Lastra no es el problema
Adriana Lastra ha dimitido como vicesecretaria general y ‘número dos’ del PSOE cinco minutos antes de que Pedro Sánchez prescindiera de ella, como hizo en el pasado con colaboradores muy directos como Carmen Calvo, José Luis Ábalos o Iván Redondo. Es la cuenta de resultados lo que se impone y el PSOE en ese sentido no deja de ser una gran empresa que ha fallado. Lo hizo en Madrid, en Castilla y León y ahora de forma estrepitosa en Andalucía, cuyas urnas han desencadenado una profunda crisis orgánica en Ferraz. A Sánchez, haber ganado las elecciones en Cataluña en febrero de 2021, pero sin posibilidad de que el PSC fuese un partido bisagra o de que se integrase en el Gobierno catalán, le resulta insuficiente, por no decir inútil. Ahora Sánchez ha hecho recaer toda la responsabilidad del fracaso en Andalucía a su aparato de Ferraz, y no a Moncloa. Hace un año, tras las elecciones en Madrid, el presidente del Gobierno ya prescindió de Lastra como portavoz parlamentaria y le entregó, junto a Santos Cerdán, el control del partido. Sin embargo, los fuertes desencuentros entre ambos, la carencia de una estrategia electoral incisiva y capaz de movilizar al votante socialista, y el propio desgaste que sufre Sánchez, han averiado la tradicionalmente bien engrasada maquinaria electoral del PSOE.
Lastra alega motivos personales que le exigen estar de baja médica y llevar una vida más tranquila que la que llevaría cualquiera que fuera ‘número dos’ de un partido. Sin embargo, la cuestión de fondo no es una baja médica por embarazo, de la que antes o después se podrá recuperar, sino que se aparta total y definitivamente de sus funciones.
En realidad ella es muy consciente de que los resultados de los comicios andaluces han sido demoledores y que en gran medida Sánchez le culpa de la impotencia demostrada por el PSOE. Una cosa es el mensaje público que emite el partido, en el que la crisis interna queda aguada hasta un extremo no creíble; y otra muy distinta es la realidad de una destitución maquillada y en diferido que la propia Lastra ha querido timonear para no sentir la humillación que tanto afectó a Calvo, Redondo o Ábalos cuando recibieron la fatídica llamada de Sánchez. No obstante, eso no significa que Lastra, como todo el PSOE, sepan fehacientemente que quien envenena la marca electoral de los socialistas es el propio Pedro Sánchez, y no solo Lastra, Cerdán, Juan Espadas, Ángel Gabilondo o Luis Tudanca.
La crisis abierta en el PSOE es grave y no se va a resolver solo con la salida de Adriana Lastra. Existe falta de comunicación entre los equipos de organización electoral, las discusiones están vetadas porque solo se ejecuta lo que Sánchez quiere y del modo que impone, nunca hay autocrítica en el ‘relato oficial’, y las portavocías fallan en su trabajo. Ahora se ve con claridad que en el ‘relato orgánico’, el que de verdad importa, Sánchez vuelve a no perdonar.
La salida de Lastra no se debe solo a una causa médica, de la que es deseable que se recupere cuanto antes. Esa es solo la forma de maquillar ante la opinión pública el caos en que se ha convertido el partido, y también la manera de comunicarle al militante que quien falla no merece nuevas oportunidades. Eso es algo que Sánchez, que siempre es fulminante con los demás, se reserva solo para sí mismo. Lastra podía ser una parte del problema, pero no es el problema. El problema es Sánchez y el rechazo creciente que genera entre los votantes, también del PSOE, por cierto, según los todos los sondeos. Lo demás es hacerse trampas al solitario.