Los denominados como ‘delitos de odio’
Todos los diccionarios que he consultado definen el odio como un sentimiento. Y un sentimiento es un estado del ánimo. De manera que no resulta verosímil que se juzgue a una persona por sus sentimientos. Si yo odio el desorden, la violencia, la corrupción, la delincuencia… ¿me convierte ello en un peligro social? Si yo amo la molicie, la pereza, la invasión de vagos y maleantes… ¿me convierto en un ejemplo social? Si yo denuncio a los musulmanes yihadistas por basar el seguimiento de su doctrina en un libro que contiene más de 100 aleyas (versículos) que predican la violencia… ¿estoy predicando el odio?
Los sentimientos no pueden castigarse. Lo que se castiga es la acción, que es el primer elemento jurídico del delito. Así, si se ataca a un senegalés y se le abre una brecha en la frente es un delito de lesiones, exactamente igual que si alguien les ataca a ustedes y les abre la cabeza, aunque sean de Cuenca. Pero en estos momentos, una riña con un senegalés es “xenofobia” y con uno de Cuenca es una riña. Supuestos idénticos, pero distinto tratamiento jurídico.
Sea cual fuere la orientación sexual, la raza, la religión, la ideología o la clase social, los hechos son los hechos, el delito es el delito y las penas a aplicar han de ser las mismas. De lo contrario, la amplia parafernalia ‘buenista’ que rodea al “odio”, a fuerza de excesos, puede derivar en una especie de patología de la compasión y en arbitrios enfermizos que representen una flagrante inseguridad. Comprendo los esfuerzos de los gobernantes en su exaltación histriónica de “la corrección política” para proteger a lo que ellos consideran “minorías” desde una perspectiva paternalista y de evidente “superioridad moral”. Pero rizar el rizo en estos temas, “adivinando” los sentimientos más íntimos de un agresor o de un delincuente, es decir, si se mueve por “odio” o por simple maldad, es algo extremadamente delicado y que requiere de la psiquiatría forense más que de la opinión subjetiva de un juez instructor o de un fiscal.
Muy simplista. “Delitos de odio”,se olvida de la palabra “delitos”. Se juzgan los “delitos”, y el odio es un agravante.
El porqué de un delito tiene su importancia. No es lo mismo un asesinato de un guardia civil o un militar por parte de un terrorista de ETA, que un asesinato de un padre que mata al violador de su hija. Los dos son asesinatos, los dos merecen castigo. Pero uno más que el otro.
Simplista dice, pues en el ejemplo que pones odia más el padre que el etarra que se carga a alguien que le es indiferente, otra cosa es que el padre tenga su motivo y lo entendamos pero la madre del violador qiere justicia, por lo que incluir sentimientos como agravantes solo puede hacerse de forma sesgada. Partiendo que fuera de locuras no se hace daño a quien quieres, categorizar el odio como agravante no es coherente, si lo es causar daño, o nocturnidad, alevosía…, aspectos que si gavan un delito, pero que te odie el delincuente?
Marchena debe de estar de acuerdo, ¿no? A juzgar por la lección al abogado de causas progres Benet Salellas: “A ver, señor letrado. Haga preguntas sobre los hechos, y que sean hechos de trascendencia jurídica, no el sentimiento que en un momento determinado pudo tener el agente; el sentimiento del agente no tiene ninguna trascendencia jurídica. […] Y usted sabe perfectamente que preguntar sobre el sentimiento piadoso o no piadoso […] no tiene ninguna trascendencia jurídica, lo haya usted incluido o no en su escrito de defensa.” FUENTE: https://youtu.be/6QCZa57KzN0 , sobre el juicio del procés, fase de los testigos, primavera… Leer más »
¿No fué hace poco que uno de los Fiscales del Juicio contra los independentistas el que dijo: “Nadie es perseguido por sus ideass, sino por sus acciones”?
Pues no me cuadra….
Ae vinci!
Bueno, es el trabajo de una policía que en un nuevo salto cualitativo, va más allá de lo que ni siquiera pudiéramos sospechar porque ya no se limita al pensamiento si no que censura el sentimiento pretendiendo dominarlo manipulándolo para someterlo a sus fines. Es una violación sin paliativos a nuestra intimidad.