Por Francisco Alamán Castro/Coronel del Ejército español.- Leo “El odio de los malvados contra lo que representa AD”. Pocas veces se han dicho cosas tan ciertas. Siempre fue así. Lo contaba muy bien Unamuno en unas declaraciones (3-7-36) al diario Ahora (*): “Pasa por la plaza una muchachita acompañada de su familia, cuando un zángano mocetón se divierte en hacerle una mamola. El familiar se vuelve a reprenderle; el mocetón se insolenta y él otro arrecia en la reprensión. Y entonces, ante el grupo de curiosos que se arremolinan, ¿Qué se le ocurre al zángano? Pues ponerse a gritar: “¡Fascista, fascista!”. Y esto basta para que el represor tenga que escabullirse, no fuera que le aporrearan los bárbaros”.

Nos dice el artículo antes mencionado: “Nada ofende tanto a los agachados y genuflexos de por vida como el porte erguido de los insumisos (AD). En la imposibilidad de elevarse por sus propios medios y méritos”¿Qué se le ocurre a los zánganos? Pues ponerse a gritar: “¡Fascista, fascista!”. Y (optimistas creen que) esto basta para que el represor tenga que escabullirse, no fuera que le aporrearan los bárbaros.

Ahora se ha iniciado una campaña de la ultraizquierda contra AD, lo que confirma la pulsión de la izquierda española hacia el totalitarismo y la intolerancia con quienes no piensan como ellos. Son incorregibles. Son unos libeticidas que odian la libertad, aunque se camuflen en ella para asestar sus peores golpes a la convivencia y el progreso de los españoles.

Pero en esta ocasión han dado con un hueso duro de roer. Alerta Digital es un símbolo intocable para muchos militares, nuestra biblia informativa. Si se ataca a Alerta Digital, se está atacando a miles de patriotas que estamos cada día más cabreados y cansados de esta casta política y mediática que nos ha llevado al desastre político, a la ruina económica y al estercolero moral. 

Pese a puntuales y ligeras discrepancias, agradeceré siempre el apoyo de AD a la historia y la tradición españolas. Hasta la llegada de Alerta Digital, muchos españoles nos sentíamos huérfanos al no poder contar con un medio que nos contara la verdad y que fuese al mismo tiempo un revulsivo de la conciencia nacional. Por eso están atacando tan miserablemente a AD. 

Siempre fue así con los que representan la dignidad y la decencia en España. Hace ya tiempo tuve un rifirrafe con el coronel Blanco Escolá, un pobre hombre, que había estado en La Legión, unidad creada y preferida de Franco, luego en la Policía Armada, de teniente y capitán, también creada por Franco, que, según sus conmilitones actuales, era un terrible policía cruel, torturadora y antidemocrática.

Se muere Franco (1975) y cuando las cosas ya están claras, gobernaba el PSOE, escribe una serie de libros, publicado inmediatamente como es lo mandado, poniendo a parir a Franco, a la Legión y a quien haga falta para trepar. Escribo afeando su conducta y al modo del zángano unamuniano, me contesta “Replica a un militar fascista” donde a parte de insistir sobre mi fascismo congénito, no dice más que golfadas.

La historia se repite, estaba empezando la República, contaba Unamuno: “Me pregunta usted que cómo va la República… no va: se nos va. Esa es la verdad… En fin, esto dura poco… Se dice que estamos en una República de trabajadores… más bien creo que es una República de funcionarios, en que todos quieren vivir a costa del Estado”. L. González Egido, Agonizar en Salamanca, p.62.

Parece que está contando lo de ahora., siempre que habla don  Miguel pasa lo mismo. Pasa el tiempo, cuando dicta su última lección magistral de 1934, dice desilusionado a los estudiantes: “Vosotros tenéis que enseñar a vuestros padres- a nosotros- que esa marea de insensateces- de injurias, de calumnias, de burlas impías, de sucios estallidos de resentimientos- no es sino el síntoma de una mortal gana de disolución. De disolución nacional, civil y social. Salvadnos de ella, hijos míos. Os lo pide al entrar en los setenta años, en su jubilación, quien ve en horas de visiones revelatorias rojores de sangre y algo peor: livideces de bilis”. Se podría tomar como profecía de lo que ahora ocurre con nuestro queridísimo AD.

Decía en julio del 36: “Cada vez que oigo que hay que republicanizar (cambiar por democratizar y como ahora) algo me pongo a temblar, esperando alguna estupidez inmensa… Alguna estupidez auténtica, y esencial, y sustancial”. Seguía: “no se hable de ideología, que no hay tal. No es sino barbarie, zafiedad, soecidad, malos instintos… se tragan un papel antihigiénico en que sacian sus groseros apetitos y ganas ciertos pequeños burgueses que se las dan de bolcheviques y de lo que hacen servil ganapanería populachera. Tragaldabas que reservan ruedas de molino para hacer comulgar con ellas a los papanatas que los leen”. Esto es lo que había y desgraciadamente lo que hay, poco ha cambiado. Solo queda seguir, pues también es bien cierto que ladran, luego cabalgamos. 

Parece que cada vez ladran más. La cosa va bien.