Por Josele Sánchez.- Verán que he permanecido callado desde que publiqué el vídeo explicando quién, cómo y por qué había robado la web de La Tribuna de España, para quién trabajaba y cómo tras una careta y una imagen de hombre cándido se escondía un vulgar «chivato» de la policía, alguien que desde muy joven (cuando entró en prisión) ha estado haciendo de “soplón” por cuatro perras.

Me contestó con un vídeo cuajado de mentiras que tenía de todo, incluso dramatización y llanto que suele llegar mucho al corazón de su buena audiencia abducida por lo que yo denomino “la Secta del Hachís”. Ya se sabe que el consumo continuado de esta sustancia acaba por alterar la capacidad cerebral de los individuos. Pero he decidido no darle más cancha (al menos por el momento y si no me toca demasiado los cojones). Al final sus directos tienen 200 seguidores y ¡con todo lo que tengo encima! no voy a perder energías en atacar a quien poco daño causa ni al sistema ni a nadie; que tengo todas las pruebas: por supuesto. Del intermediario que contactó con el Banco de Santander, otro pobre desgraciado que va por la vida de criminólogo y experto en seguridad cuando su única relación con la seguridad es su amistad con los policías que van a su picadero a montar a caballo y que, en su día, le resolvieron un “importante marrón” por un caballo que se le escapó y causó estragos. Es así de sencillo: yo te arreglo el tema y desde ahora a te tengo a mi servicio.

“Los chivatos” no son agentes del CNI sino pobres desgraciados; fíjense que la mayoría han sido reclutados después de un interrogatorio de lo más “light” y descafeinado por parte de la policía.

Hay otras disidencias que no son controladas, que son un montaje puro y duro de la “Disidencia Controlada” por antonomasia, de VOX, y que con un canal con unos medios técnicos que nadie sabe de dónde ha sacado para tener sólo 13.000 suscriptores, en un reciente vídeo, muy gracioso él, se dedica a criticar a todos los que salimos huyendo ante la presencia de ABASCAL & CÍA como quien escapa de la peste o de la presencia de un inspector de Hacienda: y claro, sólo somos dos medios los que hemos tenido los cojones de “cagar donde comemos” y de publicar todas las cacicadas y corruptelas de VOX por mucho que sepamos que muchos de nuestros lectores son votantes de la formación neoliberal y prosionista que lidera el ínclito político profesional, Santiago Abascal: Alerta Digital y La Tribuna de España (ahora, por obra y arte del esbirro enmascarado de Ana Patricia Botin, lanevatribuna.es o lanuevatribuna.com).

Pero no acaba aquí la guerra de las infiltraciones de las cloacas del estado: el sistema ha decidido que hay acabar con la verdadera disidencia como sea.

Y en los últimos días estamos asistiendo al desencuentro (por parte de Mario Díez) y la ruptura absoluta (en improcedente respuesta de un soberbio y prepotente Spiriman) entre Justicia por la Sanidad y Justicia Poética.

Mario Díez: el trabajo jurídico incansable, la prudencia y la humildad, en la lucha contra la pederastia
¿Quién de ambos tiene razón? Nosotros lo tenemos clarísimo: el más prudente, el que más calla (como hemos hecho nosotros) el menor en número de seguidores, el que no va por la vida de Mesías ni de enviado por los dioses, el que día a día, de manera absolutamente silenciosa, hace una labor impagable en defensa de todos los niños abusados sexualmente, tanto en su trabajo como letrado en múltiples casos de “pederastia de alto copete”, como al frente de la Asociación Justicia Poética, una Asociación que ha tenido los arrestos de parir un manifiesto (Manifiesto del Juicio Final) con el que se puede o no estar de acuerdo, pero que ni es en absoluto sectario (admite a cualquier persona dispuesta a acabar con la corrupción venga de la extrema izquierda, de la extrema derecha o del bar de la esquina de su casa) y supone el documento más interesante y eminentemente práctico que, al menos hasta el momento, ningún disidente (nosotros los primeros) habíamos sido capaces de parir.

Pero claro, el Dr. Jesús Candel, -en el mejor de los casos- es un hombre encantado de haberse conocido, un prepotente de cojones (como habla él) que consigue decenas de miles de seguidores porque en España resulta mucho más popular llamar hija de puta (sin más argumentos) a Susana Díaz (que al final es enfrentarse a juicio por injurias y calumnias y una multa que consigue recaudar en media hora) que acusar a una juez, a políticos, diputados y fiscales de pederastas, algo que después tienes que demostrar ante un tribunal (que te va a juzgar deseando condenarte) y por lo que, además, te juega ir a la cárcel.

Al pueblo español -desgraciadamente más populacho que nunca- le resulta mucho más “popular” y cercano que un nota grabe un vídeo cagando desde la taza de su wáter, que una investigación de páginas y páginas, publicaciones y publicaciones y vídeos tras vídeos dando nombres y apellidos de pederastas a los que tendremos que enfrentarnos en los tribunales. Y eso debemos aceptarlo así: ya decía Machado que “en España de cada diez cabezas, nueve embisten y una piensa”.

