Putin no puede perder
Xavier Rius.- Supongo que todo el mundo sabe, a estas alturas, que Putin está ganando la guerra.
O que, al menos, no la está perdiendo.
Basta repasar los últimos acontecimientos.
Tras el pacto de los cereales, Rusia bombardeó Odessa el pasado 23 de julio.
Era una manera de decir: aquí mando yo.
Luego el 28 recortó el gas a Alemania un 20%
¡En pleno verano! ¡Van a ver en invierno!
Y este sábado ha cortado el gas a Letonia.
Me ahorro las noticias que llegan desde Italia porque no están claras.
A ver si Draghi ha caído también por la guerra de Ucrania.
Está ganando incluso la guerra de propaganda.
Basta ver el vídeo colgado por la embajada rusa en Madrid -y supongo que por las embajadas rusas de todo el mundo- que empieza con la hoz y el martillo.
Reivindicando la URSS. Como en los viejos tiempos.
Al fin y al cabo, los mineros del Donbass jugaron un papel relevante en la revolución rusa.
“Mujeres hermosas”, “gas barato”. Hasta … ¡”vodka”!. El resto son zarandajas.
A mí, que he leído “Anna Karenina” o “Guerra y paz”, me encandiló cuando cita la “world famous literature”.
Y hay una frase clave: “una economía que puede resistir miles de sanciones”.
Porque, en efecto, los que tienen la inmensa paciencia de seguirme aquí o en YouTube saben que he expresado mi escepticismo sobre la guerra en un par de ocasiones.
La primera nada más empezar: Juegos de guerra (28 de enero).
La segunda un poco más adelante: No a la guerra (6 de marzo).
Ya sólo me falta el libro para acabar de inmolarme.
Es evidente que lo de Rusia es un ataque en toda regla.
Aunque, para ellos, atacar Ucrania debe ser como si España atacara Asturias.
Pero también que se dejaron querer por la OTAN. Cómo antes lo fue Georgia con funestas consecuencias (2008).
Y que la Alianza Atlántica se ha exapandido hacia el este a pesar del compromiso formal de no hacerlo tras la caída del Muro (1989).
Hasta lo explica Gorbachov en sus memorias en unas páginas premonitorias. Traduzco del inglés:
“La creciente tendencia a la confrontación entre Rusia y Occidente por la expansión planificada de la OTAN me llevó a recordar a los políticos occidentales que durante las negociaciones sobre la unificación de Alemania dieron garantías de que la OTAN no ampliaría su zona de operaciones hacia el este” (1).
Los políticos occidentales cumplieron su palabra al pie de la letra: Polonia, Hungría y República Checa ingresaron en la Alianza Atlántica apenas una década después (1999).
Estonia, Letonia, Lituania, Eslovaquia, Bulgaria de una tajada en el 2004.
Y Croacia, superados los efectos de la guerra de los Balcanes, en el 2009. Bendecida por Alemania, claro.
Ahora el mal ya está hecho.
Por supuesto, Ucrania es un estado soberano. Y puede ser lo que quiera.
Pero hay que entender también que Rusia, vistos los antecedentes, lo considerara su zona de influencia.
En fin, tengo mis dudas de que Ucrania merezca una guerra.
Aunque mi temor personal a un enfrentamiento generalizado OTAN-Rusia ha bajado.
Pese a que en la guerra no puede descartarse el azar. Ya lo dijo Clausewitz: “Ninguna actividad humana guarda una relación más universal y constante con el azar que la guerra” (2).
O un zumbado lanzando un mísil. Como en las películas de Hollywood. Cada vez que viaja un jefe de estado o de gobierno a Ucrania, sufro.
He de decir también que, a pesar de ser los agredidos, desconfio de un presidente que va todo el día con camiseta militar y marcando bíceps.
Como en su día desconfié de George Bush aterrizando en un portaaviones después de la guerra de Irak.
O, más recientemente, de Boris Johnson volando en un Typhoon poco después de que lo echaran.
Pero ni Putin es Hitler ni Ucrania es Checoslovaquia en 1938.
Y el conflicto nos ha pillado con la peor clase política europea en muchos años: con Ursula von der Leyen al frente de la Comisión y Charles Michel del Consejo Europeo.
Parece mentira que la primera fuera incluso ministro de Defensa en Alemania. Nada menos que cinco años.
Están poniendo en peligro los ciudadanos de la Unión Europea. Y las promesas de un ingreso rápido de Ucrania son descabelladas.
En la lista casi podría incluir al ministro de Exteriores de la UE, Josep Borrell, por mucho que haya sido más sensato.
En fin, como resumen: no se si Rusia está gananando la guerra pero en todo caso no la puede perder.
Ha tenido, en otros períodos de su historia, enemigos poderosos.
Los más conocidos son los franceses y los alemanes.
Pero durante la Edad Media también a los polacos, a los lituanos -el Gran Ducado de Lituania llegaba hasta Ucrania-, a los suecos.
Sin olvidar a los tártaros y a los turcos.
Y no retrocedo más en el tiempo (hunos y mongoles) por razones obvias.
El historiador norteamericano Michael G. Kort, en su clásico The Soviet Colossus (2006), recuerda que entre los siglos XIII y XV, Rusia libró 45 guerras con los tártaros, “41 con los lituanos, 30 con los caballeros teutónicos y un total de 44 más con los suecos o los búlgaros”.
Algunos hasta consideran que habría que hacerle un Nuremberg a Putin.
Sólo se juzga a jefes de estado que han perdido la guerra.
No hay ejército capaz de asumir el control de un territorio de 17 millones de kilómetros cuadrados.
Y, además, potencia nuclear.
No sé que es peor: que Rusia gane la guerra o que la pierda.
Porque la Unión Europea no se puede permitir una Rusia desetabilizada o con un vacío de poder.
Aunque, evidentemente, hay que buscar una solución al conflicto y a las matanzas.
Con frecuencia las guerras acaban por agotamiento.
(1) Mikhail Gorbachev: “Memoirs”. Bantam Books. Berlin, 1995. Página 871
(2) Karl von Clausewitz: “De la guerra”. Idea Universitaria. Barcelona, 1999. Página 44.