Cela, García Lorca, homosexismo
Unos días en Moscú: la ciudad más impresionante que conozco, algo inesperado. Pero, en fin, para antes de dormirme releí a trozos Cela, el hombre que quiso ganar, de Ian Gibson. Gibson es bastante agudo cuando trata a Cela, aunque cuando le toca hablar del franquismo o de temas progres, no pasa de soltar necios tópicos de propaganda. Qué se le va a hacer, el antifranquismo es así: Para los socialistas, Cela no era un demócrata genuino sino, más bien, un señor que nadaba con la corriente del momento, que nunca había arriesgado nada y que, en primerísimo lugar, pensaba en sí mismo y en su carrera. Y concluye Gibson, virtuosamente: “a mi juicio, con ello no andaban muy desencaminados”. Resulta chusco, por no decir algo realmente fuerte, poner como referentes o jueces morales, en política, literatura o cualquier cosa, a los políticos más corruptos del siglo XX y lo que va del XXI, los mayores ladrones (¿por qué no se habla mucho más del Vita?), organizadores de guerra civil, con un largo historial de terrorismo, de chekas, de colaboración con la ETA y los separatismos… y de oposición al franquismo casi nula, con tantos de ellos habiendo prosperado como funcionarios de aquella horripilante tiranía… ¡Demócratas genuinos!
Pero voy a otra cosa. En junio de 1998, Cela declaró: Ojalá dentro de cien años los homenajes a Lorca sean más sólidos, menos anecdóticos y sin el apoyo de los colectivos gays. No estoy ni a favor ni en contra de los homosexuales, simplemente me limito a no tomar por el culo. Salta a la vista lo que decía, aunque las ceremonias de la confusión corrientes obliguen a aclararlo: Cela criticaba el turbio folclore político-cultureta en torno a García Lorca, en particular el intento de los homosexistas de hacer de Lorca un icono gay; y al mismo tiempo expresaba una indiferencia despectiva hacia esos colectivos. Algo que debiera ser perfectamente normal en un país democrático, con libertad de expresión y de conciencia.
Pero en España, como en la UE, eso no se entiende así. Naturalmente las camarillas homosexistas y quienes se sintieran menospreciados por Cela tienen su derecho a replicarle, pero sus réplicas buscan imponer por ley sus ideas y aplastar la expresión de discrepante como Cela. Vivimos bajo un nuevo despotismo totalitario, cada vez más fuerte, y convendría que nos percatásemos a tiempo.
Así, el socialista (claro) Almunia, declaró que Cela no estaba a “la altura de los tiempos”. Los tiempos del neodespotismo “de género”, naturalmente. La ignorante –también socialista y abortista—Matilde Fernández sugirió a Cela que leyese la Constitución”, cosa que ella probablemente nunca hizo. Maruja Torres, una chabacana estrella de El País, creo recordar, afirmó que “es mucho más digno tomar por el culo que lamerle el culo al poder, como Cela ha hecho tantas veces”. En esos lametones pocos han superado a El País y su gente, por cierto, recibiendo por ello el adecuado premio. El País, que llamaba “sindicato del crimen” a los periodistas que destapaban la masiva corrupción socialista, publicó una carta contra Cela firmada por más de doscientos escritores, editores, periodistas, libreros y lectores. Todos ellos demócratas empedernidos, naturalmente.
Otro necio laureado, comunista de IU, Felipe Alcaraz, exigió que el Ayuntamiento de Granada declarase a Cela persona non grata porque a su juicio Cela había insultado a García Lorca, asesinado “entre otras razones, por ser homosexual”. Etc.
Zerolo “célebre por su fama”, que diría Heine, diagnosticó que Cela era “un reaccionario intolerante, insolidario, machista, misógino y homófobo”. Estos estúpidos calificativos son el santo y seña para condenar a muerte civil a la víctima de ellos; le ha ocurrido a mucha gente, aunque ello resultara imposible con Cela, que podía reírse del intento con su flamante Nobel a cuestas.
Y así sucesivamente. Lo primero que llama la atención es la furia y amplitud de una reacción que quería ser aplastante, aunque no lo consiguiese. Claro que, de todas formas, con Cela no podían pasar de ciertos límites, como hacen con personajes menos notorios. Por ejemplo, un servidor ha publicado en las redes sociales comentarios como este: El primer derecho de un niño es a un padre y una madre reales, no a una parodia de dos papás y dos mamás. Los niños no son mascotas. Resultado: un alud de insultos, amenazas, deseos de muerte, jactancias de que me queda poca vida, obscenidades… Expresiones de odio enfermizo realmente preocupantes por parte de quienes intentan destruir la libertad de expresión y de conciencia haciéndose las víctimas y con la argucia de que los discrepantes de ellos “incitan al odio”: al despotismo por el victimismo, viene a ser su consigna.
