El inseguro cenagal de “los delitos de odio”
¿Odia el diablo la sagrada ostia? ¿Puede determinar alguien que no sea psiquiatra o psicólogo, conocedor de la mente humana, si una persona delinque “por odio” o si se trata de un puto sociópata al que le ha dado por ahí?
Porque, éramos poco y la abuela parió siameses; el “odio” pasa a ser punible y se sobreentiende que es por “odio” cuando se ataca a alguien por sus ideas, su religión, su raza, su condición sexual y por supuesto digo yo que sus propiedades. Porque tanta inquina puede haber en apalear a un hindú como en entrar en un domicilio habitado, apalear a sus moradores y llevarse la caja fuerte. La denominación “odio” no es correcta y es hilar demasiado fino cuando nuestro Código Penal ya abarca un amplio marco de conductas y comportamientos ilícitos que reciben su justo castigo.
Los sentimientos no pueden castigarse. Lo que se castiga es la acción, que es el primer elemento jurídico del delito. Así, si se ataca a un senegalés y se le abre una brecha en la frente es un delito de lesiones, exactamente igual que si alguien les ataca a ustedes y les abre la cabeza, aunque sean de Cuenca. Pero en estos momentos, una riña con un senegalés es “xenofobia” y con uno de Cuenca es una riña. Supuestos idénticos y distinto tratamiento jurídico.
Sea cual fuere la orientación sexual, la raza, la religión, la ideología o la clase social, los hechos son los hechos, el delito es el delito y las penas a aplicar han de ser las mismas. De lo contrario, la amplia parafernalia buenista que rodea al “odio”, a fuerza de excesos, puede derivar en una especie de patología de la compasión y en arbitrios enfermizos que representen una flagrante inseguridad. Comprendo los esfuerzos de los gobernantes en su exaltación histriónica de “la corrección política” para proteger a lo que ellos consideran “minorías” desde una perspectiva paternalista y de evidente “superioridad moral”. Pero rizar el rizo en estos temas, “adivinando” los sentimientos más íntimos de un agresor o de un delincuente; es decir, si se mueve por “odio” o por simple maldad, es algo extremadamente delicado y que requiere de la psiquiatría forense más que de la opinión subjetiva de un juez instructor o de un fiscal.
Ahora voy a poner ejemplos de mi tesis: ¿Han “odiado” los sucesivos Gobiernos de España a los desgraciados presos españoles en países extranjeros y por eso no les hacen ni puñetero caso y tienen que ir los periodistas a efectuar reportajes macabros para que los ciudadanos nos enteremos de su estado de total abandono y en qué situación atroz se encuentran? Los gobernantes se apresurarían a decir que no, que no “odian” a esas criaturas, entonces les decimos: “¿y por qué no luchan como fieras para su repatriación amenazando a los gobiernos tercermundistas y liando la mundial para que cumplan sus condenas en España?”. Entonces les echan la culpa a la burocracia y a los tratados internacionales, y eso es mentira. Si España exige a la UE que sancione a los terceros países que no permiten repatriar a los presos, esos países seguro que reculan. Sólo que no interesan, será que no votan, o porque al tratarse de presos los consideran en un nivel inferior al de las personas. Bueno, esto último ya no, porque últimamente de las filas de los poderosos muchos han comido bandeja en el hotel la Reja, aunque no es lo mismo Soto del Real que la cárcel de Tetuán, jurado está. Pero esto de castigar el “odio” es fuente de diferencias y de agravios comparativos.
Pongo otro ejemplo: se arma una trifulca y a resultas de la misma tenemos a un marroquí con un brazo roto. De inmediato se clama y se acusa de “odio” y xenofobia al agresor si es español. Pero si ese mismo marroquí arrastra y le parte el brazo a una abuela para robarle el bolso, en este caso no se hablará de “odio” ni nadie se aventuraría a decir que el marroquí “odia” a los españoles y que por eso agredió y robó a la vieja. Nada. Se trataría de un delito de robo con violencia y resultado de lesiones más o menos graves, pero “odio” no hay. ¿Y por qué no va a haber “odio” cuando una persona asalta a otra, sea de Alcorcón o de Nueva Guinea Papua? Todo delito tiene una vertiente oscura e indeterminada. Para muchos, toda violencia implica “odio”, a no ser que sea llevada a cabo por un psicópata o un sociópata carentes de sentimientos, que buscan el mal por el mal, que ni sienten ni padecen y que tan solo quieren causar daño.
