Biodiversidad o diversidad biológica (III de IV)
Pelayo del Riego.- Sus soportes vitales se están destruyendo, y da la casualidad, de que también son los mismos soportes, que los del ser humano. Estos indicadores, nos dan el estado de salud de la tierra, y de si el sistema económico actual, es sustentable, o estamos en los prolegómenos de su fatal decadencia. La extinción arquetípica, de una especie debida a la acción del hombre, es la del Dodo, Raphus cucullatus, un ave columbiforme endémica de la islas Mauricio, acaecida en el siglo XVII.
Uno de los obstáculos, para controlar la pérdida de especies, es que nunca se ha hecho un inventario, de las especies de plantas y animales, que pueblan la tierra. No sabiendo cuantas especies hay, es difícil determinar con precisión, cual es la entidad de esta pérdida. Careciendo de este medio de control, podemos fijarnos en las más visibles formas de vida, como lo son las aves, de las que sí hay un completo inventario de especies. De las 9.600 especies conocidas de aves, tres mil son estables, o en crecimiento, pero 6.600 especies están en franca decadencia. De este último grupo, 1.000 especies, han llegado al extremo de estar en peligro de extinción. Las principales razones para esta caída en las poblaciones de aves, son la destrucción de hábitats, la contaminación, y la caza salvaje. Con la tala y quema de selva, o el desecado de humedales, para aumentar la superficie de tierra cultivable, los hábitats donde vivían las aves han disminuido.
La pesca excesiva, desde los años 50, se ha incrementado en un 500% de su volumen anual, sobre todo la que se lleva a cabo, en lo que se denomina bienes globales comunes, como son los océanos. Practicada sin ningún control, y por grandes buques-factoría, que lo hacen posible, lleva, por la codicia, por el afán de amortizar grandes inversiones, y obtener un rápido beneficio, a colapsar los caladeros, que no vuelven a regenerarse, que se pierden, junto a las otras especies, que dependen de la cadena trófica interrelacionada, y que muchas veces aún desconocemos.
La eutrofización, es el resultado de un exceso de nutrientes, principalmente inorgánicos, en un ecosistema acuático, que facilita la proliferación de algas por acción de la fotosíntesis. Estas, a su vez, impiden la biodiversidad, por escasez de oxígeno, dado que el aumento de su actividad metabólica, consumidora de oxígeno, deriva en anoxia. Esta eutrofización, debida muy señaladamente a la proliferación de algas, por presencia sobreabundante de fosfatos -abonos excesivos- ha afectado a aguas continentales -ríos y embalses- y a aguas marinas, como las de los mares Negro y Báltico. Las precipitaciones de nitrógeno, tienen un efecto devastador sobre la biodiversidad. La eutrofización de las aguas subterráneas, puede poner en peligro el futuro del abastecimiento de agua potable en muchas áreas.
La interdependencia entre especies, dentro de los sistemas bióticos, impide hacer un cálculo preciso de las pérdidas, pero se puede concluir, que la población media de las especies, ha disminuido más de un tercio desde 1970. La pérdida de biodiversidad, con la actual cadencia, no es el fin del mundo, sino la pervivencia de un mundo empobrecido, monótono, menos bello y menos útil, interesante, rico, y esperanzador. Si las extinciones masivas producidas anteriormente, como fue la que se produjo al final del periodo cretáceo, hace unos 65 millones de años, se debieron en gran medida a factores climáticos, o geofísicos, y en ellas se solía salvar la diversidad vegetal, la extinción actual, se debe fundamentalmente a la intervención humana, y la gama de especies afectadas, es mucho más amplia.
