Manuel Pablo Conde.- Las chocantes? y surrealistas imágenes del padre de un niño asesinado en el atentado de las Ramblas de Barcelona?,?? ?abrazando a un imán ante las cámaras de televisión y? ?entre los aplausos de un nutrido público de adictos a ese tipo de representaciones teatrales?,? nos mueven a reflexión. Conociendo los bueyes con los que ara la realidad española ya nos esperábamos? ?una orgía de etnomasoquismo después de la última mantanza cometida por los bárbaros cortadores de cabezas.

Ta??l y como está el patio ya nada nos sorprende, pero es díficil superar la indignación y el profundo desagrado que esto provoca en toda persona con el corazón bien puesto. Podríamos perfectamente hablar de asco. Pero ya sabemos que estos sentimientos y sensaciones son muy personales.

Según sus propias palabras, el hombre necesitaba “abrazar a un musulmán”, para echar algo de bálsamo en su ánimo destrozado por la tragedia. Cada cual administra sus sentimientos y sobrelleva el duelo como le dicta su consciencia, su carácter y su personalidad. Necesitaba además hacerlo ante un público entregado e inmortalizar su gesto para la posteridad. Era el momento de la indecente exhibición pornográfica de sus ?elevados ?sentimientos.

Hubiéramos entendido, y hasta aprobado, que algún representante musulmán, civil o religioso, se hubiera acercado a este hombre y al resto de su familia a presentarles ?sus condolencias?, a expresarles su vergüenza, a ofrecerles su solidaridad, a compadecerlo?s? en su desgracia. Y si en ese hipotético caso, el padre no lo hubiera rechazado, hubiéramos sentido que aquí había un corazón generoso, un alma noble, un hombre en pie en medio de su dolor. Pero a lo que hemos asistido ha sido a un acto profundamente enfermizo, fruto de alguna deformidad mental, cultural, ideológica y espiritual del protagonista de este deprimente espectáculo.

De las fotos que han circulado por los medios se desprende que quién ofrece consuelo es el padre de la víctima y el que recibe apoyo y ?simpatía? es el moro. Vivimos en la total y absoluta inversión de roles y valores.?

El héroe del día se ha fundido en un abrazo fraternal con un imán que no ha tenido el menor reparo en sumarse a la farsa vestido como en tiempos del Profeta, y después le ha hecho carantoñas a ?una? docena de niños (de los cuales, tal vez algún día se dirá de ellos que eran “Tíos de puta madre”).? ?Sólo le ha faltado añadir que “¡Vosotros turistas sois los terroristas!” para completar el retrato fidedigno de su catadura moral. Su estrella hubiera brillado aun con más fulgor. Nos imaginamos ya que es un firme candidato a los premios Creu de Sant Jordi y Princesa de Asturias de la Concordia. Ya veremos.

Aunque el padre de la víctima haya asegurado? ?ante los periodistas? ?no estar? ?drogado, en realidad si lo está.? ?Y posiblemente desde hace tiempo. Este hombre está? ?completamente bajo los efectos de la droga ideológica que suministran en cantidades ingentes los medios y los gobernantes a una población adicta a su dosis diaria. Está totalmente enajenado del mundo real. De la misma manera que un drogadícto tiene el cerebro a??niquilado? ?y vive fuera de toda realidad, este hombre está totalmente destruido mentalmente y cortado de toda racionalidad.

Hay algo repugnantemente grotesco en el espéctaculo del exhibicionismo de? ?una persona que aprovecha la muerte trágica de su hijo para mostrar ante el público lo noble y moral que es. Un síndrome de Estocolmo tan violento, tan exhuberante, tan sobremediatizado y repetido (después de cada atentado es siempre lo mismo) es algo inhumano. Esto apesta de una manera brutal. El lavado de cerebros y el adoctrinamiento ha funcionado en este caso a la perfección?,? y eso nos da lo que tenemos en este caso: un tipo que a lo mejor es capaz de saltarle a la garganta a su vecino por una plaza de estacionamiento aquí se derrite de ternura en los brazos de un jefe de una secta que predica la violencia, el racismo, la intolerancia y la muerte de todo aquél que se oponga a los designios de Alá.

La ideología del “humanismo”, la “tolerancia” y el “antirracismo”?,? el buenismo/izquierdismo ?en definitiva ?ha engendrado una legión de auténticos discapacitados mentales. Este individuo es el ejemplo vivo de ello.? Pero es?to es? incluso más grave que una simple deficiencia sicológica, es un auténtico sida mental?, la plaga nº1 de este siglo?, que afecta a ?enormes porciones de la población, carentes ya de los anticuerpos necesarios para contrarrestar ese funesto virus del buenismo? y el etnomasoquismo.?

