Políticos
Es muy corriente que en charlas coloquiales y amistosas, salga a colación un tema muy recurrente, como es el de opinar sobre nuestros políticos, en cuanto a su categoría personal, cultural, etc.
Y no suelen salir muy bien parados.
La opinión generalizada es que, la clase política actual española, es de corte bajo.
Pero, no estoy en absoluto de acuerdo con esa generalización que se hace. Por el contrario, creo que, no pocos de nuestros políticos, si tienen la altura mas que suficiente, para no ser tachados con ese calificativo.
Naturalmente, este tipo de valoraciones, depende de lo que cada cual pueda entender por actividad política.
A mi parecer, se tiene una idea equivoca de lo que, por lo menos, hoy en día, debería ser el talante de los políticos y el contenido de la actividad política. A los políticos de épocas pasadas, se les solía pedir y, de hecho, entre ellos solían abundar las dotes oratorias; tenían capacidad de persuasión y, eso, se quiera o no, redundaba en beneficio del propio partido al que representaban, al captar por esa capacidad argumental, adeptos para la causa propia.
En cambio, el político actual es menos retorico, más técnico, más aséptico, más pragmático; en definitiva, mas racional. Y se le debe pedir, sobre todo, sentido de estado y capacidad de gestión, en el bien entendido de que, si se dan en él esas aptitudes, será el conjunto de la nación el que saldrá beneficiado.
Por eso, a mi, que me den estadistas y gestores.
En cambio, en la opinión generalizada de la gente, suelen salir muy bien calificados los políticos de la II República, precisamente, porque se tiene constancia de que esa capacidad de discurso, la poseía un número importante de ellos.
Pero, el hecho de esa constatación respecto a las capacidades oratorias de los políticos republicanos, provoca, en nosotros automáticamente, de manera imperativa, con tintes inquisitivos, y de forma impertinente, las siguientes preguntas: ¿y para que sirvió tan sutil capacidad de expresarse? ¿que efectos positivos representó para el conjunto de la ciudadanía el hecho de que sus políticos fueran todo sutileza y retorica? Nada. Aquella etapa de tan sutiles políticos, no sirvió para eliminar las lacras que padecía España: analfabetismo y mortalidad infantil, altísimos; hambrunas: dicen que la mitad de los españoles se acostaban sin cenar. Y, finalmente, no fueron capaces de evitar el enfrentamiento civil.
En cambio, hoy en España existe un grupo de políticos, de discurso corto, pero que tal como se va viendo, son bastantes eficaces en el ejercicio de sus funciones.
Ejemplos: Tómese como referencia a 4, aunque se podría poner alguno más, a saber:
Tómese al Alcalde de Málaga. Después de unas cuantas legislaturas, dicho en términos coloquiales: Málaga está que se sale. La gestión de este mandatario, es, prácticamente, imposible superarla.
Tómese, ahora, al Presidente de la Junta de Andalucía que, tan solo en una legislatura en la que, a pesar de la pandemia, ha conseguido revertir la situación de dicha comunidad, sacándonos del vagón de cola en la que estaba sumida Andalucía, en tantas facetas,.
Tómese también al Presidente de la Comunidad Autónoma gallega que ha conseguido ganar cuatro legislaturas, por mayoría absoluta.
Y, finalmente, tómese a la Presidenta de la Comunidad Autónoma de Madrid que ha conseguido mantener a la misma, a la cabeza, en renta per cápita de España, bastante por encima de las que, tradicionalmente, ocupaban los primeros puestos; además, de haber hecho una muy buena gestión de la pandemia.
En honor a la verdad, ¿se puede decir de estos cuatro, que son malos políticos?
En cambio, como contraposición, cójase a esos políticos vociferantes, patéticos, que sin ser grandes oradores, juegan a serlo, para lo cual, la finura de expresión de que gozan los auténticos oradores, se tiene que sustituir por sucedáneos: la agresión verbal, la estridencia, la sobreactuación, etc. Si aún no han tenido la oportunidad de gobernar, cabe preguntarse, al respecto: ¿si alguna vez llegaran a hacerlo, serían grandes estadistas, grandes gestores?
Posiblemente, no. Dudo que el político que sea consciente de su capacidad de gestión y tenga como meta, esa tan digna, de servir, se deje llevar por la política de gestos, voces y hueca. Una forma es la antítesis de la otra. En el político serio, en el que de verdad se de esa disposición hacia el servicio de lo público, los aspavientos, las voces, los gritos, la sobreactuación, son imposibles, aunque lo intentara, al ser reprimidos instintivamente, no le saldrían de manera natural; siendo así que, aunque quisiera ejercer aquella forma soez de política, no lo podría conseguir.
En una España en la que, en el gobierno central, también en una parte de la comunidad levantina y de la Balear y en casi toda la catalana, se ha perdido el oremus, un presidente del gobierno centrado, sosegado, tranquilo, es necesario como agua de mayo. Huyamos de los salvapatrias, voceros, que en vez de apagar, echan más leña al fuego.
Y esta cualidad de la serenidad, pero de serenidad firme, es la que debe adornar, a cualquier dirigente político, sea éste, Alcalde, Presidente de Comunidad Autónoma o Presidente del Gobierno español.