¿Qué es lo que pasa para que nuestras iglesias estén cada vez más vacías?
No es de extrañar que el cristianismo vaya menguando en Occidente. Lo cierto es que está casi desapareciendo en algunos países. “Por eso, así dice el Señor: Puesto que me has olvidado y me has arrojado a tus espaldas, carga tú también con tu inmoralidad y tus prostituciones” (Profeta Ezequiel 23, 35).
Estamos viviendo una época parecida al tiempo de los profetas: ” No te regocijes, Israel, no jubiles como los pueblos, pues te has prostituido, lejos de tu Dios, y amas ese salario sobre todas las eras de grano” (Oseas, 9 1). Con este papa pandémico bastantes obispos y sacerdotes han cerrado las puertas de los templos porque muchos de ellos han perdido la fe en Cristo. Una iglesia cerrada indica que Dios se ha alejado del hombre en los momentos más delicados.
El número de bautizos y de bodas católicas disminuye considerablemente y a pasos agigantados. Por otra parte, allí donde el “cura” es un hombre de Dios que se entrega totalmente, las Iglesias vuelven milagrosamente a llenarse.
Como misionero que fui, conozco a los párrocos con fe en Cristo y esto se nota inmediatamente al ver el movimiento de su parroquia: tiene ese santo bullicio que da el Espíritu Santo porque el párroco desgasta su vida por el rebaño de Cristo.
Cuando Jesús empezó su vida pública predicó en los pueblos y en las ciudades, y se fueron agregando discípulos conforme iban anunciando el Evangelio por mandato del Señor. Y les dijo: «Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación. El que crea y sea bautizado, se salvará; el que no crea, se condenará” (Marcos 16. 15).
En una ciudad en la que cada vez va más menos gente a misa, debería preguntarse el párroco: ¿Qué es lo que estamos haciendo mal? ¿Es que no nos creemos lo que Cristo nos dijo? ¿A quién le tenemos miedo? ¿Es que el mensaje evangélico está obsoleto para nuestro tiempo? ¿San Pablo es demasiado radical y fóbico para nuestra época?
Los pueblos son tradicionales. Muchos de sus habitantes solo van a misa el día del patrón con todas sus trajes y vestidos, día que el sacerdote los tiene a tiro y puede predicar y, sin embargo, no lo hace por miedo a que se incomoden. En cambio, la palabra de Dios es clara. Dice en Romanos 10, 17-18: “La fe viene de la predicación, y la predicación, por la Palabra de Cristo. Y pregunto yo: ¿Es que no han oído? ¡Cierto que sí! Por toda la tierra se ha difundido su voz y hasta los confines de la tierra sus palabras.”
Por otro lado, leer bien las lecturas de la Misa es importante. No puede hacerlo uno cualquiera como pasa en muchas parroquias para quedar bien con el que quiere figurar. Si no se entiende la palabra que se lee, la hemos pifiado.
Después, claro, esperaríamos una buena homilía basada en la Escritura. Sin embargo, se predican obviedades, generalidades y frases huecas y sin vida, que son el virus para aburrirse y no volver más por la Iglesia.
Cuando voy a misa, y oigo la homilía, me da pena y pienso que no hay derecho a hacer perder el tiempo a la gente, porque lo que ha dicho no sirve para la vida de los feligreses que asistimos a la eucaristía: obviedades, ideas vagas y ambiguas, repetitivas y sin sentido y, sobre todo, sin vida.
Las consecuencias de esa mala preparación de la liturgia y de ese alejamiento de la vida real de los feligreses son desastrosas. Nos chirrían las obviedades y, de esta manera, se deja de practicar la religión católica por simple y llano aburrimiento, y algunos se van con los protestantes porque piensan que saben más de Biblia. Los pastores evangélicos gritan y gesticulan, pero son apasionados en la predicación. En mi ciudad, Benicarló, que es pequeña, ya hay 7 iglesias protestantes llenas de ex-catolicos.