Hemos llegado a una situación en la que se pretende impedir cualquier expresión molesta o denigratoria hacia homosexistas, feministas y demás gente “del género”. En cambio la denigración de la Iglesia y el cristianismo, raíces de la cultura occidental, no solo se admiten, sino que se promueven muy activamente. La burla y el escarnio del patriotismo, de la familia, de la maternidad, la promoción de la liquidación de vidas humanas en el seno materno, etc., están a la orden del día; las calumnias al franquismo no solo son continuas, sino obligadas en cualquier intelectual de la recua que se precie, como el propio Gibson. Parece que una cosa va con la otra, que “el amor estéril” implica mil odios
Por lo demás, ni García Lorca fue asesinado por ser homosexual ni él mismo estaba particularmente orgulloso de serlo, como muestran sus poemas. Muchos de estos fanáticos lo tildarían de “homófobo”. Un tal Fernando Delgado interpretaba que lo que Cela temía era la gloria de García Lorca, que permanecería dentro de cien años, y la de Cela no. La verdad es que uno se pregunta si García Lorca, que parece haber tenido cierta amistad con José Antonio, recibiría hoy el mismo culto si en lugar de ser asesinado por gente de derecha, lo hubiera sido por los rojos. Posibilidad nada irrealista, por cuanto el Frente Popular asesinó a más intelectuales que sus contrarios, y otros muchos (Ortega, Marañón y tantos otros) escaparon de él como pudieron.
Por mi parte, he explicado muchas veces la diferencia entre homosexualidad y homosexismo u homosexualismo, y no lo repetiré ahora.
Un poema de García Lorca (de Poeta en Nueva York) …
Por eso no levanto mi voz, viejo Walt Whitman,
contra el niño que escribe
nombre de niña en su almohada,
ni contra el muchacho que se viste de novia
en la oscuridad del ropero,
ni contra los solitarios de los casinos
que beben con asco el agua de la prostitución,
ni contra los hombres de mirada verde
que aman al hombre y queman sus labios en silencio.
Pero sí contra vosotros, maricas de las ciudades,
de carne tumefacta y pensamiento inmundo,
madres de lodo, arpías, enemigos sin sueño
del Amor que reparte coronas de alegría.
Contra vosotros siempre, que dais a, los muchachos
gotas de sucia muerte con amargo veneno.
Contra vosotros siempre,
Faeries de Norteamérica,
Pójaros de la Habana,
Jotos de México,
Sarasas de Cádiz,
Apios de Sevilla,
Cancos de Madrid,
Floras de Alicante,
Adelaidas de Portugal.
¡Maricas de todo el mundo, asesinos de palomas!
Esclavos de la mujer, perras de sus tocadores,
abiertos en las plazas con fiebre de abanico…
…Y otro de Cela ( Donación de órganos)
Quiero el día que yo muera
poder donar mis riñones,
mis ojos y mis pulmones.
Que se los den a cualquiera.
Si hay un paciente que espera
por lo que yo ofrezco aquí
espero que se haga así
para salvar una vida.
Si ya no puedo respirar,
que otro respire por mí.
Donaré mí corazón
para algún pecho cansado
que quiera ser restaurado
y entrar de nuevo en acción.
Hago firme donación
y que se cumpla confío
antes de sentirlo frío,
roto, podrido y maltrecho
que lata desde otro pecho
si ya no late en el mío.
La pinga la donaré
y que se la den a un caído
y levante poseído
el vigor que disfruté.
Pero pido que después
se la pongan a un jinete,
de esos que les gusta el brete.
Eso sería una gran cosa
yo descansando en la fosa
y mi pinga dando fuerte.
Entre otras donaciones
me niego a donar la boca.
Pues hay algo que me choca
por poderosas razones.
Sé de quien en ocasiones
habla mucha bobería;
mama lo que no debía
y prefiero que se pierda
antes que algún comemierda
mame con la boca mía.
El culo no lo donaré
pues siempre existe un confuso
que pueda darle mal uso
al culo que yo doné.
Muchos años lo cuidé
lavándomelo a menudo.
Para que un cirujano chulo
en dicha transplantación
se lo ponga a un maricón
y muerto me den por culo.