Enrique de Diego.- Cabe calificar de histórico el encuentro entre Geert Wilders y Marine Le Pen en La Haya con la puesta en marcha de una alianza táctica de cara a las elecciones europeas de 2014, que se presentan como decisivas para el devenir de una Europa en decadencia, en torno a dos puntos comunes.

Esos dos puntos de unión son: a) “la lucha contra la hidra comunitaria de Europa” y b) “el control de nuestras fronteras y evitar que los inmigrantes lleguen en oleadas imparables”. Geert Wilders, del Partido por la Libertad holandés, y Marine Le Pen, del Frente Nacional francés, han buscado lo que les une y ello entraña una lección importante.

De hecho, en la rueda de prensa –bastante silenciada en España- las preguntas pretendieron incidir en las diferencias entre ambos partidos, concretamente en lo relativo a Israel y el matrimonio homosexual. Wilders tiene una postura claramente partidaria hacia ambas cuestiones. De hecho, Pim Fortuyn, precedente de Wilders, fundador del partido LPF (Lista Pim Fortuyn) y asesinado durante la campaña electoral de 2002 por sus posiciones críticas hacia las políticas de inmigración indiscriminada y contra el fundamentalismo islámico, era abiertamente homosexual. Tiene toda la lógica que los homosexuales tengan una postura anti-islámica, puesto que los musulmanes pretenden simplemente asesinarles y en muchas naciones musulmanas la homosexualidad está penada con la muerte.

Ambos políticos no pretendieron en ningún caso dar la impresión de una coincidencia plena de ideas. Marine Le Pen resaltó la tradición laica francesa y el respeto a todas las religiones frente a la propuesta de Wilders de prohibir El Corán, por entender que es más pernicioso y promueve más el genocidio que el Mein Kampf de Adolf Hitler, puesto que éste propugnaba el exterminio de los judíos, mientras El Corán plantea el exterminio de todos los no musulmanes. Esta opinión provocó un sonoro juicio en Holanda. Por su parte, Wilders incidió en que no compartía las opiniones racistas de Jean Marie Le Pen, pero que con el actual Frente Nacional de su hija Marine estaba más de acuerdo que con los partidos holandeses.

Según declaró Marine Le Pen, “estamos contra una Unión Europea que impone los Presupuestos, merma nuestra identidad, nos dice quién debe entrar en nuestro país, impone la moneda y lanza a los trabajadores de unos países contra otros. Ha llegado el momento de la solidaridad entre los patriotas de Europa, el verdadero movimiento que sigue el curso de la historia. La UE, como todos los imperios, se derrumbará sobre sí misma”. Wilders incidió en que se trata de “un buen acuerdo para las elecciones europeas”.

Previamente, tuvo lugar un encuentro menos publicitado entre Geert Wilders y Heinz Christian Strache, del FPÖ austriaco. Y en el ámbito del Parlamento Europeo funciona una Alianza Europea por la Libertad que agrupa a partidos populistas. Hasta el momento, los partidos denominados identitarios habían sido refractarios al acercamiento a Wilders, de corte liberal. Y por el momento no parece que estos contactos se hayan extendido al griego Amanecer Dorado, que se perfila como un puntal del cambio en Europa y al que algunas encuestas dan como el partido más votado, mientras sigue sin aclararse el vil asesinato de dos de sus militantes.

Cuando he calificado de histórico el encuentro hago referencia al hecho de que la unión o coordinación de estas fuerzas políticas puede dar un auténtico vuelco al panorama político europeo, dominado durante décadas por los partidos socialistas y conservadores. Actualmente el Partido por la Libertad de Geert Wilders tiene 5 eurodiputados y el Frente Nacional, 3. En parecida órbita, la Liga Norte italiana tiene 9 eurodiputados, el Partido del Pueblo Danés, 1 y el belga Vlaams Belang, 2. Todas las encuestas marcan una tendencia claramente ascendente. Las últimas en Francia sitúan al Frente Nacional como el partido de mayor aceptación popular, mientras los socialistas se hunden y los conservadores retroceden. El partido de Wilders está también en claro ascenso. Y el FPÖ austriaco obtuvo recientemente más del 21% por los votos, concatenando tres elecciones en ascenso. Es decir, nos movemos en expectativas muy superiores al punto de partida, a la realidad presente. Estamos ante la posibilidad de un auténtico terremoto en la política europea, un cambio real, una alternativa a la alternancia degradante de décadas que ha sumido a las poblaciones en la crisis más grave desde la segunda guerra mundial. La alianza táctica –no estratégica, no necesariamente ideológica- con la imagen de coordinación mejorará los resultados de cada partido en su ámbito más allá del exclusivo voto de castigo porque se ofrece un proyecto con voluntad mayoritaria o cuanto menos, determinante.

