Pablo Casado frente a las que quieren liderar el PP tras haberlo destruido
Si quieres saber a quién elegir, descarta al que apoye el enemigo. Esta simple definición debería servir a los militantes del PP para despejar dudas sobre la elección de su próximo presidente. Nos referiremos otro día a la broma de mal gusto de que la vicenada Soraya Sáenz de Santamaría, la causante del desastre en Cataluña que, entre otros asuntos, arruinó la credibilidad de su partido, pretenda ahora liderar al PP. No sabemos si Soraya confía más en su potencial como lideresa que en el efecto disuasorio que los papeles del CNI han tenido ya en algunos nombres que se barruntaban para sustituir a Rajoy.
En cualquier caso, los apoyos entusiásticos de la prensa chekista a Soraya y también a Cospedal, unido a los demoledores ataques a Pablo Casado, al que a toda costa quieren hacer pasar por corrupto los mismos que pasan de puntilla sobre el caso de los ERE, o sobre la financiación del PSPV, debería servir de argumento de peso a los militantes populares que apuesten por algo distinto a tener más de lo mismo.
La pulsión al harakiri de un sector de la derecha liberal no debe servir en este caso de argumento a los que apoyan a Soraya porque saben que es la que más conviene a los intereses electorales socialistas. Pedro Sánchez fue elegido secretario general del PSOE, sin que se apreciaran en él más virtudes que las de un trepa incombustible, y ahí lo tenemos, ‘okupando’ la Moncloa y poniendo al país patas arriba. ¿En qué superaría Pedro Sánchez a Pablo Casado? ¿En méritos curriculares? ¿En imagen? ¿En capacidad oratoria? ¿En capacidad gestora? ¿En valores morales?
Escéptico como soy ante un partido que ha sido el principal responsable del caos que se nos avecina, debo al menos reconocerle a Pablo Casado una cierta disposición a defender los principios que su partido tanto ha traicionado. Pablo Casado ha sido el único candidato a liderar el PP que se ha atrevido a defender la familia tradicional y el humanismo cristiano como ejes de su acción política. Y eso ya es más, mucho más, de lo que Soraya se atrevería nunca a defender en público.
Entre lo malo conocido y lo bueno por conocer, sólo un perdedor se decantaría por lo primero. Sobre todo si lo malo o malísimo conocido ha llevado al PP a abandonar sus principios fundacionales, a dejarse en el camino a millones de votantes y a perder el Gobierno. No es extraño que Sánchez y Rivera se froten las manos ante la perspectiva de ver a Soraya al frente del partido que ella misma ha destruido.
Difícil elección tienen los afiliados al PP. Pero lo que más me preocupa es la difícil elección que volveremos a tener los españoles en dos años a lo sumo, si no se avanzan las elecciones, si no se presenta un partido rompedor con la camisa de fuerza del régimen del 78 y sus dignos representantes.
Necesitamos a Soluciona, Don Armando, y lo necesitamos a nivel nacional pronto.
Siento discrepar, don Armando, pero este niñato pijo progre, que anda entre los 30 y los 40 años (seguramente más cerca de los 40 que de los 30): – No ha trabajado nunca, en su puta vida. – en 7 años aprobó solo 12 o 13 asignaturas de derecho, pero luego, DEBIDAMENTE RECOMENDADO, en seis meses APROBÓ EL RESTO DE LA CARRERA, es decir, casi todo. – obtuvo un MÁSTER UNIVERSITARIO, previa convalidación de 21 de las 24 asignaturas, o algo así, VAMOS QUE SE LO REGALARON. En otras palabras, QUE ES UN MIERDA, O, POR LO MENOS, SE COMPORTA… Leer más »
Ya solo con la carrera es suficiente, y encima cuantos más doctorados y másteres se tengan, sobre todo en Derecho, más agilipollado está uno. Agilipollado es aquí un sinónimo de adoctrinado. Cualquier cabrero piensa con más lógica que uno de esos. Uno de esos que no paran de repetir lo de “Estado de Derecho, separación de poderes (o división, les da lo mismo un término que otro, no conocen el significado de ninguno), democracia avanzada, europeísmo, bla, bla, bla…” Lo dice un licenciado en Derecho, que por suerte años después de terminada la titulación se dio cuenta, aunque con inapreciable… Leer más »
Ellas representan, por un lado, la continuidad de Rajoy y, por otro, la novedad de su condición femenina, atractiva para el electorado indeciso entre Ciudadanos y PP. Aparentemente convenientes, claro.