La ‘Nazionale’, un ‘giocattolo’ en manos de ‘La Roja’
Cesare Prandelli, asustado y quizá atenazado por la responsabilidad, no engañó a nadie. Todo lo que dijo en la víspera se cumplió. Aseguró que España era la mejor del mundo, que llevaría la iniciativa y que era favorita, y resulta que la ‘Nazionale’ fue un ‘giocattolo’ (juguete) en manos de ‘La Roja’. No se les debe reprochar nada a sus jugadores.
Simplemente, les vino grande la final. No pudo ser ese equipo bello y con determinación, guiado por Pirlo, que agradeció Giorgio Napolitano, el presidente de la República. Solo un bloque discreto, a merced de los campeones. Llegar hasta aquí, ya fue un triunfo para la revelación del torneo, en propia confesión de su capitán.
Italia dejó patente que todavía está en construcción. Pasar del ridículo de Sudáfrica, donde no ganó un partido, al título dos años después, era poco menos que un milagro. Ni siquiera tras derrotar a Alemania, los ‘azzurri’ se vieron capaces de poder con España. En ningún momento se sintieron con la fuerza técnica mental suficientes para alzar su segundo título continental. Ya dijo Buffon cando le preguntaron por la supuesta presión de España, que él ya querría estar en el lugar de los pupilos de Del Bosque.
Le sorprendió seguramente a Prandelli la velocidad en la circulación de los rivales y los desmarques y movimientos sin balón, no vistos a lo largo del campeonato. Una aceleración y una chispa que puso en evidencia a una zaga lenta, válida como bloque de la Juventus para ganar la Serie A pero no para frenar a una de las mejores selecciones de la historia. Y ya no digamos si Jordi Alba se ratifica como un lateral zurdo sobresaliente y hasta Arbeloa percute.
Justo tres semanas después del choque de Gdansk, Italia se presentó en la final con diferente sistema -también lo avanzó su técnico- y con tres cambios en el equipo. Defensa de cuatro, y no tres centrales. Dos de esas modificaciones fueron en la zaga, un síntoma de inseguridad, de temor al rival. Entraron Abate en el lateral, más defensivo que el carrilero Maggio, y Barzagli, titularísimo desde que se recuperó de la lesión, en lugar de Giacherini.
El gran error de Prandelli fue ubicar a Chiellini en el lateral zurdo. Es un central notable el juventino, el más fiable de su país en la actualidad, pero lento para ser lateral a estos niveles. Hasta el punto de que Arbeloa, tampoco muy rápido, le desnudó en el gol que encarriló el partido. Cuando se lesionó, entró Balzaretti, un lateral de toda la vida y no un central reconvertido, y los ‘azzurri’ lo agradecieron. Cerró mejor y se incorporó más al ataque.
En el medio, apostó por Montolivo, más creativo pero quizá con menos oficio para este tipo de duelos que Thiago Motta. Anduvo todo partido desorientado el emergente ‘trequartista’ de la Fiorentina y acabó reemplazado por el exazulgrana cuando Italia jugaba la desesperada. En realidad, todo su centro del campo quedó retratado. Le ocurriría al más pintado. Cuando la media de seda española tiene su noche, despierta olés y desespera a los rivales. El signo inequívoco de su superioridad fue comprobar que los aficionados ucranianos, gran mayoría en la final, se arrancaron en varias fases del choque con gritos de apoyo a Italia.
Concentración, paciencia y saber esperar los momentos en los que España bajase. Esas eran las consignas de Prandelli. A la hora de la verdad, sus hombres las vieron venir. Tener que jugar contra España con el marcador en contra, resulta misión casi imposible. Y mucho más si, cerca del descanso, Jordi Alba tira un desmarque magnífico, Xavi espera el momento justo, y firman un gol extraordinario. A los italianos, incluido Buffon, solo les quedó aplaudir.
Si en defensa Italia no pudo con la mejor España del torneo, en ataque todavía menos. Pirlo, no fue ni la sombra. Salieron muy bien a presionarle los españoles, incluido a veces Xavi, y no pudo dirigir con su maestría habitual. Faltó entonces más presencia tanto de Marchisio como de De Rossi, ambos a un tono menor. En el primer tiempo, solo Cassano, muy hábil a la hora de permutar su posición, caer en banda y sacar a los centrales -así superó a Hummels en la semifinal- generó algo de incertidumbre. También los balones de estrategia de Pirlo, quien llegó a sacar tres corners consecutivos.
Balotelli se sintió incómodo. Ya se dijo que dos grandes noches seguidas suyas, no se recuerdan. Recriminó algunas acciones a sus compañeros, se quedó muchas veces arriba sin trabajar para el equipo, tiró a las nubes y a mandó callar a los rivales. Intentó marcar territorio al dejar un recadito a Ramos nada más empezar, pero estuvo más preocupado de los líos que de jugar. Más alocado que genial. Le buscaron en largo, pero la zaga española no es la teutona.
Tras el descanso, Prandelli buscó más velocidad con Di Natale en lugar de un extenuado Cassano, pero tras un par de avisos, no volvió a dejarse ver. Antes de ser apuntillada por Torres y Mata, Italia había firmado la rendición de Kiev. Hace cuatro años, cuando nació el ‘tiqui taca’, cayó en Viena por penaltis. En la capital ucraniana, fue superada de cabo a rabo. Su nuevo espíritu resultó a todas luces insuficiente, Hasta que llegó el lobo, primero la asustó y luego se la comió. ¡Arrivederci!
En Italia es la Nacional, y en España la Roja. ¿A qué me suena eso?
Ayer disfruté sobremanera con el triunfo de la NACIONAL, y posteriormente salí a celebrarlo exhibiendo la bandera de España.
Obviamente mi bandera es ROJIGUALDA, y cuando se habla de “roja”, no sé si se están refiriendo a Bibiana Aído, a Leyre Pajín (cuando la nombro no puedo dejar de recordar la película “la tonta del bote”), la Cachón, o a alguna otra elementa de dudosa capacidad intelectual.
Mi más cordial enhorabuena a la NACIONAL por su victoria frente a Italia.