El Catolicismo de hoy y el de otros tiempos
Mientras el catolicismo estuvo supeditado al patriotismo y hubo verdadera mentalidad faustica, la subterránea corriente de este neocristianismo no pudo derribar el edificio, aunque si intentó socavar sus bases, lentamente pero sin descanso. Estamos asistiendo al resultado de ese largo proceso de desgaste. Las mejores y más nobles virtudes europeas (actualmente puestas al servicio del mundialismo, una cosmovisión ajena a su genio y por lo tanto contraria a sus verdaderas esencias) sirvieron, paradójica e irónicamente, para darle en su momento al cristianismo una fortaleza y una energía que al final de su impulso, donde actualmente se han impuesto las nociones apátridas y cosmopolitas, ha acabado agotando el cuerpo que las generó.
Desintegradas las nociones de vitalidad, energía y cualidades de la población que hizo de soporte deviene la ruina al ser empleadas en una causa (neocristianismo y su misión de universalismo humanitarista) destinada al fracaso desde su misma concepción, a menos que su razón de ser fuera precisamente la de arruinar el sentimiento nacional, meritocrático y toda capacidad de liderazgo y nobleza.
Cada día más cristianos se sienten menos representados por esta Iglesia que ha sustituido el objetivo de la evangelización por el de la caridad mal entendida. Se ofrecen panes y peces a quienes serán mañana nuestros verdugos.
Aquí viene bien recordar la parábol ael sembrador. Los distintos lugares a los que fué a parar la semilla según la iba lanzando, determinaron el resultado. La que fué a parar junto al camino, vinieron las aves y se la comieron; la que fué a parar entre las piedras no pudo arraigar, y se secó; la que fué a parar entre la maleza, los espinos crecieron y la ahogaron, pero la que fué a parar en buena tierra fructificó… Metáfora de lo que pasa en la Iglesia, en la que muchos son seducidos, o mejor devorados, por esas ideologías que… Leer más »