Con sermones insulsos, es normal que haya ateos, ya que la predicación no cuestiona nada, ni la vida ni la muerte, nada… ni salvan del pecado.
El gran fallo de muchos sacerdotes es considerar a sus feligreses como plenamente convencidos y que no necesitan convertirse. ¿Por qué? Porque no conocen a su rebaño. Al revés que Jesucristo: “Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas y las mías me conocen a mí, cómo me conoce el Padre y yo conozco a mi Padre y doy mi vida por las ovejas. También tengo otras ovejas, que no son de este redil; también a ésas las tengo que conducir y escucharán mi voz; y habrá un solo rebaño, un solo pastor” (Juan 10,14-16).
Mi párroco, en los tres años que llevo por aquí, empezó a saber de mi porque estuve ingresado en el hospital más de seis meses y le preguntaron por mí, y entonces supongo que se interrogó. A los cinco meses de salir del hospital me preguntó por primera vez ¡Aleluya!, me dije: ¡Ya existo para mi párroco!
A las parroquias acuden muchas personas necesitadas de orientación, algunas van a misa otras no. Yo veo gente que espera recibir una buena predicación, no una reprimenda, sino una palabra de vida eterna en este mundo de mentiras.
La homilía no es la parte más importante de la eucaristía ciertamente, pero bien hecha es transformadora de los corazones y de las conciencias por medio de la Palabra de Dios. Con malas homilías es normal que haya ateos o que simplemente no vuelvan.
Un gran hombre de Dios que fue San Juan Bosco dijo que “la mejor arma que emplea el diablo para alejar a los jóvenes de Dios era el aburrimiento”. Así de simple. Uno va a misa, se aburre; le hablan de las cosas de Dios, se sigue aburriendo, y deja de practicar la religión católica por simple y llano aburrimiento.
Me duele admitir que el 90% de las homilías que escucho son completamente prescindibles y aburridas. No son más que una repetición de palabras angostas y barrocas, mezcladas con cierta ñoñería sensibloide de ideas generales y lugares comunes que apenas nadie entiende. Ni siquiera el cura que las pronuncia…
Naturalmente es cierto que hay excepciones. Como en todo, hay sacerdotes que pronuncian homilías magníficas, vividas, experienciales y que emplean un lenguaje cercano y asequible a sus fieles y que viven lo que predican.
Pero es curioso: Cristo cogió toda la complejidad y magnificencia del Reino de Dios y lo simplificó en parábolas, con el fin de que todo el mundo las entendiera. Y muchos curas han hecho exactamente lo contrario: transformar la sencillez de las parábolas de Jesús y elaborar unas predicaciones complicadísimas y tediosas.
¿Por qué no hablar con sencillez y, a la vez, con profundidad, del Reino de Dios? ¿Es posible predicar sobre lo divino sin caer en ñoñerías, en simplezas y frases hechas?
Hace unos años descubrí a un gran predicador católico de Venezuela: el padre Luis Toro. Escuchando sus homilías de 45 minutos por YouTube sus predicaciones se me hacían cortas. De verdad, si en mi ciudad hubiese un sacerdote que hablase así durante sus misas, acudiría sin duda, aunque las homilías durasen tres cuartos de hora.
Los buenos predicadores hablan con pasión, con autoridad, con sencillez, pero al mismo tiempo con profundidad, con veracidad, con conocimiento, con experiencia, con astucia, enraizados en el Evangelio. A veces, hasta tiran del humor. Sus predicaciones transforman, te hacen descubrir una verdad que permanecía oculta, te encienden… algunos son evangélicos, sí, pero comparten una gran parte del cuerpo doctrinal con el Magisterio de la Iglesia católica.
Tenemos una parroquia en Benicarló en la que cuesta conocerse unos a otros. Las misas son bastantes rutinarias, frías, impersonales y el sacerdote un mero dispensador de sacramentos, en el mejor de los casos.
