Repugnantemente antitaurinos
(R) ¿Qué somos realmente los que amamos la Tauromaquia: unos incautos, unos descerebrados, unos zascandiles, unos alucinados, unos mentecatos, unos payasos, unos paranoicos, unos miserables, unos sádicos o todo a la vez? La pregunta no es de mi cosecha. Resume las que he escuchado y leído estos días de los llamados animalitas tras la muerte en el ruedo del bravo torero segoviano Víctor Barrio. Ya me barruntaba qué tipo de gentuza congregaba el llamado movimiento “animalista”, pero confieso que lo visto estos días lo ha superado todo. En AD nos la hemos tenido gorda con no pocos colectivos en los últimos años, pero confieso que la agresividad de esta gente, su contumacia en el insulto, hasta a mí me ha sorprendido. Hemos sufrido desde un ataque viral el fin de semana hasta centenares de correos, todos con ofensas mayores que la anterior, aunque con el mismo mantra argumental en casi todos los mensajes recibidos, lo que me lleva a pensar que esta gente funciona en clave de secta, y las sectas, ya se sabe, no buscan debatir sino imponer su verdad.
No perderé el tiempo tratando de convencerles. No voy a perder el tiempo con ellos. Yo no creo en la majadería de que hablando se entiende la gente. Yo no creo en el valor de la palabra cuando te enfrentas a un imbécil, a un talibán, a una feminista llena de odio o a un antitaurino resentido con su origen. Yo no creo que se pueda adelantar nada hablando con esta gente.
Yo no creo en aquellos que defienden quimeras animalistas mientras callan como putas ante la España nonata que desparrama su sangre en las clínicas abortivas. No todos, dispuesto estoy a admitirlo, pero sí muchos de ellos. No creo en los que lanzan todo tipo de dardos envenenados contra los amantes de la fiesta brava mientras fingen ignorar lo que ocurre en los mataderos halal. No creo que todo ese odio que acumulan lo sea tanto por la supuesta defensa de las reses bravas, en tanto miembros como son de una sociedad que abandona a sus ancianos, aborta a sus hijos y vive al socaire de todas esas reglas morales que han reducido la moral de los españoles al nivel de las cloacas. Quiero a España y desprecio profundamente a quien se opone a sus tradiciones simplemente porque son nuestras tradiciones. Quiero vivir con este sentimiento de desprecio hacia quienes tratan de impedírmelo. Desearía que los españoles pudieran asistir libremente a una corrida de toros o adquirir un ejemplar en la librería Europa sin que por ello tengan que ser insultados ni criminalizados.
Coincido con el articulista Ignacio Camacho cuando dice que el antitaurinismo español tenía una dignidad, una nobleza histórica. Hasta bien entrado el siglo XX, cuando las corridas eran aún el gran espectáculo nacional de masas, la polémica sobre la lidia formaba parte del eterno debate sobre el ser de España. De Larra, Unamuno o Benavente a Ferrater Mora o Pániker, los detractores de la fiesta, eran gente docta que discutía con otros intelectuales en pie de igualdad; ilustrados que denostaban la tauromaquia como símbolo de una mentalidad anclada en el pasado. Hasta el más inflamado de aquellos propagandistas, como el bizarro Eugenio Noel, sustentaba su diatriba en un fundamento ético. Más que la lidia impugnaban la esencia del casticismo, un código de valores que mantenía al país varado en un atraso histórico. Esa controversia estaba inscrita en un contexto de reflexión patriótica y formaba parte de la preclara tradición filosófica del regeneracionismo.
El menos profundo de esos escritores o ensayistas se sonrojaría ante la majadera liviandad de los actuales antitaurinos, ese ejército de desaprensivos mequetrefes tuiteros, de payasos antisistema y de ecologistas talibanes cuya compasiva bondad animalista inhibe cualquier atisbo de empatía por la muerte de un ser humano. Un oponente del toreo con mediana lucidez encontraría en la tragedia de Iván Fandiño una elemental munición lógica contra la continuidad de la fiesta; lo que a ninguno se le ocurriría es celebrarla como un triunfo de la res, una especie de acto de justicia poética. Semejante simpleza es algo casi peor que una felonía moral; constituye una clamorosa demostración de estupidez, un monumento de estulticia rencorosa y banal que desarma al movimiento prohibicionista no ya de razón sino de respeto. Con el exhibicionismo de su desnudez mental estos zascandiles deshonran la seriedad de su propia causa; no existe la mínima posibilidad de mantener una discusión racional con seres impregnados de una frivolidad tan mentecata, con tan fundamentalistas botarates de pensamiento (?) enfermizo.
Existen muchos españoles a los que la fiesta de toros aburre tanto como un partido de béisbol o que contemplan las corridas como vestigios de arqueología antropológica, reliquias vivas del patrimonio cultural. Lo que estos contemporáneos indiferentes –y mucho menos aquellos honestos críticos novecentistas– no podían, o no podíamos, siquiera imaginar era que llegaría un momento en que la defensa de la tauromaquia se convirtiese en un ejercicio de oposición a la intolerancia, en un compromiso necesario con la libertad. Menos aún, que acabaría relacionada con la simple salvaguardia de la compasión, con la reclamación imprescindible de la primacía de la condición humana frente a la indigencia ética de una sociedad envilecida. Y lo que es más grave, una primordial reivindicación de la inteligencia frente al inquietante imperio de la memez”.
