Macarena Olona.

JV.- Proclamar que eres “granaína” de adopción, ponerte un vestido de faralaes, bailar una sevillana y simular que sabes algo del arte flamenco no acreditan la condición de andaluza. Menos aún si se aparenta todo eso para obtener beneficios políticos. Se trata de trucos muy vulgares. En el fondo esconden un menosprecio sideral a los andaluces y a su cultura. Lo único que acredita para cualquier ciudadano español la condición de andaluz, a todos los efectos civiles y, por tanto, electorales, es su residencia continuada y verificable en territorio de Andalucía. Ni la sangre, ni la pasión, ni el sentimiento, ni el nombre de pila, ni el acento, ni la voluntad.

La alicantina Macarena Olona no es andaluza. Y ha hecho trampas para parecerlo y presentarse a las elecciones autonómicas. Simuló que vivía en Salobreña, en el domicilio del dirigente local de Vox. Se ha comprobado que eso era falso y el Ayuntamiento ha calificado su inscripción como “indebida”: no es andaluza.

Las trampas, ilegalidades y corruptelas de los dirigentes de Vox son continuas. Demasiadas, para un partido que se reclama “de orden”. Ahí está la financiación por un grupo de presión iraní para la fundación del partido. Los sueldos que este mismo lobby pagó durante meses a su presidente, Santiago Abascal, y a su portavoz, Iván Espinosa de los Monteros. La reconversión ilegal de un edificio madrileño por parte de este. La falsedad de la firma de su esposa, Rocío Monasterio, como si fuera arquitecta cuando no lo era. En otros partidos también se dan esos desórdenes. La diferencia con Vox es que este los exhibe desde que nació, y sin haber tocado poder. De pronóstico reservado.