En ese sentido, sin duda, lo más relevante es lo que pueda suceder en Francia y que se produzca la confirmación de ese primer puesto del Frente Nacional, con un horizonte incluso de gobierno, porque la Unión Europea es, desde su origen, y lo continúa siendo, el pacto entre Alemania y Francia (actualmente, notoriamente desnivelado hacia Berlín), entre la industria alemana y el campo francés. Entre Konrad Adenauer y Charles de Gaulle, con el añadido de los eurócratas, el embrión de la hidra, que aportó Jean Monnet.

Ha habido un proceso expansivo y degenerativo. La Unión Europea es hoy un imperio amorfo, acéfalo aparentemente, al margen del evidente liderazgo de Ángela Merkel. Es la tiranía de una burocracia apátrida, incontrolada, que se ha autodotado del privilegio de no pagar impuestos, puesto que es o se pretende supranacional y que ha generado, como subliminal legitimación, la alucinada marcha hacia la integración europea, los supuestos “Estados Unidos de Europa”, una ensoñación costosa, pues duplica organismos, con ‘presidente europeo’ o ‘ministra de asuntos exteriores’. Esa Europa parasitaria de Bruselas es la antiEuropa, el rapto de Europa por una burocracia esquilmadora y corrupta, que complica con directivas y que utiliza en su provecho los dictados absurdos de lo políticamente correcto para imponer una sociedad multicultural en conflicto que queda fuera de las exclusivas urbanizaciones de lujo con seguridad privada. La euroburocracia precisa generar conflictos para administrarlos.

Esa falsa Europa imperial es el problema. Es preciso volver, o mejor ir a la Europa de las patrias, como solía decir De Gaulle, una de esas grandes personalidades de las que hoy carece el viejo continente. Hay que desmantelar Bruselas; hay que erradicar Bruselas, de modo que no sea otra cosa que la capital de Bélgica y en ningún caso de una supuesta Europa supranacional que ni existe ni existirá porque no pertenece al terreno de lo posible. Una Europa de las Patrias que no puede dejar fuera a Rusia. Y una Europa de las Patrias que sea una zona de librecomercio, sin burocracia, y con férreo control en las fronteras de modo que no haya inmigración ilegal y que quienes han venido para destruir Europa sean lisa y llanamente expulsados. Nada produce efectos más perversos en las sociedades que la compasión peligrosa, que la exacerbación de los sentimientos anulando la razón.

En cuanto a España ha de recuperar su tradición unitaria, con descentralización auténtica, saliendo de la pesadilla de las autonomías, de ese estúpido cáncer generado por el Borbón y su casta parasitaria cortesana para expandir una oficina de colocación tan abrumadora e insoportable que ha terminado asfixiando a la sociedad sometiéndola a un degradante expolio. Luego España ha de mirar preferencialmente hacia Portugal, buscando la fraternal unidad perdida, y liderar una Hispanoamérica o Iberoamérica a la que debe ayudar a salir de esa broma histriónica y desfasada del socialismo del siglo XXI, que es el socialismo de siempre con dosis estomagantes de indigenismo y astracanada. Esa es nuestra forma de ser europeos sin que, por ejemplo, ningún tribunal de Estrasburgo nos dicte la política penal.

Europa está en vísperas de un cambio regenerador y liberador y España ni debe ni puede quedar fuera, con el paso cambiado. Sería un error histórico. SOLUCIONA es la solución para incardinarse en esa gran corriente histórica y para los problemas de nuestra querida Patria.