familia son sus únicas referencias innegociables. Actualiza el viejo propósito de los regeneracionistas españoles al reflexionar sobre la nación española e intentar poner remedio a la decadencia de nuestro país, especialmente tras el enorme impacto que está suponiendo el gobierno de Sánchez.

Pero, por encima de todo, hay una forma suya de vivir con la que estoy completamente identificado: el sometimiento a la lealtad. Esa lealtad de a España, a la Iglesia tradicional, a sus ideas políticas y morales de siempre, a principios y normas tanto más bellas y auténticas cuanto más vemos que quieren destruirlas. Esa lealtad, moneda hoy tan despreciada, me emociona y me vence.

Los que sufren, los que son atacados y vituperados, los que batallan por cosas grandes y verdaderas, los que no se entregan a la borrachera de las modas políticas, tan turbias a veces como rentables, son castigados con esos silencios, esa indiferencia y esa hostilidad que Macarena Olona ha sufrido en sus propias carnes. AD se propuso romper el cerco numantino de silencio en torno a su figura y hacer justicia periodística a una de las españolas más notables de nuestro tiempo.

Explica Macarena Olona que tiene un objetivo que compartir con todos los que se sumen a su proyecto cívico: “el bienestar de los españoles y el bienestar para todos los españoles”. Por eso huye de lugares comunes y de mantras patrioteros que nada práctico representan. Dice que ha venido a servir y no a servirse de la poítica, entre otras cosas porque le sobran credenciales para poder vivir alejado de ella.

Quiere que la suya sea una opción para todos los españoles , pero sobre todo, para los que menos tienen. Su movimiento es profundamente transversal y social, sin hipotecas con los poderosos que mueven los hilos en la sombra. Su lema es “caminar juntos”, un movimiento de la sociedad civil española abierto a todos. “Que no nos vendan que una sociedad sana se agiganta alimentando las diferencias entre rojos y azules, ricos y pobres, hombres y mujeres. Que no nos entretengan con estrategias que abundan más en las diferencias entre unos y otros que en buscar un espacio común en el que todos quepamos. Buscamos el bienestar de los españoles. Que no nos distraigan con movimientos que nos llevan a ninguna parte”, señala rotunda.

“Para caminar, nos apoyamos en el pie derecho y también en el izquierdo”. Olona recurre a este ejemplo para reivindicar la transversalidad de su proyecto cívico. En ese contexto, no concibe la política para servir a los bancos, ni a los poderosos, ni a las élites. Un partido socialpatriota tiene sobre todo que reivindicar el papel preponderante de la sociedad civil en la toma de decisiones de los partidos. También defiende sin ambages nuestra soberanía económica y que las empresas españolas puedan competir en igualdad de condiciones con las mejores del mundo. Sinceramente yo no veo a esta mujer plegándose en la City de Londres ante los representantes de la élite financiera mundial.

Olona declina referirse a los últimos acontecimientos relacionaos con la vida orgánica de Vox. Ella prefiere mirar adelante y centrarse en los grandes retos para revertir una situación que en España y en Europa ha encendido todas las alarmas. Comparte que los europeos parecen sentir en su mayoría que la identidad de su civilización se encuentra amenazada, fundamentalmente por un libertarismo frívolo, una ideología disfrazada de libertad, que quiere destruir todos los lazos que vinculan al hombre con su familia, su linaje, su trabajo, su historia, su religión, su lengua, su país y su libertad. Parece provenir de una inercia a la que no le importa si Europa prevalece o sucumbe; si nuestra civilización desaparece subsumida en el caos étnico o sustituida por una nueva religión del desierto.

El movimiento cívico de Olona se atiene a un diagnóstico real de la enfermedad que nos ha llevado a este estado de permanente postración. Un país agnóstico y estéril, privado de su Dios y de sus niños, porque los ha proscrito, ya no tendrá fuerza para hacer frente a sus desafíos. Por eso su movimiento quiere tener la fuerza motora necesaria para potenciar las mejores sinergias nacionales al servicio de una causa común.

Respecto a su agenda política, prefiere ser cauta. Da por hecho el desplome de Vox en las elecciones municipales y autonómicas de 2023 y no quiere cometer los mismos errores. Primero una estructura organizativa en cada provincia, que respete la libertad de sus miembros y su derecho a la participación, donde la excelencia prime sobe el trepismo, con una base social cimentada en valores inamovibles y en un férreo compromiso ético con los españoles. “Los españoles, primero”, subraya.

Antes de dar un paso en falso, Macarena Olona quiere tener una organización electoral detrás. Ella sabe que más pronto que tarde volverá a haber en el Parlamento una voz culta, elocuente y sin vacilaciones al servicio del bienestar de sus compatriotas. De todos. También es consciente que, a medida que sus expectativas se robustezcan, los ataques contra ella se sucederán sin descanso. De hecho, tal cosa ocurre ya. Los que más hablan de libertad, los que más atacan los dogmatismos, los que defienden la oposición de pareceres, serán por añadidura quienes quieran imponer un veto a su persona y a sus rectas ideas. Y es que, frente a la talla intelectual y la coherencia moral de algunos gigantes, los enanos sólo pueden irritarse y poner zancadillas.

Por todo ello era inevitable que los caminos de Macarena Olona y de Alerta Digital se hayan cruzado. Olona  no es una política cualquiera y AD no es un simple periódico digital, sino el aglutinamiento de un sentimiento y de una campaña en la que un detalle es perfectamente visible: el de que en la misma no caben las medias tintas. Macarena Olona, representante legal del estado durante años en el País Vasco, acostumbrada al riesgo de enfrentarse a la mafia nacionalista, sigue en su papel de dar testimonio, y lo da, bien elocuente por cierto, de lo que opinan cada día más españoles de bien.

Nadie puede negar el derecho a Macarena Olona de defender lo que siempre fue noble y nadie puede negarle el derecho de recoger banderas que otros han arrumbado al cajón de los recuerdos. Con esas banderas nos educaron, crecimos y fuimos felices.

Ella nos garantiza que defenderá siempre sus principios contra viento y marea. Declaramos nuestra solidaridad absoluta con el espíritu que le anima y nuestro homenaje a la entereza y el valor moral que representa.