Populismos
Sustentada en la, en estos tiempos, ridícula idea de que “la Patria está en peligro”, ha surgido algún que otro partido político de derechas, de corte populista que, fomentando la emoción y los sentimientos, suele conseguir un número de adeptos, lo suficientemente importante como para que, auspiciado por los políticos de signo contrario, sea una rémora para el conjunto de los partidos de su propio ámbito político.
Y digo bien, cuando digo que constituyen una rémora; y ello, por dos razones muy claras: por un lado, consiguen una división del voto de los partidos de su mismo ámbito político con la penalización que en el sistema electoral español, la fragmentación significa; por otro, al estar estos partidos populistas, calificados de extremistas, suelen provocar un efecto llamada en los votantes afines a otros partidos que, insatisfechos y decepcionados, habrían decidido abstenerse de votar o, sin dejar de hacerlo, votar a un partido moderado de signo contrario, con lo cual penalizar al propio.
Los discursos de los partidos populistas, suelen estar basados en la crispación, y de ella viven. Las propuestas que hacen no son constructivas, en el sentido de ofrecer un proyecto para gobernar una nación; se basan en tópicos, frases hechas, frases recurrentes; en definitiva: palabras, palabras, palabras.
Palabras que se sueltan en toda clase de discursos, mitines, etc., y que, por la gravedad de los conceptos que encierran, deberían estar reservadas para ocasiones contadas. Y, sin embargo, como antes decía, las sueltan con una frivolidad increíble. Ejemplo: para ellos, lo que debería hacer España, ahora, es iniciar una nueva reconquista. Si en tiempos pasados, esa reconquista fue lógica, necesaria y propia de la dignidad nacional, contra la invasión y ocupación musulmana; ahora, para estos populistas, volvería a ser contra los mismos ocupantes que, según ellos, nos han invadido con ánimo de conquistarnos, cuando, en la inmensa mayoría de los casos, las personas procedentes de esos países, vienen a ganarse la vida honradamente. Y de hecho, todos tenemos muchos testimonios que así lo justifican.
Más nos valiera que, agradeciéramos en vez de echarles la culpa, a unas personas que, en su inmensa mayoría, con su esfuerzo, están contribuyendo al bienestar de los españoles y nos preocupáramos de tratar de revertir la situación de decadencia moral de nuestra civilización que, producto de la comodidad, la vimos venir, en su día; la estamos viviendo en el presente; presentimos su carácter destructor y sin embargo, en vez de tomar decisiones efectivas, esas que requieren esfuerzo, nos quedemos como pasmarotes, sumidos en discusiones bizantinas, estériles, que no conducen a ninguna parte.
La culpa de esta decadencia moral palpable del mundo occidental, no la tienen los hispanos, ni los africanos, ni lo centroeuropeos que han venido al mundo más avanzado a buscarse la vida y que, salvo excepciones, con su esfuerzo, nos están dando lecciones de dignidad.
Por supuesto que en una revolución mundial, como la que se está produciendo ahora, la más grande jamas conocida, suelen producirse tensiones, desajustes, etc., Pero eso es lógico. Y si se compara el tamaño de la revolución a la que estamos asistiendo, con los problemas derivados de la misma, los problemas, quedan totalmente empequeñecidos, en comparación con la magnitud de la revolución.
Al grito de la Patria está en peligro, exacerban la emoción y sentimiento de muchos ciudadanos de buena fe que quedan como enganchados, atrapados.
La Patria española, es decir, la nación española, contrariamente a lo que predican los populistas, jamás ha estado tan segura como ahora. Y esta afirmación resulta del examen objetivo de la realidad: en cuanto a la defensa de los derechos de los ciudadanos, éstos, están garantizados por la Constitución, la cual, a su vez, está decisivamente influenciada por los derechos contenidos en La Declaración Universal de los Derechos Humanos; en cuanto a las garantías políticas y económicas, están protegidas por la Unión Europea, al ser sus organismos, los que supervisan las desviaciones que, producto de la arbitrariedad de cualquier gobierno, se pudieran cometer; y, finalmente, en cuanto a la defensa territorial, España está defendida, además de por el Ejercito Español, por la OTAN, integrada, ahí es nada, por toda Europa, por Estados Unidos de Norteamerica y por Canada.