El mejor Nadal confirma quién es el número uno en París
La organización tiene en la Philippe Chatrier el mejor partido posible. Sobre la arcilla de París están dos jugadores que se miden por trigésimo quinta vez. Dos tenistas que se empeñan en escribir renglones y renglones de la historia de este deporte. En juego, la eternidad. Rafa Nadal y Novak Djokovic se admiran y se temen. Ambos completan un partido épico e inolvidable. Un choque con un quinto set que pasará a los anales. En ese acto se junta lo mejor del deporte y del tenis. Dramatismo, épica y alternativas. Es la lucha por la supremacía del tenis mundial, por ser el número uno real. El tiempo se decanta por Nadal: el sol y el día despejado iluminan el rostro del español y su juego.
Así pasa el día en París, con una grada que ve cómo transcurren las horas en una semifinal que viven con la boca abierta. Los éxitos no paran a Rafa. A ‘nuestro’ Rafa. Porque Nadal es de todos. Lo que hace disfrutar, lo que consigue que la afición grite, vibre y sufra, lo convierte en uno más. Su desafío no tiene comparación: su octava final en Roland Garros, lo que no ha conseguido nadie. Hay algo más: 58 triunfos en París por solo una derrota, lo que tampoco ha hecho ningún otro.
En su tierra y su pista parisina como contexto, sigue empeñado en hacerse grande. Esa cabezonería, también llamada talento competitivo, es la que le hace levantarse en el tercer set, cuando peor estaba y, sobre todo, en el quinto. Perdía 4-2 en el acto definitivo. Y levantó la cabeza. Demostró ser un elegido y remontó un duelo memorable. Aunque las cuatro veces que habían jugado en París las había ganado el manacorense, en tierra batida el que mejor sabe buscarle las cosquillas es Djokovic. Conoce a la perfección dónde flojea y las debilidades del balear. Aun así terminó cayendo, como en la final del año pasado. En esta ocasión, por 6-4, 3-6, 6-1, 6-7 y 9-7 en más de cuatro horas y media de duelo. «Estoy feliz de jugar en esta pista. Es probablemente uno de los partidos más emocionantes que he jugado», confiesa al final el ganador.
Sin tregua
El número uno de la ATP sabe que no habrá otra mentalidad como la de su rival y que difícilmente volverá a existir un tenista sobre tierra batida con sus registros. Eso pesa. Al más mínimo error, en cuanto flojea, lo achaca. El choque, eterno y enrevesado, comenzó con mucho respeto de los dos. Ninguno se atrevía a meterle mano al otro. Se medían con recelo. Nadie quería despertar a la otra bestia. Todo eso duró seis juegos. En el séptimo, comenzó el cuerpo a cuerpo. La tensión se imponía a la calidad hasta que Nadal se puso serio. Golpeó duro, al hígado del serbio. Tiró largo, seco, agresivo. Con un intenso juego desde el fondo, el español se hizo con el servicio de su rival y con el set.
El partido se jugaba con paciencia. El público saboreaba el duelo. En la grada, los más vociferantes se decantaban por el serbio. El mejor duelo posible transcurría con pasión. Nadal no bajó el nivel al comienzo del segundo. Ese buen hacer le llevó al 3-2 con ‘break’ incluido. Ahí se deshinchó. O más bien ‘Nole’ resurgió. El serbio empezó a limpiar líneas y a creérselo. Sin nervios, la máquina se conectó. Cuatro juegos seguidos y set iguales.
Quinto set inolvidable
Las mínimas diferencias de las dos primeras mangas se agigantaron en el tercero. De repente, la cara de Nadal transmitía agresividad y el rostro de Djokovic mostraba dudas. El nivel físico del número uno del mundo bajó una barbaridad. Su saque se debilitó y se fue dejando juegos por el camino con demasiada rapidez.
Parecía que el partido se había acabado tras un parcial de 5-0. Nadal estaba dos sets a uno. Sin embargo, el cuarto parcial fue otra historia. El de Manacor era consciente de que estaba ante el número uno del mundo, el único jugador que ha sido capaz de encontrar su talón de Aquiles. Un tenista que no se dejó llevar en la última manga, que peleó hasta el final.
La espectacularidad retornó al duelo. El cuarto acto se convirtió en una montaña rusa. Los dos rompían; los dos sufrían. Tan pronto se ponía por delante uno le adelantaba el otro. Con 5-5, cavó su trinchera y comenzó a disparar. Ajustó sus tiros, que comenzaron a ser más profundos. Sacó para cerrar el set y tuvo 30-15. Pero confirmó que es humano. Nadal falló en ese juego y en la muerte súbita.
Parecía que se había acabado el partido. Sobre todo cuando Djokovic se puso 4-2 a su favor. Sin embargo, ahí fue cuando Nadal se agarró a la pista y luchó lo insufrible. El duelo se alargaba sin que nadie que no fuesen los dos tenistas quisiese que parase. El espectáculo era difícilmente repetible. Pero se acabó, con victoria de Nadal, que confirmó quién es el número uno en Roland Garros.
Ojo a lo que han publicado unos alocados y paranoides separatistas:
http://www.directe.cat/noticia/302532/nadal-ferrer-una-final-catalana-a-paris?utm_source=directe!cat&utm_medium=feed&utm_campaign=Feed%3A+directecat+(directe!cat
Para ser un redomado nacionalista catalán, yo he visto a Nadal llorando de emoción cuando ha sonado el himno e izado la bandera española. Esta gentucilla vive en una realidad paralela y no se dan cuenta.
Grandisimo Nadal, aún queda historia para seguir fantaseando, con el todo es posible ¡ VAMOS RAFA !
Nadal¡INCREIBLE¡.
El Domingo la final, que va ha ser española por que han llegado dos españoles. Nadal y Ferrer.
Con todos mis respetos a David Ferrer
Me atrevo a decir que Nadal ganará su octavo Roland Garrós.
Ha costado mucho, casi cuatro horas de partido, tres horas y treinta y siete minutos, en algunos momentos del partido muchos veíamos a Rafa fuera pero a la misma ve confiábamos en el, es el el numero uno de verdad.
Novak Djokovic es un hueso duro pero aún se sigue buscando un rival digno para jugar contra Rafa Nadal.