Peregrinación del 15-J al Valle de los Caídos, un revulsivo para el despertar de la conciencia nacional
Primero vinieron por los patriotas, y yo no dije nada, porque yo no era patriota.
Luego vinieron por los antiglobalistas, y yo no dije nada, porque yo no era antiglobalista.
Luego vinieron por los católicos, y yo no dije nada, porque yo no era católico.
Luego vinieron por los muertos del bando contrario, y yo no dije nada, porque no eran mis muertos.
Luego vinieron por mi, y no quedó nadie para hablar por mí.
Después de la derrota de los protestantes en la batalla de Mühlberg durante la guerra de Esmalcalda (1546/47), el ejército imperial estaba a las puertas de Wittenberg, de modo que el príncipe elector se vio obligado a firmar la ‘Capitulación de Wittenberg’, en la que entregaba la ciudad y renunciaba a su dignidad electoral. El 23 de mayo de 1547, el emperador entró cabalgando a la ciudad y concurrió también a la iglesia del castillo, a visitar la tumba de su gran adversario Lutero. Algunos acompañantes de Carlos V pidieron al emperador que, aunque muerto, entregase a la hoguera los restos mortales del hereje. El emperador respondió: ‘Ha encontrado a su juez. Yo hago la guerra contra los vivos, no conta los muertos'”.
Con esta cita histórica, quiero comparar la grandeza moral de nuestros héroes legendarios con el sectarismo guerracivilista de los dirigentes españoles actuales. El goteo hace que el hombre masa no perciba peligro, es la táctica de la rana y el agua hirviendo. Pero ese goteo incesante se ha convertido en riada y la rana quiere sobrevivir. Es la hora de decir ‘basta’ ¿Quién nos habría dicho que la profanación del Valle de los Caídos terminaría vertebrando a decenas de miles de españoles y sería un revulsivo para el despertar de la conciencia nacional.
Pocos patriotas españoles han sido capaces a lo largo de estos años de suscitar tan encontrados sentimientos como Pilar Gutiérrez. Sus concepciones de la lealtad y de la honestidad inspiran un gran respeto. Ella ha seguido, erre que erre, con sus convicciones de siempre, comprobando al cabo de los años, aunque con dolor, cómo las pesimistas predicciones de su padre, el exministro Joaquín Gutiérrez Cano, se han cumplido a rajatabla.
Es imperativo que haya una movilización sin precedentes el día 15. Yo siempre he defendido que existe en España una derecha sociológica que durante décadas ha permanecido oculta y que sólo espera una oportunidad para recobrar la visibilidad que nuestros enemigos daban por perdida. Esa oportunidad la tendremos el día 15. La pretensión del Gobierno de profanar la tumba de Franco está siendo como un voltear de campanas que nos piden con urgencia acudir a sofocar el incendio interior que quiere que España, despedazada, desaparezca, convertida en un desierto infecundo material y espiritualmente. A Franco le debemos que se nos garantizara el derecho a nacer que por desgracia no han tenido los cien mil niños que son abortados en España cada año.
Nací y y transcurrieron mis primeros años bajo la sombra de un régimen que de entrada garantizó mi derecho a la vida. Como a mi, a esos miles de españoles, hoy convertidos al progresismo, que fueron concebidos y alumbrados antes de 1975 y que hoy tanto se afanan en borrar cualquier huella y en profanar cualquier recuerdo cálido de una época en la que tuvieron la oportunidad que ésta, mucho más democrática y avanzada, le niega a cien mil nonatos cada año. Nací y transitó mi niñez en una España que me sigue reconfortando el ánimo al recordarla tal y como era y que, sin saber por qué, hizo feliz a toda la gente que alcanzan mis recuerdos.