He aquí que se nos presenta la ocasión de poner en entredicho a esta gente carcomida por el odio, de proclamar en voz alta su consumada arbitrariedad y naturaleza sectaria. Me resulta muy sospechosa la estrecha conexión entre el movimiento antitaurino y algunas organizaciones de la izquierda radical que trabajan incansablemente para que la sociedad española sea un espacio cada día más irrespirable. La base de su fundamento es siempre el mismo: el rechazo a cualquier cosa que para nosotros tenga un valor emocional, que forme parte de la tradición o que durante años nos haya vertebrado como comunidad nacional.
De momento han conseguido que me pase por taquilla para obtener el abono de la feria taurina de Málaga. Mi afición por el arte de Cúchares, mi admiración por el toro bravo, mi fascinación por el ancestral rito que cabalga con arte a lomos de la muerte, no ha hecho sino acrecentarse a través de los dicterios que han sido lanzados contra nosotros.
Magnifico artículo Don Armando, como usted muy bien dice hay que erradicar la intolerancia que siempre viene de los mismos mequetrefes.
Me voy a guardar este artículo porque en él aparecen recopilados los insultos mas rancios de nuestro vocabulario: mequetrefe, botarate, memo, mentecato, majadero…
Dignos de alguien anclado en el pasado, exactamente igual que lo está la tauromaquia.
Yo creo sinceramente que ver como torturan a un animal, es una tara mental, tampoco estoy a favor del aborto, creo que no es bueno mezclar cosas, creo que un buen tratamiento psiquiatrico se pueden curar ciertas filias, pero alegrase de la muerte de un torero es de ser un mal nacido
No soy especialmente taurino, como tampoco me gusta mucho el fútbol, pero lógicamente respeto a todo el mundo. Las personas que se alegran de la muerte de un semejante en tan trágicas circunstancias, me parecen, simple y claramente, UNOS AUTÉNTICOS HIJOS DE PUTA. Confío y espero que la Fundación en Defensa del Toro de Lidia o alguna asociación de toreros LES DENUNCIEN, UNO A UNO, pues es evidente que la Fiscalía no se va a molestar en hacer nada. ¡No hay derecho a que se ofenda así a los muertos, a sus familiares y compañeros, en definitiva a la propia… Leer más »
Unos sádicos es lo que sois, aquí está bien definido.
http://suite101.net/article/la-tauromaquia-entre-las-patologias-y-las-desviaciones-a26687#.V6ZdIBItSBM.
https://librodelassombras.wordpress.com/2012/04/16/psicologia-de-la-aficion-taurina-sadicos-narcisistas-con-completo-de-inferioridad-y-tendencias-homosexuales/
Soy amante del Toro, morantista y taurino hasta la médula. A los que defienden el sufragio universal para privarme de mi noble afición he de decirles que antes procuren meter sus narices en las clínicas abortistas, los mataderos industriales y las carnicerías halal. Los animalista son el rostro hipócrita de una sociedad cobarde y degradada que por ello no puede tolerar el heroísmo.
Para evolucionar en armonia con la tierra y el universo, y conforme a nuestra propia naturaleza,hay que apartarse de todo un mundo equivocado y cruel de sacrificios,( que tanto critamos a los Aztecas y Mayas) donde el mal tiene multiples tentaculos, disfrazados como cultura,alimento. Una sociedad que llama stokc a la cantidad de animales, que tiene en una nave ( como decia una ministra del PP, creo recordar, refiriendose a los caladeros o algo así,) es una sociedad perdida que no puede florecer ni evolucionar con la Tierra. Los seducidos por la Tauromaquia, simplemente son engañados por el enemigo, el… Leer más »
Lo siento Sr.Director, pero en nada estoy de acuerdo con Ud. No tiene nada de noble y nada de macho torturar a un animal.
Recuerde que aquel que murió en Berlín en abril de 1945 era animalista.
Saludos.
Recordemos los patriotas españoles a Jesucristo y a Buda y otras buenas personas y guias, mejor que al que murio en Berlín,y mejor nos irá. 🙂
https://www.youtube.com/watch?v=CwY89WgxeNo
Los antitaurinos son financiados desde el exterior.
Los taurinos son financiados desde el interior y hasta el 2015 por la UE
La anti-España y con su legendaria soberbia y sus actos criminales ,siempre maquinando,y tomando nuevas formas de acuerdo con los tiempos para conseguir envenenarlo todo con sus nuevas tretas y disfraces.
Hemos de ser intolerantes,implacables ,intransigentes,,ni una concesión sin prestarles batalla, frente a aquellos que de una forma o de otra quieren aniquilar a nuestra patria.
Que puta manía de politizar la tauromaquia
He de reconocer que yo no era antitaurino, pero los toros me daban igual. Ni me iban ni me venían. Pero después de ver la verdadera cara de esas sucias alimañas, y ver que serían capaces de asesinar a sus putas madres por acariciar una asquerosa y repugnante rata de alcantarilla, me he vuelto el más ferviente taurino de España, al punto de llegar a escupir a la cara a cualquier antitaurino.
La lucha contra el yihadismo, el feminazismo y contra el animalismo insensato marcarán, en parte, los próximos años.
Los animalistas nos quieren quitar el jamón serrano, los huevos, el bistec, la leche… todo lo que proceda de animal.
Los toros son una tortura a un animal, es un acto repugnante, siento no estar de acuerdo con usted en este tema
Tienes razón yo también lo veo una salvajada de antaño, creo que tendría que tegularse tras referenfum y pir ley
¡Bravo maestro, magistral!