Si este hombre no ha actuado como un padre cabal, como un ser humano normal, tampoco lo ha hecho como un hombre libre, sino como un sometido, un dhimmi, como un infiel tolerado y discriminado bajo el imperio de la sharia. Le ha pagado al imán de la escena el tributo de su sumisión y ha escenificado esa obediencia ante todos para que no haya duda acerca de su docilidad y mansedumbre ante la autoridad del islam. Hemos asistido a otros muchos actos de dhimmitud y los seguiremos viendo cada día más. Pero el listón ha quedado bastante alto.? ?Este perfecto representante de esta nueva especie de “hombre ideal”? ?diseñado, programado y encumbrado por el Sistema,? ?ha marcado un hito con su inédita performance, pero me temo que su récord tendrá una vida tan breve como la inesperada fama de su protagonista, pues pronto vendrán otros esforzados de la misma cuerda a superar esa marca.

Lo presenciado es tan anormal como si un sobreviviente del Gulag hubiese sentido, a su regreso del destierro en Siberia, la necesidad de abrazar a un miembro del Partido Comunista de la URSS. O como si un judío, que hubiese perdido a sus seres más queridos en algún campo de concentración, hubiese sentido la necesidad de abrazar a un miembro del? ?NSDAP? ?al enterarse del trágico final de sus allegados. O como si un familiar de un asesinado por ETA hubiese sentido la necesidad de abrazar a un abertzale. Hubiésemos pensado que esta gente no estaba en sus cabales. Nuestra simpatía natural y espontánea hacia esas víctimas dolientes se hubiera trocado en reprobación condenatoria.

Suponemos que no se llega a tal estado de alienación y desvario de la noche a la mañana, ni siquiera mediante un golpe de la magnitud de este caso. Este hombre es posiblemente uno de los que gritaban hace pocos meses en las mismas calles de Barcelona “Volem acollir!”. Estamos ante un buenista endurecido que ha demostrado de qué pasta está hecho. Hemos visto a un tipo más satifecho que su papel de protagonista de esta comedia mediatizada que un padre destrozado por un dolor insuperable. Parecía ?complacido? de enseñar a todo el mundo que ha ?entregado? un hijo en ofrenda al califato. En la escala de valores buenistas/izquierdistas tener un familiar asesinado en un atentado islámico ?debe ser? el summum. Es el mayor chute de autosatisfacción del que pueden soñar esta gente. Siempre debemos tener en cuenta hasta qué punto estos personajes? son anormales.?

No se puede invocar la excusa de la enajenacion provocada por el dolor. Una persona que se abraza a un miembro del grupo de donde han salido los asesinos de su hijo es un anormal, y sabe perfectamente lo que está haciendo. Está lanzando un mensaje que recogerán a buen seguro sus destinatarios: “Podéis seguir matando nuestros niños, seremos vuestros cómplices morales, ?vuestros tontos útiles, ?os disculparemos, os encontraremos excusas, os daremos abrazos”. Estamos en pleno delirio masoquista y narcisista de un desequilibrado. Los buenistas?/?izquierdistas son fundamentalmente unos degenerados. Es una ley.

El caso de este padre que ha perdido a su hijo de tres años en estas terribles circunstancias ilustra toda la? ?ruindad y la abyección? ?de una sociedad ?desnortada ?que corre enloquecida? ?hacia su perdición? ?como una gallina decapitada hacia ninguna parte. ??Porque este grotesco y enfermizo pisodio no ha ocurrido, ni podia haber ocurrido, más que en el contexto general de una sociedad que ha perdido toda referencia moral, todo valor y todo honor. ?Si el protagonista de este deplorable episodio no hubiese estado seguro del éxito de su gesto, se habría abstenido de hacerlo, es más: ni se le hubiera pasado por la cabeza llevar a cabo semejante despropósito.”No tenim por”? Nada de eso, sino “No tenemos? ni? vergüenza ni dignidad”.

Por encima de ese? ?lema vacuo y flojo, lo que resuena como un eco certero al balido de este rebaño lanar que camina la cabeza gacha al matadero es:”No tendréis mi odio, pero tendréis todo lo demás: mi sumisión, mi cobardía, mi pasividad, mi docilidad, mi servidumbre, mi reverencia, mi obediencia, mi abrazo”.