Monse Gil-Delgado Fernández .- El pasado viernes 23 los estudiantes españoles fueron convocados a una “huelga climática”. Y según el sindicato convocante, ese chiringuito de inspiración obrera y anticapitalista (según se definen ellos mismos) la mejor manera de salvar el planeta es tomarse el día libre, o sea, faltar a clase.

Para los muy implicados en la lucha se organizaron manifestaciones varias por toda la geografía nacional. ¿Cuántos estudiantes acudieron a la llamada? Los suficientes para hacerse las fotos correspondientes y colgarlas en las redes sociales. Eso sí, siempre enfocando a la pancarta de cabecera, que no se vea que tras ésta apenas se concentraron unas decenas de chicos, seguramente todos ellos pertenecientes a la organización.

Y qué más da. El aparato de propaganda se encarga del resto: hacer creer que las convocatorias tuvieron una respuesta masiva a la altura del movimiento climático internacional, que había convocado a los jóvenes de todo el planeta por la misma causa: luchar contra “la peor sequía en Europa en años, la deforestación acelerada y la destrucción de la biodiversidad”. Y cómo no, cambiar el sistema. ¿Qué sistema? Ese que permite vivir a cuerpo de rey con cargo a nuestros impuestos a cualquiera que se implique en la defensa de los pseudovalores de la postmodernidad. O del progresismo, como hay que llamarlo ahora. Esos dogmas que se han convertido en una nueva religión y a los que se apuntan, previo paso por caja, casi todas las figuras relevantes (o que pretenden serlo) del universo político y mediático.

Pero el curso no ha hecho más que empezar y el susodicho sindicato ha vuelto a llamar a los jóvenes estudiantes a la lucha, nada menos que a una “huelga general”. Esta vez en Madrid, el 27 de octubre, porque parece ser que Ayuso está destruyendo la educación pública, o eso dicen ellos. Que la nueva ley de educación sea un manual del adoctrinamiento a los menores no debe importarles mucho, que viva la diversidad.

Así que ya tenemos a la vista otro día de pellas justificadas, novillos para los más añosos. Y lo que nos queda. Claro que sí, guapi.