Una posguerra española triunfante, y europea siniestra
Los useños han llamado “la Gran Generación” a la que hizo la II Guerra Mundial, pero con mayor razón podemos llamar nuestra Gran Generación o Generación Heroica a la de aquellos años. Después de todo, Usa venció al Japón y contribuyó a vencer a Alemania mediante una abrumadora superioridad material, mientras que los retos que debieron afrontarse en España, a otra escala, fueron más decisivos, aunque sin transcendencia mundial y en las condiciones más adversas. Concretamente, aquella generación tuvo que afrontar una revolución totalitaria que estuvo muy cerca de triunfar, debió impedir una disgregación del país que en varios aspectos estaba muy avanzada, ocuparse de salvar la civilización cristiana, base de la cultura no solo española sino también europea, evitar la guerra mundial, algo sumamente difícil cuando toda Europa estaba en llamas, enfrentarse al maquis, el cual era básicamente un intento de reanudar la guerra civil, y reconstruir el país con sus propias fuerzas y bajo un acoso exterior que parecía irresistible. Apenas nos hacemos cargo de lo que supuso afrontar tales desafíos y salir vencedor de ellos, algo que no ocurría en España desde siglos atrás. La historiografía al uso permanece ciega ante aquel enorme esfuerzo y riesgo, e incluso los historiadores pro nacionales suelen percibirlo de manera oscura e insuficiente, un tanto provinciana.
El fracaso llegó después de tales éxitos, y básicamente se debió a cierta ineptitud para convertir aquellas hazañas, pues realmente lo fueron, en mitos, como han hecho los useños o los ingleses con sus mayores o menores proezas en la guerra mundial y en otras situaciones. La palabra mito se emplea en dos sentidos: como una falsificación deliberada del pasado, a fin de demonizar o de exaltar sin base real determinados hechos o personajes, lo cual es simple propaganda; o como un relato básicamente veraz pero convertido en arte y dotado de sugestión moral. En España, los motivos reales de la contienda civil, aquello por lo que lucharon unos y otros, quedó pronto olvidado, y todo quedó como una “guerra fratricida” que era preferible olvidar, aunque permanecieran algunos ritos o retóricas muy simples y cada vez menos sugestivos, como los himnos al final de los diarios hablados de Radio Nacional. No se medía en su verdadero alcance el haber permanecido fuera de la guerra europea. La proeza de reconstruir el país con las propias fuerzas y frente a ingentes obstáculos externos quedó meramente como “los años del hambre”. El maquis nadie entendió bien qué fue realmente, y en la actualidad se desfigura por completo, y algo parecido cabe decir de la División Azul.
Al abrigo de aquellas actitudes un tanto romas se desarrollaron fácilmente las contrarias, sobre todo cuando la guerra mundial se acercaba a su fin. Su máxima expresión fue probablemente la novela de Cela La colmena. Cela había sido falangista –hay algún documento que lo prueba– y luchado en el bando nacional, pero cuando tantos creyeron que el régimen iba a venirse abajo con la derrota del Eje, debió de ver la conveniencia de limpiar su pasado, como pasó con tantos, y pintar aquella época con tintes entre sombríos y cochambrosos, ciertamente antiheroicos. Cela era un gran escritor, pero como ejemplo moral resulta más dudoso. La colmena se ha convertido así en el mito por excelencia de aquellos años por dos razones: porque ha convenido a las tendencias antifranquistas y porque no hubo en la orientación contraria, favorable a los nacionales, un escritor de talento equivalente que trazase un retrato de época distinto. La novela de Cela es buena como tal, indudablemente, pero su contenido es falso, no porque no describa hechos más o menos reales, sino porque trata de dar la impresión de que tales hechos dibujaban la realidad social de la época.
Como si ahora pretendiéramos que una descripción de los barrios de chabolas, o del gran número de prostitutas y jóvenes destrozados por las drogas, retrataran la realidad general del país.
