Imagen de la fachada del domicilio de Bellalta en Vilanova, con varias pintadas entre las que destaca una amenaza de muerte dirigida al líder del PEC

AR/Redacción.- Sus declaraciones en Alerta Digital le han puesto en el punto de mira del terrorismo catalán. Es la crónica diaria de una Cataluña que vive ya en permanente roce con la violencia. Hay pueblos de la Cataluña profunda que se asemejan al peor Belfast de los años 70. Hay zonas de Cataluña donde llevar un simple pin del Real Madrid se ha convertido en un gesto de altísimo riesgo. Para complicar las cosas, el fulanismo del separatismo radical con el islamismo alcanza ya cotas sonrojantes. Hay catalanes que, en ese delirante proceso hacia la subhumanización que trae aparejado el nacionalismo extremo y excluyente, consideran que un kebab tiene un toque más autóctono que cualquiera de las paellerías que florecieron como hongos en la Costa Brava para atraer al turismo extranjero. Esa Cataluña soez, infame y violenta debe ser combatida con todo el peso que la importancia histórica de España exige. No caben ya contemplaciones ni medias tintas. Ese reducto viviente del cromañonismo ibérico tiene que ser combatido sin cuartel hasta su completa aniquilación. Millones de españoles no pueden seguir con indiferencia la campaña de linchamiento que ha sido puesta en marcha contra cualquiera que en Cataluña alce su voz contra el nacionalismo y defienda la vigencia del proyecto nacional español. Tal es lo que hace Gerard Bellalta, presidente del Partit Espanyol de Catalunya (PEC) y uno de los escasos héroes de nuestro tiempo.

En una lucha desigual, como un ‘Empecinado’ de nuestro tiempo contra toda la potencia del ejército napoleónico, a Gerard Bellalta le cabe el honor de ser la principal pesadilla del separatismo catalán y convertirse, como El Cid en Santa Gadea, a base de coraje e instinto patriótico, en guardián del bien común, al actuar como garante de la continuidad del ejercicio de la autoridad al que ha renunciado el Gobierno de España. La autoridad de lo español sobre la laxitud moral de los traidores advenedizos, en su mayoría churretosos charnegos, que han logrado echar doble cerrojo al seny de los verdaderos catalanes.

Los violentos dejaron su sello en la parte delantera del vehículo de Bellalta.

El precio que tiene que pagar sin embargo puede que esté siendo demasiado alto. El pasado lunes, cuando Gerard Bellalta salía de su domicilio de Vilanova i la Geltrú a las 6,45 horas para dirigirse, como cada mañana, a una de sus fábricas en Tarragona a bordo de su turismo, fue recibido con una lluvia de botellas y una catarata de insultos procedentes de un grupo de separatistas radicales (algunos ya han sido identificados), que aguardaban al empresario. Entre las consignas coreadas por el chusmoso grupo figuraban algunas de apoyo a ETA. “Me llamaron “butifler” (traidor), español hijo de puta y amenazaron con asesinarme”, explica Bellalta a nuestra redacción.

Algunas de las botellas impactaron en la parte delantera del vehículo del político catalán, causándole importantes daños. Bellalta decidió regresar a su domicilio al objeto de no dejar sola a su familia y desde allí llamar al servicio de urgencias 112.

Hasta tres dotaciones de los Mossos se personaron en el escenario de los gravísimos sucesos y trataron cándidamente de disuadir a los agresores. No hubo una sola detención, ni tampoco consta que se pidiera la documentación a ninguno de ellos. “Más de lo mismo. Los Mossos son una Policía política. Su fiabilidad es casi nula. Incluso me consta que algunos de los radicales intentaron agredir a los agentes”, relata Bellalta, quien esta misma mañana recibió una llamada de la jefa de los Mossos en la localidad para interpelarle acerca de si podría identificar a los violentos. Bellalta comenta al respecto: “Es la mejor definición de la inutilidad de este Cuerpo. Se encuentran cara a cara con los que han atacado violentamente a un líder político catalán, no llevan a cabo ni una detención y en cambio me llaman a las 24 horas para pedirme que les ayude a identificarlos. Por supuesto no voy a hacerlo. Sólo lo haré ante la Guardia Civil y los encargados de mi seguridad y la de mi familia”.

“Es una nueva muestra de la criminalización que sufrimos los catalanes que nos sentimos españoles”, señaló Bellalta hace unos meses cuando otro grupo de radicales atacó la fachada de su domicilio. De hecho, no es la primera vez que el separatismo terrorista pone en la diana al líder del PEC. “Hay once denuncias por hechos similares en menos de un año. Nos han puesto silicona en las cerraduras, he tenido que cambiar de número de teléfono ante las llamadas amenazantes a todas horas del día y de la noche. Que sepan estos canallas, sin embargo, que no van a poder conmigo. Aquí hay un patriota español que está dispuesta a plantarles cara. Quiera Dios que algún día cambien las tornas y que no haya un lugar donde estos canallas puedan esconderse”, declaró entonces.

“Esta es la realidad que sufrimos en Cataluña los que no pertenecemos a la mafia separatista. Esto lleva el mismo camino que Kosovo. Estos criminales están cada día más crecidos”, enfatizó el líder de los españolistas catalanes.

Gerard Bellalta culpó de estas acciones al “asfixiante ambiente frentista” que los nacionalistas han introducido en Cataluña y reitera su llamamiento al Gobierno español para que restablezca el orden en la región a través del Ejército. Y un aviso a navegantes: “Los agresores tendrán pronto noticias mías”.