Con este escrito no ataco a los sacerdotes. Nada más lejos de mi intención. Los quiero, los admiro, tengo muchos amigos entre ellos y les ayudo en lo que está en mi mano. Pero veo la realidad de muchas parroquias y no puedo evitar pensar así.
Otro gran problema es el dinero, la seguridad ¿dónde la ponemos? Hay muchos textos en el Nuevo Testamento, pero vamos a ver una parte del discurso de Jesús al joven rico: “El, entonces, le dijo: «Maestro, todo eso lo he guardado desde mi juventud.» Jesús, fijando en él su mirada, le amó y le dijo: «Una cosa te falta: anda, cuanto tienes véndelo y dáselo a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo; luego, ven y sígueme.» Pero él, abatido por estas palabras, se marchó entristecido, porque tenía muchos bienes. Jesús, mirando a su alrededor, dice a sus discípulos: ‘¡Qué difícil es que los que tienen riquezas entren en el Reino de Dios!'”
Si la seguridad de uno está puesta en tus bienes, tu sueldo, en ti mismo, en tus propias fuerzas, no eres de Dios, del que dependemos todos.
El Dia 26 de agosto se celebra la memoria litúrgica de Santa Teresa de Jesús Jornet e Ibars, fundadora de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados. Me impresionaban las hermanas de esta orden que, en Ecuador, iban todos los días iban a pedir por las casas para sus ancianos y Dios les proveía de todo lo que necesitaban.
Nos falta a todos, incluidos los obispos y sacerdotes, tener esta experiencia de depender de la Providencia de Dios.
Sólo entonces no se hablaría con ambigüedades. Falta tener una verdadera experiencia de Dios que actúa para que se realice hasta lo que nos parece imposible.
*Teólogo.
No recuerdo qué Papa decía algo parecido a esto: “Trayendo la modernidad a la Iglesia, sólo se logrará que los que estaban dentro se salgan y los que estaban fueran no entren”. ¿Los feligreses actuales? “Igualicos igualicos que los difuntos de sus abuelicos”. Lo único que queda del catolicismo en España es el aspecto folclórico, al que se la ha añadido las gilipolleces de la modernidad y el “buen rollo”. No voy a la iglesia, Dios me libre, estoy a años luz del catolicismo y en general del cristianismo, sólo la ortodoxia rusa me merece respeto. Soy una persona que… Leer más »
Desgraciadamente no son igualicos que los difuntos de sus aguelicos, como decía aquél personaje del tebeo. Ojalá fueran igual que las generaciones anteriores o de la época del Concilio Vaticano II, que se lo tuvieron que tragar..
Son reacios a reconocerlo, pero todo arranca del Vaticano II y el postconcilio. La Santa Misa tomó las formas de los ritos protestantes tan efusivamente que perdió la magnificencia, recogimiento y sosiego que llegó a convertir a intelectuales anglicanos como Chesterton, Tolkien, C.S. Lewis, Belloc…El catolicismo vaticanista se echó en manos del postmodernismo, aparecieron los ritmos ye-yés, luego de todo un poco y actualmente sólo ruidos, palmas de hosanna, sacerdotes “cercanos” al pueblo que pasean fuera del atrio micrófono en mano y…dejaron de confesar. Apareció la Misericordia de Francisco que todo lo cura y todos en tropel a comulgar…sin confesar. O… Leer más »
Mejor no se puede decir. .. aunque , rotundamente, después del Concilio Vaticano II , todo ha ido de mal en peor, Sin paliativos Sin contemplaciones..
Que Dios nos asista.
Excelente comentario.
Si yo fuera sacerdote, lo colocaría en la Parroquia y lo leería en el púlpito.
Otra prueba más de la degeneración de la Iglesia Católica tras la usurpación del Anticristo Bergoglio.
https://infovaticana.com/2022/09/28/la-pagina-oficial-del-sinodo-promociona-carteles-pro-lgtb-y-a-favor-del-sacerdocio-femenino/