La dama vestía de azul es una reflexiva novela de ficción política con los mejores ingredientes del género policiaco
A mediados de los años noventa, un investigador privado se involucra en un caso de complejas aristas.
Durante la investigación, y tras entrevistarse con diferentes personas implicadas en los hechos acaecidos en torno a su desaparición, descubre las diferentes caras del fascismo, tanto de índole militar como social. Un recorrido que le hace enfrentarse también con sus orígenes y el recuerdo de su padre, un soldado alemán que combatió contra su país durante la Segunda Guerra Mundial.
Helmud Krauss es un investigador privado en un país aleatorio del sur de América latina en el año 1996. Recibe la visita de una señora, Noemí Zanjahonda, que le pide investigar la desaparición de su hija Marcela en 1977, cuando esta tenía 25 años, en plena dictadura militar. Helmud al principio es reacio a investigar algo de esa época porque, pese a la democracia actual, lo cierto es que todo lo referente a esa época es tabú y no se han rendido cuentas.
Para la investigación tiene como inestimable colaboradora a su entrañable madre, una anciana que fue, en su época, todo un referente en las Jefaturas judiciales y policiales, de modo que tiene innumerables contactos y amistades por todas partes.
Noemí lo insta a hablar con su abogado para cualquier cuestión, porque ella tiene que volver a España, donde vive ahora, y no tendrán más contacto que el abogado. Helmud descubre en su investigación, gracias a la madre, que dicha empresa, dedicada la medicina, fue intervenida y acusada de ser una tapadera de conductas subversivas de izquierda. Y tiene acceso a una hoja de detención en la que aparecen los nombres de las personas que trabajaban allí, salvo el de Marcela y el de otra persona.
“Con las manos en los bolsillos, Helmud miraba la calle a través de la pequeña ventana que daba a Juncal. La niebla invernal de media mañana permanecía densa y parecía no diluirse nunca. Apenas se hacían visibles algunos pocos edificios asomando sus grises moles por detrás de las azoteas. El año 96 no estaba siendo bueno. El trabajo mermaba en forma alarmante y la competencia de empresas con grandes capitales y sofisticada tecnología lo apretaban contra las cuerdas. Solo un par de típicos casos de parejas desencontradas, más allá del esfuerzo y de la magra paga, habían servido para arrimar al presupuesto mensual. De todos modos, debía el alquiler y no quería recordar cuánto hacía que no aportaba un peso a Impositiva ni al Banco de Previsión. Se dio media vuelta y observó la puerta del pequeño cuchitril. Hilda no había llegado; tampoco la esperaba, le pedía tantos préstamos personales que lo mejor, para ella, era no ir a trabajar, al menos no perdería dinero.
Se acercó a su mesa de trabajo y desparramándose en la silla puso las piernas sobre el escritorio atestado de papeles. Cerró los ojos y con las manos en la nuca se quedó quieto un buen rato, tratando de no pensar en nada. Era un ejercicio difícil porque no se llega a la nada sin tener que eliminar previamente las miles de imágenes que se apiñan en el cerebro. Pero tenía un método que nunca fallaba: fijaba la atención en un punto negro que luego agrandaba hasta convertirlo en un gran círculo que se iba comiendo todas las imágenes, todos los colores, todos los recuerdos, que desaparecían ante la negra ofensiva geométrica.” (Fragmento de La dama vestía de azul, La Equilibrista, 2020)
Arturo Castellá Lorenzo nació en Rocha (Uruguay) en 1949, es periodista y artista plástico y, como tantos jóvenes de su generación, fue preso político entre 1972 y 1981. Es autor de numerosos relatos y novelas, algunos de los cuales han merecido galardones de ámbito internacional, y ha realizado varias exposiciones de su obra pictórica en lugares como el Museo de la Memoria de Montevideo, la Galería Lua, el Mume o el Taller Bolinche.
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