¿Odiaba la muchacha podemita que entró en una capilla con las tetas al aire en la Universidad para ofender, vejar y humillar a los católicos? Para mí, sí. Cualquier delito contra los sentimientos religiosos tiene un sustrato de “odio” cuando es totalmente inmotivado, ya que esas personas religiosas ni representan una amenaza, no ofenden a nadie, no imponen sus creencias y no se sirven de ellas para obtener privilegios. De hecho, lo vemos casi a diario, alcaldes radicales lanzan verdaderas andanadas contra los cristianos: que si ordenan quitar las cruces, que si prohíben los símbolos… Ellos y ellas “saben” y son conscientes que este ateísmo riguroso y estalinista causa dolor y humillación a una gran parte de la población. Por consiguiente, ¿se les podría imputar a estas autoridades por un delito de “odio”?
Vistas como están la cosa, tanto puede “odiar” el que lanza botes de humo junto a una mezquita como el que ordena hacer una “batida de cruces”. Odio por todos lados. ¿Y por qué no se imputa absolutamente a todos los políticos por “odiar” a sus contrarios? Castigar sentimientos genera inseguridad y “presumir” sentimientos resulta más inseguro aún.
Cosa curiosa, dentro del “odio” se encuadra el “odio a los mendigos” o a los desheredados, pero no el odio al resto. Es decir, pegar a un mendigo es odio (yo digo que es más bien ser un hijo de la grandísima puta), pero atracar a una pareja que está en su coche para robarles e incluso violar a la chica no es “odio” contra la pareja que está pagando las letras del coche, sino tan solo robo con violencia y violación. Y nadie se para a determinar si los agresores lo hacían motivados por “odio de clase”, porque el coche era un Audi, por ejemplo.
Para mí que el Ministerio del Interior debería poner más empeño en cerrar mezquitas salafistas y en hacer listas de pederastas, como en Inglaterra, para avisar a los vecinos de la presencia de uno de ellos en el vecindario y engrilletar con pulseras telemáticas a todos los maltratadores, y que el destierro sea la norma antes que meterse en honduras psicológicas. Y un buen psiquiatra en cada prisión de España para diagnosticar de forma rigurosa a los reclusos y determinar con pruebas diagnósticas quién puede ser socialmente peligroso o un sociópata latente. Parece increíble que, con la de goteras que tiene el Sistema, empezando por los mezquinos sueldos de la Policía Nacional, la Guardia Civil y los funcionarios de Justicia, se paren en el “Observatorio del odio”.
¿Odia Jonás que la ballena se harte de ajos? ¿Hay temas mucho más relevantes de los que preocuparse? Pues sí. Me pregunto si los Poderosos “odian” a los jubilados que pasan calamidades con pensiones miserables. O si odian a los jóvenes universitarios que tienen que hallar refugio laboral en lejanos países. O si odian a la población que sufre los efectos de una inmigración incontrolada. O si odian a los pacientes que tienen que permanecer meses en una lista de espera para hacerse un simple análisis. La lista sería interminable.
Cuando hay dolor, sufrimiento, fatigas e injusticia por un lado siempre hay alguien que te “odia” por el otro, porque el “odio” se puede demostrar por acción. Pero también por omisión.
*Abogada penalista
Un diez por el artículo Doña Nuria, qué razón en todo
El delito de odio es como decir “no me gusta lo que piensas y te condeno por ello”.
Pues ahora se creen jueces morales, criticando a los sacerdotes, cuando van de ello los podemitas con la Ley de Memoria Histórica
Es imposible a demás de inmoral intentar legislar sentimientos, porque estos son indemostrables.
Hoy es el “odio”, ayer eran otros los calificativos que utilizaban los regímenes totalitarios, como “reaccionario”, “enemigo del pueblo”, “fascista”. Es para difundir la ideología de turno y realimentar la mentira.
Magnífico artículo, doña Nuria, magnífico. Según esa doctrina, cualquier acción y omisión con resultados desfavorables puede ser motivada por odio.
Señora, le doy la razón, con todos mis respetos.