Repitan conmigo, señores del PP: los de la mafia progresista no son mis rivales políticos, son mis enemigos
No hay precedentes de una campaña de acoso y derribo tan feroz como la que se ha puesto en marcha contra el nuevo PP de Feijóo. El gobierno apunta y sus putas mediáticas disparan. El acoso es promovido por todos los medios subvencionados por la izquierda. Es un acoso persistente, encanallado, sin tregua. En esto hay que reconocerle a la izquierda una eficacia que la derechona mediática no tiene. Actúan todos a una con la determinación de un Panzer en pos de un objetivo a batir.
Mientras la mafia mediática progresista logra que todos los focos apunten a las mascarillas del alcalde Almeida, o a la ausencia de Feijóo en la toma de posesión de Mañueco, o al pellizquito de monja de Miguel Ángel Rodríguez a una indigna y ridícula reportera, aquí en cambio nadie habla del hermano de Ximo Puig, ni de la casi segura imputación de Mónica Oltra por el abuso sexual a una menor, ni del espionaje por parte del CNI a líderes independentistas, ni de la imputación de tres altos cargos socialistas por las compras de Sanidad durante la pandemia, ni de la activación de la causa contra Salvador Illa por adjudicar un contrato de 23,8 millones de euros a la empresa Hangzou Ruining Trading para la adquisición de tres lotes de mascarillas, ni de la condena a cinco años de inhabilitación a la alcaldesa socialista de Alcorcón por la quiebra de la empresa municipal de gestión inmobiliaria, ni de la imputación por malversación y prevaricación de la alcaldesa socialista de Móstoles y buena parte de su equipo de Gobierno por perdonar tasas municipales a una empresa propietaria de una ITV; ni de la detención de la ex alcaldesa de San Martín de Valdeiglesias y otros cuatro ediles y ex ediles del PSOE, acusados de corrupción urbanística, fraude, malversación, actividades prohibidas a funcionarios y prevaricación; ni de la imputación del ex alcalde socialista de Parla por la adjudicación de contratos públicos a la empresa de servicios energéticos Cofely; ni de que el Tribunal Superior de Justicia de Madrid declarase nulo «de pleno derecho» el nombramiento de una veintena de funcionarios de carrera en el Centro Municipal de Iniciativas para la Formación y el Empleo del ayuntamiento de Fuenlabrada, gobernado por el socialista Javier Ayala; ni de la imputación de dos concejales socialistas de Ciempozuelos por cohecho y malversación por haber dado publicidad a una excursión que, en principio, promovía el Ayuntamiento pero que, en realidad, estaba organizada por una empresa privada dedicada a la venta de viajes a la nieve. Los casos reseñados han tenido lugar solo en la Comunidad de Madrid. Imagine el lector la enormidad de la lista si abarcásemos todo el territorio nacional.
Así que ya es hora de pasar al ataque, salvo que el PP no haya extraído ninguna lección acerca de las consecuencias que para este partido tuvo su mojagitería y rendición frente a la izquierda, lo que provocó un trasvase masivo de militantes a Vox. Percibimos los mismos complejos y la misma actitud indolente frente a la izquierda de siempre. Y así no vamos a ninguna parte.
Como sostiene un veterano analista, el think tank sanchista ha puesto en marcha una tenaz operación para anatematizar cualquier acuerdo del PP con el partido de Abascal. El centro derecha español apenas reacciona cuando no lo puede tener más fácil. Pedro Sánchez, tras anunciar a España insomnio ineluctable si la extrema izquierda entraba en el Gobierno, selló una alianza con el mundo comunista-podemita porque la política acostumbra a imponer extraños compañeros de cama. Además de su insólita coalición con la extrema izquierda, Pedro Sánchez, para ser investido, se vio en la necesidad de solicitar, tras hacer graves concesiones políticas y económicas, el apoyo de los partidos secesionistas vascos y catalanes y la añadidura atroz de la agrupación proetarra, todos ellos anticonstitucionalistas, en un ejercicio de indecencia que ha lesionado la dignidad de España.
Y es ahora de aparcar para siempre los complejos. La izquierda española carece de autoridad moral y de legitimidad política para imponerle su marco mental a la derecha. Por eso hizo bien Miguel Ángel Rodríguez en apartar de Isabel Díaz Ayuso, sin miramientos, a la repugnante periodista de LaSexta que la estaba acosando a su entrada a las Cortes de Castilla y León. Un micro en la mano no exime a una petarda de arrastrar su infame condición. Por eso, cuanto antes comprenda el PP que en la izquierda no tiene a sus rivales políticos, sino sus declarados enemigos, antes renunciará a la cobarde sumisión a la agenda que esta mafia trata de imponerle.
Pedro Sánchez, que nadie lo dude, volverá a aceptar los escaños comunistas-podemitas, el apoyo de las agrupaciones secesionistas y del partido bilduetarra para continuar en el poder, suponiendo que la suma del Partido Popular y Vox no superen, como auguran las encuestas, los 176 escaños.