Por Branka Berberijan.- La última votación en la ONU situó a la cabeza de la Asamblea General, lugar que hasta el próximo 18 de septiembre seguirá ocupando el actual embajador de Catar, Nasir Abdulaziz al Naser, a Vuk Jeremic, ministro de Asuntos Exteriores de Serbia. Pese al abierto apoyo que prestaron Alemania y Estados Unidos al contrincante lituano de éste, Jeremic, hasta ahora el más joven presidente de dicha institución,-tiene tan sólo treinta y siete años, salió triunfante, cosa que en Serbia se define como un auténtico milagro, ya que al recién elegido no se le conoce precisamente por bailar las aguas a los centros de poder occidentales.

Jeremic sigue considerando Kosovo, -con todo el derecho histórico, humano y divino-, parte inseparable de Serbia, y víctima de una política irredentista descaradamente apoyada por los globalizadores que, cuan las más peligrosas especies depredadoras se echaron al subsuelo kosovar que acuna una riqueza mineral impresionante, para arrancarlo a los que según todas las leyes les pertenece. Todo mediante genocidio sobre el pueblo serbio kosovar, culturicidio, -ante las indiferentes miradas de Cascos Azules han desaparecido más de cien monasterios ortodoxos, unas auténticas joyas de la arquitectura sacra construidos en el período comprendido entre el siglo XI y XIV-, y finalizado con los bestiales bombardeos de los Aliados, que esparcieron sobre esta parte de Los Balcanes miles de toneladas de uranio empobrecido.

Jeremic tampoco esconde su afinidad hacia Rusia, en una abierta encuesta periodística entre Obama y Putin eligió a Putin, por lo cual algunos medios le definieron como candidato ruso. No obstante, él defiende su actitud sin tapujos, agradeciendo el apoyo a sus correligionarios que va unido a las críticas al Occidente por el tema de Kosovo, la pérdida más dolorosa para el orgulloso pueblo serbio, que pagó muy caro su deseo de preservar su soberanía y sus raíces étnicas y culturales.

El hecho de que a Jeremic le votaron ocho países de la Unión Europea, puede ser una inequívoca señal de un ligero cambio de tendencias a favor de las políticas identitarias, dada la creciente consciencia sobre el desamparo que para unos sectores suponen los dictados europeos y transatlánticos.

Vuk Jeremic es una persona que levanta pasiones, tanto entre los que le quieren como entre los que le rechazan por su inquebrantable voluntad de defender los valores éticos tradicionales y no arrodillarse ante nadie, por lo cual, muchos medios le comparan con el mundialmente reconocido director de cine Emir Kusturica, candidato para Oscar, ganador de varias Palmas y Leones de Oro, y otros muchos premios más, quien ha sufrido lo insufrible por su patriotismo y lealtad. Esperemos que Vuk Jeremic no tenga que recorrer este mismo camino espinoso, y que su coherencia siga marcando las pautas de unos posibles avatares en el escenario político mundial.