Con la extinción de plantas, animales y microorganismos, estamos perdiendo valiosas medicinas antes de ser descubiertas. La medicina moderna poco valdría sin la Quinidina, uno de los más importantes tratamientos para las arritmias cardiacas, la Vincristina, uno de los más efectivos fármacos para combatir la leucemia infantil -substancia activa descubierta en una especie de vincapervinca originaria de la selva tropical de Madagascar- y la Eritromicina, uno de los antibióticos de más amplio espectro. Todos estos productos, se derivan de organismos tropicales. Pero no solo en los trópicos se han descubierto medicinas importantes, fundamentales. La Aspirina se derivó, originalmente del sauce, en zonas templadas, y el Taxol, el más efectivo tratamiento descubierto para el cáncer de ovario, proviene del tejo, en lo viejos bosques del noroeste, junto al Pacífico. La Digoxina –cardiotónico-, la Insulina –hipoglucémico- la Prednisona –antiinflamatorio-, el ácido Clavulánico, la Teofilina –antiasmático-, la Tetraciclina –antibiótico-, la Codeína -antitusígeno y analgésico-, son todos ellos medicamentos de origen natural. ¿Cuantas otras maravillosas drogas, capaces de curar los males actuales, cánceres, y afecciones que causan tanto sufrimiento humano, se están perdiendo a causa de esta destrucción de especies?
La pérdida de especies, supone la perdida de modelos para la comprensión de la fisiología humana, y su aplicación. Los osos son un ejemplo válido, como apuntamos ut supra. En peligro de extinción, en muchas partes del mundo, ya que se cazan por deporte, y para comercializar sus restos -en Asia sus vesículas biliares, se venden en el mercado negro para medicina tradicional, a dieciocho veces su peso en oro-, los osos, poseen el secreto en sus fisiologías, para remediar ciertas enfermedades humanas. Algunos osos hibernantes, desarrollan sus huesos, aunque estén inmóviles durante cinco meses. Los seres humanos, por el contrario pierden un cuarto de su masa ósea, durante un periodo similar de inmovilidad. Comprender por qué los osos obtienen ese resultado, podría contribuir a prevenir la osteoporosis en la vejez, degeneración hoy intratable, que afecta a millones de personas. Los osos en hibernación, aunque no orinan no se intoxican, son capaces de reciclar las toxinas, y hacer nuevas proteínas. Los seres humanos, no pueden sobrevivir sin eliminar su orina, cada pocos días. Si comprendiésemos el mecanismo de conversión de los osos, aprenderíamos a desintoxicar a los pacientes humanos, con fallos renales, sin necesidad de utilizar la esclavizante maquinaria de diálisis.
Eliminar especies, puede también alterar delicados equilibrios en ecosistemas, entre predadores y presas, y entre parásitos y huéspedes, que contribuyen a mantener en jaque a algunos principios infecciosos. La dinámica, de tales relaciones es muy escasamente comprendida en la actualidad, pero su ruptura, puede implicar un peligro potencial para los seres humanos.
El rápido estallido de una fatal enfermedad pulmonar, en el suroeste americano, durante el verano de 1993, demuestra la delicadeza de este equilibrio que comentamos. Desconocida anteriormente esta infección, causada por un virus de la familia conocida como Hanta, parece que emergió como resultado de la notable proliferación del huésped para este virus, el ratón ciervo. La población, había crecido hasta ser plaga, como consecuencia de un descenso relativo de sus predadores naturales -zorros, culebras y lechuzas- y una superabundancia de su soporte alimenticio, causada por unas inusuales y abundantes lluvias de primavera. Hay muchos otros ejemplos, tales como la fiebre hemorrágica argentina, consecuencia de un virus mortal emergido por la tendencia humana a alterar los hábitats, y socavar la diversidad biológica. El Sida, puede haberse pasado de los simios a los seres humanos, por el mismo mecanismo.
Por su irreversibilidad, la pérdida de especies, es un reto fundamental para los gobiernos de todos los países. Durante largos periodos del tiempo geológico, la evolución de nuevas especies, excedía a las extinciones, procurando una extraordinaria riqueza biológica del mundo que heredamos. En recientes décadas, sin embargo, este proceso se ha invertido, ya que la destrucción de hábitats, y la contaminación, elimina especies a un ritmo vertiginoso. (Continuará)
*Miembro del Capítulo Español del Club de Roma