Tengo información por un tubo (no sé si cierta o no porque ni siquiera me he molestado en contrastarla y porque la fuente que me provee está también contaminada) que habla pestes del destino del muchísimo dinero recaudado por Spiriman y de sus verdaderas intenciones, o de quién está detrás de un médico que surge de la nada y (como les pasaría a muchos) alcanza tal popularidad en muy poco tiempo que llega a creerse que “tiene a Dios cogido por los huevos”, que él es la verdad y que cualquiera que se le acerca es para sacar algo suyo, como si fuera un derroche de capacidad política, de intelectualidad o de decencia demostrada en la vida pública.

Una de las maneras para distinguir entre “disidencia controlada” y disidencia real son los objetivos: aquel que quiere entrar en política -al menos a mí- ya me huele a otro Pablo Iglesias «yeah» que ahora quiere conquistar el cielo por asalto pero que en cuanto siente sus posaderas (en lugar de en la incómoda silla de una consulta de medicina de familia) en un cómodo escaño del Congreso de los Diputados se convertirá en un perro dócil más del Régimen del 78.

Les reitero que sólo es una sensación que tengo, nada que (al menos de momento) pueda constatar de manera fehaciente.

Lo que no es casual es que sea ahora, precisamente, el momento en el que se desatan las rupturas y los enfrentamientos en el mundo de la disidencia.

El mundo de la disidencia es tan amplio que abarca desde los que quieren curar el cáncer con agua del mar, hasta los que sostienen que la tierra es plana, pasando por todos los que estamos en contra de la corrupción, los que nos negamos a ser invadidos por musulmanes, los que luchamos contra la ideología de género y el femiestalinismo, los que defienden un mundo maravilloso sin fronteras, los que estamos absolutamente en contra de las drogas o los que en sus jornadas de contrainformación huele más a marihuana que cuando la Guardia Civil descubre una plantación ilegal.

Los hay -incluso- los que son “hombres libres” que no se consideran ciudadanos españoles sino “personas del mundo” y que ¡ojo al dato porque no es coña, absolutamente cierto! llegan a pagar una “pasta gansa” por tener un inservible carnet (de lo que constituye una macroestafa piramidal) de ciudadano de la “República Independiente de Menda Lerenda…” ¡Manda huevos! que diría un Federico Trillo de triste recuerdo

¿Qué pinta un patriota de demostrada entrega a la causa, como Manuel Canduela, junto a fumadores de porros y defensores de la soberanía universal que no se sienten españoles?

Vamos, aquí hay payos con los que yo no iría ni a tomar un café; sin embargo observo con sorpresa el perfecto matrimonio entre una organización nacional revolucionaria y “el chivato” que la policía les ha metido dentro para seguir todos sus pasos, entre dirigentes que sé que de verdad condenan todo tipo de consumo de sustancias estupefacientes y su participación en conferencias donde los porros llenan más ceniceros que las colillas de los cigarros. Allá cada cual, pero éstos últimos tienen más delito porque han tenido “infiltrados” en su partido desde su nacimiento y, no hace mucho, les destrozaron una organización, absolutamente batalladora, como era su aguerrida delegación en Cataluña.

¿Cómo pueden compartir espacio y lucha los militantes de un partido social-patriota con soplapollas que se drogan y que no se consideran españoles sino ciudadanos del mundo? Cada uno que se lo haga ver y que saque sus propias conclusiones.

Lo mismo ocurre en sectores trevijanistas, una disidencia intelectual pero extraordinariamente formada, que de verdad supone un peligro para el estado porque (a diferencia de chivatos enmascarados y calvetes simpaticones con canal de YouTube montado por VOX), los que se reparten ahora la legitimidad del legado de Antonio García Trevijano sí tienen un planteamiento político, económico y social que podría transformar España: por eso hay que dividirlos y crear cizaña entre ellos; lo mismo que ocurre desde hace 40 años con los falangistas, quienes con sus atuendos, banderas e himnos de los años 30 del siglo pasado impiden que llegue al pueblo español otra alternativa capaz de transformar la sociedad de arriba abajo. Y los falangistas, desde los inicios de la transición, han tenido casi más «infiltrados» y «chivatos» que militantes…

La Tribuna de España, La Nueva Tribuna de España (lanevatribuna.es o lanuevatribuna.com) vamos a seguir haciendo lo que sabemos hacer: periodismo veraz, insumiso con los poderosos, cruzada contra la pederastia, contra la corrupción política y financiera, contra la “mafia judicial” y defensa de la sagrada unidad de España y lo vamos a hacer solos, sin pactos ni alianzas, diciendo siempre lo que pensamos (estemos o no equivocados pero con la verdad por delante).

Esto no obsta para que sepamos que con nuestra línea editorial, con nuestro planteamiento ideológico puro y duro, nosotros solos no cambiaremos jamás la sociedad; sabemos que se trata de sumar sin sectarismos, de incorporar a todos los que estamos en contra de lo mismo, sin necesidad de que todos compartamos idéntico espacio ideológico.

Pero hay límites.

Yo esa frase de “a estas alturas del partido, cualquier disidente es un camarada” he dejado de compartirla. Para hacerlo necesitaría tener carta de autenticidad de esa disidencia y, como ya dije en el vídeo que dedicaba al líder de “la Secta del Hachís”, la inmensa mayoría de lo que se presenta a la sociedad como disidencia huele a cloacas del estado que echa de espaldas.

Director de La Tribuna de España