De machotes y cobardes
En las primeras elecciones legislativas, celebradas en España en el año 1977, de motu propio, sin tener que ser alentado por nadie, me presenté en la sede de Alianza Popular (hoy Partido Popular), partido que representaba a la derecha española y me ofrecí voluntario a colaborar con dicha organización. De hecho, fui designado interventor de mesa, es esas primeras elecciones. Eran momentos de gran incertidumbre. Los partidos políticos, no hacia mucho, habían sido legalizados y los de izquierda, después de tantos años en la clandestinidad, se encontraban, como se dice ahora, empoderados. Nadie sabia que podía pasar. Una gran incertidumbre, repito, había en el ambiente y, porque no decirlo, existía un cierto miedo, sobre todo, en personas de la derecha mas extrema, que, por mor de esa incertidumbre, preferían la discreción y no hacerse notar.
A partir de aquellas primeras elecciones seguí ofreciéndome para colaborar, primero, como he dicho, con Alianza Popular, después con el Partido Popular. Ostente, algún cargo de cierta relevancia en el régimen interno del partido, hasta que después de un largo periodo de tiempo, por razones que no vienen al caso, lo deje.
Aquella primera etapa de la democracia, puede ser analizada desde diversas perspectivas, pero, ahora, solo quiero resaltar un aspecto: participar en política en aquella época, no era para pusilánimes. Y eso referido a toda clase de personas e ideologías. Con ello no trato de definirla como etapa mítica, épica o de leyenda. Se trata de calificarla en sus justos términos: para participar en política, había que echarse para adelante. Es decir, se podía ser de todo, menos cobarde.
Salir a la calle, a lo más elemental, como puede ser pegar carteles, publicar un articulo en algún diario, llevaba aparejado el riesgo de señalarse, sobre todo si eras de derechas. Por otro lado, el riesgo de involución política, era una probabilidad, no menor, con lo que eso suponía de incertidumbre; y, finalmente, el terrorismo, día sí, día también, se cobraba sus victimas de toda clase y condición. De hecho, el Partido Popular, también lo sufrió en sus carnes: Aznar, presidente del PP, sufrió un atentado del que resultó ileso; Miguel Ángel Blanco, fue asesinado por ETA y José María Martín Carpena, concejal del Ayuntamiento de Málaga, amigo y compañero del que este artículo suscribe, fue también asesinado por la banda terrorista. Es decir, que el peligro era real. Y sin embargo, ahí seguimos.
Y después de haber dedicado tiempo, esfuerzo y sobre todo, asumir esos riesgos ciertos en defensa del Partido Popular, al cabo de bastantes años, cuando uno siente un cierto orgullo por pertenecer a ese partido, viene Santiago Abascal, con una mentecatez, que raya en la insensatez, y nos tacha de cobardes. Semejante osadía, solo puede obedecer a un superlativo grado de resentimiento contra el partido, al que durante bastantes años perteneció.
Y ¿de dónde viene ese resentimiento? El señor Abascal perteneció y ocupó cargos públicos con el PP desde los 23 años, con dedicación, casi por completo, a dicho partido desde esa época, hasta el año 2012. Su trayectoria, hasta ese año, viene, con detalle, en un articulo periodístico en el “Diario. es” del que, solo voy a transcribir el último párrafo, ya que todos los que le preceden, están en la misma línea, solo que referidos a las etapas anteriores. El titulo del artículo es: “Todos los sueldos públicos de Santiago Abascal”.
El párrafo en cuestión, dice así: “Ahí es cuando apareció en escena una de sus protectoras dentro del PP: Esperanza Aguirre. La expresidenta de la Comunidad de Madrid promovió su candidatura como director de la Agencia de Protección de Datos. A pesar de las criticas de la oposición por su falta de experiencia en ese ámbito, su designación en la Asamblea de Madrid fue un mero tramite porque los populares contaban con mayoría suficiente para hacerlo sin consenso. Abascal ocupó ese cargo entre febrero de 2010 y diciembre de 2012 con una remuneración total de 276.525 euros, como publicó Maldita.es a partir de una petición de información pública”.
Cuando al señor Abascal, creo que fue Rajoy, le cerró el chiringuito, para Abascal, Rajoy paso a ser maricomplejines y, por supuesto, el Partido Popular, la derechita cobarde. Toda una lección de honestidad.
Los partidos políticos son asociaciones públicas. Son personas jurídicas, capaces de derechos y obligaciones que, por ser entes abstractos, contrariamente a lo que ocurre con las personas naturales, carecen de la capacidad de tener conductas que puedan ser objeto de valoración. Un partido político, no puede ser ni bueno ni malo, ni alto ni bajo, ni torpe ni listo, etc.
Entonces, cuando Vox califica al Partido Popular de derechita cobarde, ¿qué está queriendo decir? Muy sencillo: acusar a las personas que dirigen el partido y, por extensión, a sus afiliados, simpatizantes y votantes, de cobardes.
Y cuáles son los argumentos que, para ellos, justifican esa ofensa: que el Partido Popular (en mi opinión, con toda lógica), en el siglo XXI y en la Europa de la civilización y la cultura, ha optado por el camino de la razón y la moderación.
Es decir que, para Vox, la distinción entre ellos y el PP, es una distinción entre machotes y cobardes. Naturalmente, en esa dicotomía, no hay lugar para la duda: ellos son los machotes.
Como se ve, una dialéctica infantil, ridícula, impropia de personas adultas, emocionalmente estables y seguras.
Es la dialéctica populistas, que lo fía todo a este tipo de falacias, eludiendo, a la par, tener que cumplir con ese deber propio del político riguroso, serio y responsable que, sin alardear, en la recamara, lejos del escenario político, elabora auténticos programas de gobierno, para ofrecer a la ciudadanía.
Es la hora de la demagogia. Que salga la fanfarria. Que comience la función. La función de lo huero, lo vacío, lo insustancial.
Pues señores lectores, esta de la fanfarronería, es solo una de las muchas falacias, con las que, increíblemente, Vox, ha conseguido seducir a una cantidad de personas, nada despreciable.
Ni qué decir que, en otro orden de cosas, acusar a los rivales políticos de cobardes, constituye la forma de violencia más fuerte que puede darse y, no solo en política, sino, además, en todos los demás ámbitos de la vida.
*José Ángel Cobo Ruiz de Adana es vicepresidente de la Hermandad de Antiguos Caballeros Legionarios de Málaga.