La novelística de Cela podría definirse como costumbrismo cutre, por su atracción hacia los lados más sórdidos y torpes del ser humano. Por cierto fue una moda literaria muy extendida en Europa de la posguerra, como lo había sido en la posguerra de 1918. Así que vamos a aventurar una posible explicación de su trasfondo. La II Guerra Mundial no fue solo una orgía de sangre y destrucción, tuvo también una profunda repercusión moral y psicológica. Los vencedores, principalmente Usa y la URSS, pudieron crear sus mitos y su triunfante literatura, cine, etc., pero para el resto de Europa fue imposible, porque en el este había quedado sometida a una férrea orientación ideológica, y en el oeste porque habían sido sometidos por los nazis, los cuales eran pintados como el mal absoluto sin atenuantes ni mezcla de bien alguno…, pero habían colaborado de muchos modos con ellos, con ese mal absoluto, como lo definían, y para colmo no debían su liberación y su reconstrucción posterior a sí mismos, sino a la intervención primero militar y luego económica de una potencia ajena, Usa. Y pese a ello, tampoco albergaban hacia Usa unos sentimientos especialmente cálidos y agradecidos. Es decir, había muy poco de lo que enorgullecerse y mucho de lo que sentirse humillado o avergonzado, máxime cuando aquellos países europeos habían sido hasta pocos año antes los principales orientadores intelectuales, artísticos y científicos del mundo, aparte de dominar políticamente enormes extensiones de él.
Las mitificaciones de la Resistencia francesa o de los partisanos italianos, o de algunas acciones en Holanda o Noruega, o de la escasísima oposición alemana a Hitler tampoco resultaban muy convincentes, sobre todo si las comparamos con la colaboración, mucho más amplia, o con las mucho más reales y efectivas resistencias de Yugoslavia o Polonia. Aunque algo de resistencia sí hubo, sobre todo cuando se veía venir la derrota alemana. También el triunfo de los anglosajones, a pesar de todas las mitificaciones, contaba con el pasivo de actos como los feroces bombardeos sobre las poblaciones civiles, o la cooperación con el totalitarismo comunista, el más mortífero del siglo XX. La moral, o más bien desmoralización de posguerra, que persiste en gran medida hasta hoy mismo, refleja en el arte y la literatura esa sensación de sinsentido vital, de fracaso y frustración, con predilección por personajes de poco valor y de sucesos más bien sórdidos. Los antihéroes se volvieron proverbiales. Al mismo tiempo se ha tendido a imitar a Usa, la gran potencia triunfadora que se ha convertido desde entonces en la gran fábrica de las ideas, del arte y la ciencia, sustituyendo a Europa, a una Europa al parecer envejecida, cansada y ya poco productiva. Algo de esto he tratado en mi último libro Europa, una introducción a su historia.
Esa desmoralización es la que más o menos refleja Cela, con la particularidad de que España representaba entonces casi exactamente lo contrario del resto de Europa. Era un país triunfante. Se había liberado con sus propias fuerzas del comunismo, no se había dejado arrastrar por el nazismo, se estaba reconstruyendo también con sus propias fuerzas y sin Plan Marshall o similares, e intentaba seguir un camino propio. Como hemos dicho e insistido, la generación de aquella época se lo debió todo a sí misma, a sus esfuerzos, a haber afrontado la mayor adversidad y grandes estrecheces con buen ánimo y finalmente con éxito. Es más, como España, ni siquiera en las épocas que en fue sometida a aislamiento, ha estado nunca “tibetanizada”, como pretendía Ortega, sus éxitos han repercutido favorablemente en la Europa occidental, como vimos en la sesión pasada, aunque ello no haya sido reconocido ni agradecido nunca o casi nunca.
