Robert Hernando, en el centro, un trágala sin oficio ni beneficio, bailando como siempre al son de la peor música.

Enrique de Diego.- Una amplia conjura palaciega ha defenestrado con saña a Josep Anglada. Por unanimidad, 15 miembros del Consejo Ejecutivo de Plataforma por Cataluña lo han destituido. La reacción de Anglada muestra el patetismo terminal de este personaje que rozó la gloria y que se ha hundido en la miseria: ha expulsado a todos porque el partido es su chiringuito, su negocio.

Hundido en la miseria en sentido moral, porque el fondo de la cuestión parece girar en torno a una subvención estatal de 80.000 euros que se habría embolsado Anglada y a impagos a prestamistas estafados. Nada nuevo bajo el sol, que dice el Eclesiastés. A estas alturas, acusar a Anglada de meter la mano en la caja es una redundancia extemporánea.

No ha hecho otra cosa, porque la caja es suya y se le ha permitido que la cuenta corriente del partido fuera su cuenta corriente personal, que fuera el único con firma y que no diera explicación alguna al partido, con el tesorero de convidado de piedra en Hospitalet, al tiempo que se llevaba crudo un tanto por concejal y grupo parlamentario: el lucrativo negocio de 67 concejales. Todo esto lo ha denunciado Gerard Bellalta desde hace años y algunas cosas claras he expresado yo también. Conste en acta.

Que los conjurados se escandalicen ahora de lo que viene de tan lejos es como la escena de la película Casablanca en la que el jefe de los gendarmes cierra el bar porque “¡qué escándalo, aquí se juega!”, cuando ha estado cobrando sobres por hacer la vista gorda o como si se denunciara, a estas alturas, que Anglada siente una inclinación especial por “la Marta”. Claro que la degeneración del pícaro trincón adquiere niveles de paroxismo cuando en su delirante respuesta brama porque los conjurados quieren dar un sesgo “españolista” al partido.

De corrupción en corrupción, Anglada ha llegado a la traición y de cubata en cubata a una pérdida completa del sentido de la realidad. En verdad, Anglada lleva años siendo un cadáver político hediondo, pero los conjurados han demostrado tener muy laxas las pituitarias y han convivido con soltura con el tufo, que durante tiempo les pareció embriagador perfume, mientras cobraban. Porque, como en el asesinato de César -salvando las distancias- quienes han ido hundiendo sus cuchillos en las escuálidas carnes del histriónico finado han sido sus aduladores y pelotas de otrota, de hasta antes de ayer.

La defenestración del salchichón de Vic no me parece una escena de dignidad y de elevación ética sino de oportunismo: uno de esos arrebatos homicidas de los lacayos que son muy histéricos y ásperos en sus revueltas traicioneras. Algunos de ellos son peores que Anglada y le han reído las gracias y le han tapado sus numerosas vergüenzas. Ver a David Parada entre los sublevados, al modo de Bruto, salvando todavía mucho más las distancias, produce sonrojo porque ha soportado vejaciones para las que es preciso tener mucho estómago y muy poca personalidad. Al menos, le debe el puesto de concejal de Sant Boi.

La última vez que hablé con Anglada fue hace un año largo, en una cena en Barcelona, en la que también estuvo Armando Robles, testigo fiel. Anglada, en su verborragia, afirmó que el partido le debía sesenta mil euros, sin que Robert Hernando, secretario general, osara contradecirle ni puntualizarle, pues además estaba encantado de que iba a ser diputado en el Congreso de Madrid, en el delirante reparto de puestos con que se ufanaba una camarilla despistada. El mismo Hernando que, inmundo, osó insinuar que Gerard Bellalta se hacía él mismo las pintadas amenazantes en su casa. Con Xavier Simó hablé una vez para denunciarle la patente corrupción moral de Anglada y se mostró indignado como un perfecto lameculos poniendo la mano -ha de tenerla chamuscada- en el fuego por la honradez de Anglada.

¿Por qué, pues, ahora esta rebelión de pelotas y lacayos travestidos en sicarios? Pues porque no sólo Anglada es un cadáver político, casta podrida, sino que también Plataforma por Cataluña es un negocio cesante, del que no caen ni las migajas del salchichón de Vic. Delenda est Plataforma por Cataluña. Todos han callado cual sumisas putas babilónicas mientras el antiguo militante de Fuerza Nueva -gloriosa su negativa de su pasado ante los ataques de Pilar Rahola- se aureolaba con la estelada y jugaba al separatismo y al delito de sedición.

En la cena que he mencionado, Anglada sí hizo referencia a su militancia en el partido liderado por Blas Piñar para espetar la pregunta retórica de que “con tanta gente tan lista y adinerada como había, ¿quién ha hecho algo, salvo yo?’. Eso es verdad y hay que reconocerlo. Y lo hago sin medias tintas: Anglada se sacó un partido de la manga y con esfuerzo y arrojo estuvo a punto de poner en un brete al sistema. Memorable aquella noche de elecciones autonómicas en la que durante una hora entraban en el Parlament tres diputados de Plataforma y que al final faltaron poco más de seis mil votos.

Lo dicho: Anglada, que rozó la gloria, se hundió en la miseria, porque sus virtudes como líder son sus defectos como pícaro sin lecturas en permanente coma etílico de avaricia. Ni tan siquiera se ha dado cuenta de que en su inversión separatista le deja sin sitio político en Vic, pues le sateliza respecto a CiU, ERC y la CUP. ¿De qué va a vivir Anglada? ¡No va a tener dónde caerse muerto! Algo habrá ahorrado una persona de la que se cuenta que nunca paga e incluso vuelve para llevarse la propina.

La cuestión es si Plataforma puede sobrevivir con Josep Anglada y la respuesta es no. Ahí está el acierto del Consejo Ejecutivo levantisco por unos dirigentes en estado de pánico a la bancarrota.

Pero Plataforma por Cataluña tampoco puede sobrevivir sin Anglada. Es un partido demasiado personalizado y que también ha dado demasiados vaivenes hacia ninguna parte. Y, sin embargo, era una idea llevada por un mal abogado, pero la idea sigue siendo válida. Esa idea no está huérfana, a Dios gracias. La representa un hombre honrado y valiente como Gerard Bellalta, con el Partido Español de Cataluña y SOLUCIONA. Me consta que hay concejales y militantes muy válidos y bienintencionados en la convulsa Plataforma por Cataluña que deben emigrar a la carrera de ese ambiente corrompido de navajas ponzoñosas y recalar cuanto antes en las amplias alamedas del Partido Español de Cataluña y SOLUCIONA, bajo el liderazgo probado y firme de Gerard Bellalta.

Y a todo esto, ¿qué ha votado “la Marta” en el Consejo Ejecutivo? ¿También le ha traicionado? ¿Alguien sabe algo? Pura curiosidad.