Taberna
Ignacio Porta.- En la taberna de una popular aldea alemana, terminada la faena diaria, cinco campesinos se divierten oyendo una lectura comentada que uno de ellos hace a la luz de un candelero. Hombres de mediana edad, fuertes, sanos, que encuentran un placer inteligente y lleno de espíritu, en esta cosa tan agradable y tan simple que es una lectura en una rueda de compañeros que saben analizar, comentar, sonreír. Placer sin gastos, tranquilo, tonificante, que distrae sin viciar, y prepara a las personas para nuevos esfuerzos, por medio de una sabia distensión.
Nótese que no se trata de intelectuales, sino de unos simples campesinos, los cuales todavía aprecian este gran placer de otrora, hoy casi extinguido, de una buena conversación.
Pero ese ambiente espiritual y recto tiene que resultar de las condiciones generales de vida. ¿Si esos hombres hubiesen pasado el día trabajando en un ambiente agitado, viajando horas en el metro, si al lado de su calma y decente cervecería hubiese un cine deslumbrante, si la radio de la taberna estuviese dando noticias políticas perturbadoras, crisis económicas, describiendo el último crimen, o difundiendo música electrizante, podrían conversar y descansar así?