Al respecto viene muy bien examinar el caso de Ortega y Gasset. Ortega, visto en general como el máximo pensador español del siglo XX (algunos consideran superior a Zubiri), pues bien, volvió a instalarse en España, después de haber huido del Frente Popular y permanecer en el exilio algunos años más después de la guerra. Volvió, muy bien acogido por el régimen – no tanto por la mayor parte del clero–, que le ofreció la tribuna del Ateneo de Madrid, donde pronunció una conferencia radiada a todo el país. Ortega dijo: “Por primera vez, tras enormes angustias y tártagos, España tiene suerte. Pese a ciertas menudas apariencias, a breves nubarrones que no pasan de ser meteorológicamente anécdotas, el horizonte de España está despejado (…) Mientras los demás pueblos se hallan enfermos, casi todos, el pueblo español, lleno sin duda de defectos y de pésimos hábitos, da la casualidad de que ha salido de esta turbia y turbulenta época con una sorprendente, casi indecente salud”. Estas frases fueron pronunciadas en mayo de 1946, es decir, unos meses antes de que la ONU se aprestaban a derribar al régimen mediante la provocación de una gran hambruna en España, propósito que hizo un daño considerable al país aunque no llegó a tener éxito, gracias a la previsora diplomacia franquista, que poco antes había negociado el suministro de cereales y carne de Argentina.
Cierto. Es necesario hacer hincapié en la heroicidad de los nacionales. Las izquierdas pretenden ahora quitarles mérito diciendo que el apoyo de Alemania e Italia les dio el triunfo.
La guerra no ha terminado,no puede terminar nunca,por que es un planteamiento existencial y esencial ,a vida o ha muerte sobre temas trascendentales. Desgraciados aquellos que concluida la guerra de las armas,creyeron que el conflicto ideológico había terminado,mientras exista,el capitalismo apátrida,dirigido por las fuerzas secretas que todos conocemos,mientras insistan los derrotados marxista en sus criminales propósitos de implantar su tiranía,para capturar a nuestro pueblo y subyugarle. La guerra o no ha terminado o ha vuelto a empezar. No,no puede haber prescripción,ni olvido solamente desde un campo,aunque muchos de los nuestros cometieran negligencia al deponer las armas,y no seguir esgrimiendo las… Leer más »
Nos tendrán también miedo a los hombres que hacemos profesión de Franquismo. Para que me entendáis,los que tienen tanto miedo a Franco,estarán pues acojonados al escuchar a los que hablamos de la continuidad perceptiva del franquismo. Mirar hacen bien en llenarse los bolsillos,se estarán preparando para su nuevo dorado exilio. España nos necesita,no estamos aquí para recordar aquella gloriosa época,con la nostalgia y la tristeza de un recuerdo lejano en el tiempo de algo que perdimos o mejor dicho que nos arrebataron ilegalmente, ni hemos venido a gritar con rencor contra aquellos que lo pisotearon o difamaron,estamos aquí con la… Leer más »
Certero y preciso artículo , como siempre.Lo de Cela , unos de mis escritores favorítos, es cierto , y ademas era censor. MI tio lo conoció por esa época.Es cierto su tendencia a reflejar lo cutre y lo marginal, pero, para mí ,ahi radica su belleza literaria.Baroja también tenía esa misma tencia en algunas de sus nvelas Lo que es cierto , que la genracíon de nuestros padres fue heroica ademas , había alegría incluso en la época del hambre. Yo recuerdo en las calles, en los bares , a pesar de las privaciones,la gente amable , en las fiestas… Leer más »
El nacionalsocialismo ha sido lo mejor que ha pasado por Europa los últimos siglos. Una combinación entre orgullo nacional, sentimiento de pertenencia, respeto a la ley y el orden naturales y justicia y dignidad para las personas. El fin de la IIGM supuso el comienzo de la colonización yanqui en Europa y la caída del imperialismo europeo en el mundo. No hay más que ver al Reino Unido, “ganó” la guerra y sin embargo su imperio cayó durante los 20 años siguientes. No hay que equivocarse, en 1945 no cayeron las potencias del eje, ni el fascismo, cayó Europa entera… Leer más »
Hay que ponderar que los británicos argumentan que ellos voluntariamente desmantelaron el Imperio (las densas nubes de humo sobre las grandes ciudades de la India delataban la quema apresurada de documentos comprometedores) mientras que a España la ruptura fue traumática culminando con la humillación militar por una potencia extranjera la cual le debía a España su independencia.