En el nombre del pueblo
Alternan en nuestro espírtu la capacidad constructiva y la tentación demoledora. Es útil reflexionar sobre esto, sobre todo si quien ejerce la función pública es gente como la que está entregando España. Mi espíritu constructivo me dicta prudencia y contención. El otro me empuja a acordarme del nefasto día en que las madres de esa gente rehusaron tomar la píldora postcoital, cosa que no voy a hacer. La toma de decisiones que afectan a millones de personas, y ya no digamos si afecta al derecho o no a la supervivencia de nuestra civilización, exigiría serenidad, integridad moral y racionalidad; en cambio la traición y la fealdad moral prescinde de ellas.
Destruir una sociedad puede ser tarea de unos pocos; la salvación de esa sociedad debe ser tarea de muchos. Por desgracia, para la gran tarea de demolición que se realiza en nuestro nombre se tiene que adoctrinar antes a la masa. Los encargados de hacerlo son los dirigentes políticos y sindicales, los periodistas a la carta, los artistas subvencionados… títeres del poder económico en la sombra, cuyo servilismo es recompensado con un sinfín de privilegios.
La destrucción de una sociedad se teje esforzadamente, por ejemplo, desposeyendo a las personas del apego a cualquier instancia metafísica. La solución no necesita de los mismos legisladores con distintos collares, sino de personas integrales que se sobrepongan a todos ellos. Ni la izquierda ni la derecha liberal disponen ya del capital humano ni del capital de intenciones para evitar lo que para ellos es inevitable; los primeros porque trabajan para ese fin y los segundos porque carecen de la robustez ideológica y moral para nadar contracorriente.
La perversidad de sistemas supuestamente democráticos como el español es que la utilización fraudulenta de la voluntad ciudadana blinda a los gobernantes de cualquier responsabilidad moral frente a muchas de sus execrables medidas. Teóricamente, la razón de los partidos que nos gobiernan radica en la voluntad de los españoles. Quien ose discutir ese principio corre el riesgo de ser sellado con el anatema de aprendiz de Torquemada. Los partidos tradicionales dicen actuar en nuestro hombre, pero no somos los hacedores de la mayoría de medidas que se aprueban y que lesionan nuestros intereses y nuestras creencias.
La causa de nuestros problemas radica en la insolvencia intelectual y moral de la mayoría de los políticos; en la estructura sectaria de los partidos clásicos; en la aritmética electoral que diluye el voto de muchos en las pretensiones cainitas de un puñado de nacionalistas; en la aceptación de lo políticamente correcto como forma de pensamiento supremo, y también en la sujeción de los partidos a instancias supranacionales que, ajenas a nuestra idiosincracia, nos imponen lo que más conviene a un puñado de eurócratas y financieros extranjeros.
Así pues, se nos permite que hablemos y discutamos y que eso otorgue al sistema un asomo de credibilidad democrática, aunque luego ocurra que ni en los sistemas más totalitarios los intereses de unos pocos prevalecen de forma tan marcada sobre los del resto. Si a los políticos les va bien, el mérito es de ellos. Si nos va mal al resto, la culpa es siempre del otro partido. Pero no nos quejemos. Si preferimos mirar hacia otro lado frente a la crapulosidad de los políticos, que nunca cumplen lo que prometen, entonces lo mejor es seguir tragando y dejar que terminen por expoliar los escasos recursos que nos van quedando. Eso o reclamar otra solución y su costoso esfuerzo.
Mientras, las actitudes banderizas de los ciudadanos en favor de uno o de otro partido, unido a la indolencia del resto, nos arrincona a la mayor pasividad social que recuerda la historia contemporánea española. Las cadenas mentales que arrastran las generaciones de españoles que, sin embargo votan y teóricamente deciden quiénes son los que nos gobiernan, serían fácilmente trasladables a esa población retrofuturista de autómatas que nos dibujó Orwell en su obra más siniestra.
La responsabilidad propia de un país responsable y con sentido de la Historia debería elevar nuestro rol activo, aunque carezca de la espectacularidad de robar, mentir y destruir a la sociedad en nombre del pueblo.
Este sistema corrupto lleno de traidores,esta más acabado que los veteranos españoles que participaron en la guerra de cuba y debemos regeneralo cueste lo que cueste. Un saludo
Felicidades por el artículo Armando. Cierto es que el pueblo no cuenta para nada y cierto es que todos esos vividores de lo común se aprovechan de hacer actos ilicitos en nombre del pueblo para beneficio propio. Lo raro es que el pueblo no se haya dado cuenta todavía y siga sustendando a los parasitos en sus puestos.
En el nombre del pueblo en las democracias se traiciona al pueblo una y otra vez¿puede haber un sistema mas cinico que aquel que dice representar y defender las libertades de sus ciudadanos y hace todo lo contrario y ademas lo hace a diario?los unicos que viven realmente bien en general en la democracia española son los politicos corruptos,los banqueros usureros,los untados,los delincuentes comunes y los traidores a la nacion española.El ciudadano decente es explotado por el sistema con sueldos miserables y cosido a impuestos,enviado a la cola del paro o directamente a pasar hambre cuando ni a paro ni… Leer más »
Sencillo y clarisimo.
He disfrutado leyéndolo un par de veces por puro placer
¡Cuánta verdad!
La casta nos lleva mucha ventaja. Tiene embobada a su presa y no la deja pensar.
Es triste decir que la crisis hace salir del letargo a muchos españoles, y empiezan a pensar por si mismos. Es importante que en ese estado de lucidez, se cruce con algún medio como ALERTA DIGITAL, que le permita asomarse a otra realidad.
Disponer de un canal de TDT para AD haría una extraordinaria función social.
Debe de costar bastante pasta, ¿porqué no hacemos una colecta entre todos los lectores o algo así?
“Cómo terminan las democracias”, Jean Francois Revel.
uno se da cuenta de que a su alrededor todo se desmorona, Uno todavia es autosuficiente y incapaz de vivir de sudvenciones. Uno cuida a su madre, y eso le contiene, pero un dia ella faltará y ya no tendré excusas y no soportaré vivir en mi Cataluña, donde iré ?
La Partitocracia, los sindicatos, la inmensa mayoría de los medios de intoxicación hace décadas que actúan cual termitas para derrumbar nuestra civilización, nuestra Patria, en nombre de eso que llaman democracia y Estado de Derecho, que debería denominarse “Estado de deshecho”. La Jefatura del Estado tiene también su responsabilidad por dejadez y desidia; España es tal vez el único país que cuando cambia el partido en el gobierno, cambia la ley de educación. Estamos creando manadas de tontos, memos, que no saben de la misa la media, salvo oir música, fumar porros y trasegar bebidas alcohólicas de alto octanaje. Educación… Leer más »
En el nombre del pueblo se han cometido las mayores barbaridades contra la humanidad. Y se siguen cometiendo por desgracia.
NAZIONALISTAS no sigais por el mismo camino os estais traicionando a vosotros mismos.
EXPULSIÓN de los ilegales , cárcel para los `políticos corruptos.- y control de fronteras .