La ideología del dinero
Lo que usted llama ideología anglosajona, no sé si por referencia a La ideología alemana de Marx y Engels, resulta muy reduccionista. Más propiamente sería una ideología de la libertad individual y de una moral utilitaria.
Al final todo son utilidades, es decir, dinero. Lo que es útil para unos puede ser perjudicial para otros, o tener consecuencias poco útiles, por decirlo de algún modo, o imprevisibles. Haciendo balance, ¿qué decide al final? El resultado cuantificable, el dinero, se convierte en el criterio de la utilidad. Lo mismo pasa con la moral basada en la libertad individual. Siempre tendrá más de esa libertad el rico que el pobre o que el mediano. Si medimos la calidad humana por la libertad individual, el dinero vuelve a ser el criterio claro, fuera del cual todo suena a autoilusión. Es lo que se hace también al comparar unos países con otros. ¿Cuál tiene el mayor PIB per cápita? Ahí radica en el fondo la “calidad de vida”.
Sin embargo, esos conceptos que usted reduce tanto han originado una enorme historiografía, mientras que la historiografía imitativa española es pobre, y la de “nada sin Dios” más pobre aún. En el franquismo tampoco la historiografía española brilló gran cosa, y buen número de los historiadores españoles que parecen más serios han sido alumnos de los ingleses, en definitiva.
Suponga que usted sostiene que la motivación principal de la historia, su núcleo generador es la búsqueda de la belleza. ¿Cree que no habría generado una bibliografía enorme? O considere el marxismo: ha generado bibliotecas enteras de historia, análisis literario, filosófico, etc. Por supuesto no todo ha sido un voluminoso fracaso, gran parte de ese material es utilizable, aunque sea como material de desguace.
Pero si esos enfoques generales de la historia están equivocados, ¿por qué la visión contraria del franquismo, en definitiva religiosa, ha sido tan pobre? Piense en esto: la religión te dice que nada de lo que ocurre en el mundo y en la historia es casual o arbitrario, sino que Dios está en todo ello, todo depende de la voluntad o el designio divino. Ahora bien: nadie se levanta por la mañana diciéndose “gracias a Dios me levanto”, ni va al baño, a desayunar, a una oficina a esperar que el jefe le encargue unos papeles, o a tomar un pincho de tortilla, pensando en Dios. Solo cuando ocurre algo malo o desastroso, se nos muere un ser querido o nos vemos en grave peligro, invocamos a Dios, generalmente sin mucho resultado. De la historia en general puede decirse lo mismo.
En cierto modo pasa igual con la ciencia o con el estudio de la historia. Usted no puede hablar del átomo o de la guerra civil invocando a cada paso a Dios. Puede decir que unos defendían la idea cristiana de Dios y otros la atacaban. Puede creer que ganaron los primeros por designio divino, pero no puede afirmarlo, máxime cuando ha sido frecuente lo contrario, incluso lo más frecuente en el siglo XX. Si escribe una historia así, ni siquiera puede considerarse religioso, sino que está usurpando el designio divino. Y si todo lo explica por la providencia, apenas es necesario escribir de historia: basta con saber eso para “explicarlo” todo. Algo de eso hay, que vuelve ese tipo de historiografía tan pobre y pesada. Si Dios ha querido que ganara Franco, ¿por qué ha querido también que ganaran Lenin o Stalin? Ni el más místicamente religioso puede decirlo. No se puede escribir de historia sacando a Dios a colación, como no puede estar pensando en Dios en cada acto que realiza a lo largo del día. Queda entre ridículo y alucinante.
Luego, ¿cómo sostiene usted que el núcleo generador de la cultura, por tanto de la historia, es la religión? Resulta contradictorio con lo que acaba de decir.