Pablo Iglesias y Alberto Garzón, la historia de una traición
A. Martiarena.- Dos y dos no siempre son cuatro. En matemáticas hay múltiples demostraciones matemáticas de contradicciones obvias. Y en política también, como bien han demostrado este 26J Podemos e Izquierda Unida. Cuando sus dos líderes, Pablo Iglesias y Alberto Garzón, se frotaban las manos pensando que la suma de siglas les acarrearía pingües beneficios gracias a la Ley d’Hont, resulta que los votantes huyeron de la ensalada de siglas de Unidos Podemos. Así las dos fuerzas se han dejado 1,2 millones de los votos que consiguieron por separado, cuando entre ellos había más distancia que confluencia, más ‘odio que amor’.
Justo en los tiempos en los que Iglesias y Garzón se dedicaban sonrisas socarronas y piropos como “cenizo”, “aburrido” o “gruñón”.
La estrategia emprendida ha quedado totalmente invalidada por las urnas y todas las dudas se centran en saber si IU saldrá con vida de este entuerto o si la confluencia ha sido más bien una fagocitación sin marcha atrás.
Y, sobre todo, si Pablo Iglesias seguirá adelante con su traición. Porque Pablo Iglesias ha fracasado cuando menos Pablo Iglesias ha sido:
En 2008 el entonces estudiante de Ciencias Políticas defendía en su tesis doctoral la necesidad de buscar “ciertos niveles de conflictividad” como una “vía intermedia entre la guerrilla urbana y el pacifismo”.
Siete años después, en la campaña del 20D, el ya convertido en secretario general de Podemos, zarandeó el avispero político atacando a diestra y siniestra para captar el voto indeciso. El resultado, ya lo saben. Una irrupción política histórica con 69 diputados en su primera participación electoral a base de desgastar a sus oponentes.
Ocho años después, cuando más se ha alejado de sus propias tesis, Podemos ha fracasado. El vértigo del ‘sorpasso’ al PSOE hizo a Iglesias modular su discurso, suavizar los espolones de sus soflamas y convertir la cita con las urnas en un asunto de ‘izquierda o derecha’ cuando el éxito le llegó dividiendo el tablero de juego entre ‘los de arriba y los de abajo’.
Pero Pablo Iglesias no sólo se ha traicionado a sí mismo, sino que también lo ha hecho con Iñigo Errejón, su número dos y supuesto estratega de Podemos -salvo que Iglesias piense diferente-. Porque Errejón nunca quiso la alianza con IU. “Eso nos lleva a una campaña de encrucijada, de disyuntiva”, señaló hace unos días a ‘El País’. Las diferencias entre Iglesias y Errejón se han transformado en una campaña en la que Podemos ha tenido que hacer equilibrios con su identidad y con el legado de la federación de izquierdas. “Me siento orgulloso de haber sido un joven comunista”, señaló Iglesias en ‘El Objetivo’ de Ana Pastor, para acabar abrazando la socialdemocracia.
IU y Podemos sumaron sus siglas, pero no sus fuerzas. Mantener con vida un proyecto herido dependerá del papel que jueguen cuando empiece el baile de pactos. Si se quedan fuera, habrá más traiciones.