En la España de mi niñez las personas vivían con alegría, les ilusionaban las cosas que hoy son despreciadas, a las patologías se las llamaban por su nombre, había una frontera natural entre el bien y el mal, la fealdad y la belleza, lo falso y lo verdadero, lo grotesco y lo sublime… Todo lo que se percibía alrededor era un alto compromiso moral. Los niños éramos felices, a salvo de psicólogos infantiles y de la fétida influencia del adoctrinamiento ideológico que hoy sufren los futuros votantes. Era aquella una España de gente responsable, de personas de bien, de libertad sin más freno que la exigencia de no atropellar el principio de la autoridad, que todos aceptaban. La seguridad en el ambiente se trasladaba a los hogares. Los españoles eran ya padres y madres a los veintipocos años. Eso obligaba a que el instinto de la responsabilidad tomase el control de sus vidas. Las familias estaban unidas, los viejos formaban parte del cálido paisaje de los hogares, la fatuidad y el postureo no tenían cabida en aquella España de gente tan aferrada a los fundamentos. Los programas televisivos eran didácticos y buscaban el sano entretenimiento. Se aprovechaba cualquier ocasión para estar juntos y disfrutar de una existencia entrañable y sencilla, al resguardo de gente tan infecta como la que cabildea en instituciones y tertulias. Qué paradójico que cuarenta años después de aquel oasis de salud moral y de prosperidad general, unos políticos sin alma pretendan que abjuremos de aquel periodo de nuestras vidas, en nombre de lo que ellos llaman la memoria histórica. Como el que reivindica los grilletes para hacernos libres. Quieren convencerme que el universo que impregnó de vida y de luz mi niñez, se construyó sobre corrompidos materiales morales. Frente a esos palpitantes recuerdos, la disolvente remembranza izquierdista del nuevo frentepopulismo. Sobre la sangre y la traición se persigue hoy desde el gobierno y sus aliados ganar la guerra revolucionaria que provocaron y perdieron hace 78 años. Ya de entrada les digo que se vayan a la mierda, que no me dan ningún miedo, y mucho menos si ese miedo es para que renunciemos a lo que todavía nos hace soportable la existencia.
El resentimiento de unos y la cobardía de otros coinciden en la pasión común por borrar toda huella del régimen de Franco en el que la mayoría de ellos crecieron y prosperaron. Era lógico que la Constitución de 1978 naciera infectada de relativismo, reverberos laicistas, añoranzas de lo peor de la República y un apenas soterrado revisionismo. Ese oneroso vacío alcanza en la actualidad términos extremos. Aniquilados los últimos valores que, aunque debilitados, todavía subsistían, las perspectivas de futuro son dantescas para España, para el Estado y para una sociedad que, desguazada de valores, asiste impasible a su destrucción.
Hay sin embargo una circunstancia que debería conducirnos al optimismo. Si tienen que aprobar leyes como la de la memoria histórica, si tienen que hackear este periódico, si pretenden debilitar nuestras convicciones con la razón de la fuerza, si tras cuarenta años de ataques, tan demoledores como continuados, contra Franco y su obra, se ven obligados a desenfundar el revólver, es porque persiste en España un número creciente de ciudadanos que ama nuestra fe y nuestro rumbo, ama nuestro paisaje histórico y nuestras señas afectivas, ama a nuestros héroes y nuestros ideales, ama nuestra independencia intelectual y nuestra rebeldía cívica. Comprendo que pocos nos aventuremos a expresar de forma clara y rotunda lo que pensamos y defender aquello en lo que en conciencia creemos. Hablar bien de la España de Franco no es un buen negocio. No te hace prosperar laboralmente. No te otorga prestigio social. No te encumbra al paraninfo de los que viven de la mamandurria. No te acerca a los contratos públicos ni a las subvenciones. No te granjea el favor de la prensa ni de los amos del momento. Ese odio infinito a Franco se debe sobre todo a que no han podido borrar la figura inspirativa y el modelo que sigue siendo para muchos españoles. Me atrevería a decir que para millones de españoles. Y ello pese a las megatoneladas de basura propagandística que se han vertido contra su memoria, sin parangón con ningún otro personaje de nuestra historia.
Ese odio inmarcesible, imperecedero, sin la más mínima posibilidad de sosiego y apaciguamiento, se crece por la inmensa humillación de que Franco sólo pudo la muerte, y se crece también por la seguridad de su creciente recuerdo en las gentes más sencillas cuando comparan su obra con la de este y otros gobiernos de la democracia.
Por esa gratitud que le debemos al que nunca dejó de estar ausente porque a él le debemos hasta nuestra propia vida, el domingo todos a una en el Valle de los Caídos.
Ese texto fue escrito para lo que hacían los Nazis. Repugnante que lo utilices dándole la vuelta totalmente. Defensor del fascismo y regímenes totalitarios criminales? Se consecuente.
Me gustaría saber si van a salir autobuses desde ZARAGOZA, ARAGÓN, pues deseo asistir.
Espero que los partidos españoles, o lo que queda de ellos, SE ADHIERAN A ESTA MANIFESTACIÓN, QUE TIENE QUE SER UN ÉXITO, si de verdad queremos que nos tomen en serio.
Gracias anticipadas por la información.